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Toni Soler: «El humor es, a veces, como un ansiolítico, como un autoengaño»

El periodista acaba de publicar «El tumor», un libro donde cambia de registro para hablar del duelo, o mejor dicho, del hecho de no llevar a cabo ese duelo por la muerte de su padre

Toni Soler / Foto: Miquel González/Shooting
Toni Soler / Foto: Miquel González/Shootinglarazon

El periodista acaba de publicar «El tumor», un libro donde cambia de registro para hablar del duelo, o mejor dicho, del hecho de no llevar a cabo ese duelo por la muerte de su padre.

Antes de empezar la entrevista, Toni Soler me pregunta: «No hablaremos de política, ¿verdad?» Y no, esta no es una entrevista sobre política sino sobre un libro, «El tumor», que acaba de publicar en Anagrama y donde cambia de registro para hablar del duelo, o mejor dicho, del hecho de no llevar a cabo ese duelo por la muerte de su padre.

¿Por qué ahora este libro?

Supongo que era ahora cuando estaba listo para poder escribir este libro y cuando ya no me hace daño el tema. El detonante fue que el pasado año cumplí 52, la misma edad que tenía mi padre cuando se puso enfermo. Inmediatamente se produjo una reflexión inevitable sobre cómo debió encajarlo mi padre y cómo la encajé yo. Se da la circunstancia que también tengo hijos con la edad que yo tenía cuando mi padre se puso enfermo. La comparación salía sola. Empecé escribir sin ánimo editorial, pero el libro empezó a brotar solo, muy rápido y de forma muy natural.

Inicia el libro conversando con una psicóloga. ¿Es mejor la literatura que la psicología para superar el duelo?

Es curioso porque durante la presentación del libro, mi hija me dijo que «las presentaciones de libros en general me parecen un rollo, pero esta está muy bien porque es como ir al psicólogo, pero con público delante». Es verdad y también lo es que en el libro explico muchas cosas que antes podría haber contado en el diván. En todo caso, ya sea con el psicólogo, con la gente próxima o los lectores es importante verbalizar las cosas que te duelen o hacen daño.

¿El duelo es un tabú?

Sí. Por descontado lo fue en la adolescencia, cuando murió mi padre, porque es un tabú la muerte, como una idea remota que no sabes cómo afrontar. También está el hecho de que es un tabú bastante masculino. No me gusta generalizar en términos de género, pero es evidente que a los hombres nos cuesta más verbalizar la parte emocional. Como mínimo mi generación era más de aguantar, resistir y eso es lo que yo hice con la pretensión banal de creer que al no hablar de las cosas acaban desapareciendo.

En un momento de «El tumor», hace balance de todo lo escrito y considera que es frío. ¿Era buscado ese tono?

No. Por eso explicito en el libro mi sorpresa al releerlo. Es un libro cargado de emociones, pero escrito con frialdad. Josep Pla ya hablaba de que no había escrito ni una sola línea emocionado en toda su vida, algo que decía desde un punto de vista profesional. Las emociones están muy bien, pero cuando toca escribir eso es trabajo. Yo no he necesitado un estado de ánimo concreto, ni aislarme, ni marcharme de retiro a la montaña. Lo he hecho en mi día a día, combinado con el trabajo, sin que esto me supusiera un sufrimiento. La relación con mi padre era buena y afectuosa. Era un hombre moderado en todo, pero eso no hacía de él un robot.

¿Su padre no tenía mucho que ver con el retrato que encargaron a Rovello de Toro y que presidía el hogar familiar?

(Risas) No exactamente. El retrato de Rovello de Toro era como la estampa de un santo laico, pese a que sale con corbata. Era como un retrato ofical de ex ministro, muy bueno, pero mi madre lo puso en el pasillo de casa y era como un cartel que marcaba la ausencia de mi padre.

El nombre de Toni Soler está asociado con el humor, algo que no pasa en «El tumor».

Cuando me pongo a hablar de temas serios puedo ser muy serio. El humor es en ocasiones una distracción. Poner bromitas para suavizar es algo que no me resulta incluso irritante.

En el libro reflexiona sobre si el humor puede alargar la vida. ¿Lo cree?

No, en absoluto. Comienzo a pensar, aunque no lo he teorizado suficiente como para hacer un texto, que cuanto más humor hay en el trabajo, menos lo hay en la vida. De joven era muy militante del humor como filosofía de la vida, ahora no lo veo igual. El humor es, a veces, un ansiolítico, como un autoengaño. ¿Es que tenemos que reírnos todo el santo día?