"Viriato": Tragedia nueva con sabor antiguo
Autoría: Florián Recio. Dirección: Paco Carrillo. Intérpretes: Fernando Ramos, Ana García, Pedro Montero, Manuel Menárguez... Teatro Bellas Artes. Hasta el 21 de abril de 2019.
Favoreciendo el encuentro entre el teatro clásico y el contemporáneo, y siempre con el tema grecolatino como inexcusable marco de referencia, el Festival de Mérida viene incorporando a su programación desde hace tiempo, con buen criterio, algunas obras de nueva creación que exhalan el aroma de ese mundo antiguo en el que se cimenta toda nuestra cultura teatral. Y ese es el caso de este Viriato que llega ahora a Madrid. Con buen manejo literario, Florián Recio ha escrito la conocida historia del caudillo lusitano, considerado por algunos estudiosos como un héroe de proporciones homéricas, a partir del momento histórico en que perdona la vida al general Serviliano e inicia un periodo de negociaciones con Roma, no exentas de añagazas y traiciones, con el objetivo de encontrar una paz definitiva o, al menos, duradera. El conflicto estalla ante el espectador apenas empieza la función, cuando las decisiones de Viriato son cuestionadas por algunos de sus lugartenientes. El ritmo de la acción es el adecuado en una dramaturgia que, además, va articulando muy bien toda la tensión dramática; si bien es verdad que añadir otras subtramas hubiese permitido mayor distracción a un público que ya conoce demasiado bien el argumento fundamental. Menos acertado es, en una obra cuya estructura formal permitía muy bien adherirse plenamente al realismo, el uso de un coro extemporáneo que resulta más artificioso aún por el lúgubre y efectista tratamiento que le imprime Paco Carrillo en una dirección que se pliega bien a contar la historia de una forma ágil y eficaz. Tanto en el mencionado coro como en algunos parlamentos de los personajes, se advierten algunos pegotes textuales para dar ese supuesto sentido de contemporaneidad que tanto se empeñan hoy en buscar los creadores y que tantas veces puede llegar a desbaratar una obra. En este sentido, la buena literatura dramática que rige en general la representación se resiente cuando se introducen algunas reflexiones en forma de monólogos, acerca de la guerra, la libertad o el rol social de la mujer, que suenan un poquito a sermón.
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