Fallas

Aguado llena en el sexto los vacíos de la tarde

El torero cortó el único trofeo en una deslucida corrida que se demoró media hora

Pablo Aguado, en el sexto
Pablo Aguado, en el sextoCarlosGomez_litugo

Con veintisiete minutos de injustificado retraso comenzaba el festejo. La gente se alegró a pesar de que aguantar en los tendidos media hora más de lo previsto también tenía lo suyo. No había llovido (en especial) en ese rato y el piso, al menos desde las alturas, tenía buen aspecto. (Otra cosa es lo que hubiera debajo de lo arreglado) Salieron los toreros, Morante, Juan y Pablo a debatir y se metieron después. Arriba seguíamos sin noticias hasta casi media hora más tarde ya entre protestas. Pobre entrada para tan buen cartel. El precio no ayudaba, es ir a la contra, como los pliegos de condiciones que van a la yugular. Cómplices de plazas desoladas.

Se les olvidó el retraso y el enfado a los que estaban en la plaza en el mismo instante que sonó el tararí y apareció el primero de Juampedro, que estaba muy bien presentado. Todo lo que tenía de guapo lo tuvo también de escasez de fuerzas. Y a Morante entonces lo vimos breve y escueto.

Nada de nada

Juan Ortega se las vio con un segundo flojo, con el fondo justo y que no quería empujar en la muleta y el sevillano tuvo pocos recursos durante la faena y en la suerte suprema. Sin celo y rajado fue el tercero como si se hubiera contagiado del desánimo de la tarde, por dentro y por fuera. Un imposible fue darle vida a aquello. Pablo Aguado lo consintió donde él quiso, en tablas, pero el Juampedro no quería na. De na. Salía del encuentro despistado y con la cara por las nubes, no de malo sino de desentendido. Lo intentó y ahí se quedó la cosa.

Morante, en el cuarto
Morante, en el cuartoCarlosGomez_litugo

El cartel del arte sevillano (tres de tres) colisionaba como un huracán con la tarde fallera. No podía ser. Mal había empezado y mucho tenía que cambiar la cosa. Lo que ocurrió en el cuarto no entró dentro de la normalidad. Ya hemos quedado en algún texto anterior que hemos renunciado a ella. Hubo olés, quizá dos o tres. En las verónicas. Si lees estas letras pensarás en lances arrebujados teniendo en cuenta que era el turno de Morante, de mentón hundido. No fue así. Tuvieron mucho mérito. El toro se paraba antes de embarcar, no acudía con la inercia de la salida y tuvo que aguantar el envite y ya ahí los tiempos son otros, las distancias, las muñecas vuelan con otro compás. En algún lance la distancia era mínima y la resolución imposible. Lo hizo. El olé se antojó poco fuerte para lo difícil que era. La faena de muleta tuvo muchas subidas y bajadas, como el toro. Era complicado encontrar dos embestidas iguales. No quería toques bruscos el animal porque, de hecho, se violentaba. En ese viaje de búsqueda dejó Morante momentos buenos, a pesar de que no fue una faena compacta, ya navegaban ambos en el mismo mar. Cuando quiso cambiarlo de terreno encontró la puerta abierta el toro a su mansedumbre y se rajó. El quinto de Ortega fue feo, alto y vacío, pero Juan tampoco hizo nada para mejorarlo.

Encontrar esperanza en el altote sexto no era tarea sencilla. Aguado lo hizo todo para él y disfrutamos el resto. Recordó a esa versión que corrió como la pólvora por Sevilla y Madrid en pocos días para convertirse en torero de moda, por la simple razón de que lo bueno gusta. Y gustó. Sedoso, vertical, templado y bello. Y breve, que se sigue agradeciendo ante un toro que se dejó hacer con nobleza. La espada se cayó abajo. El premio fue justo. Logró llenar los vacíos que habían impactado la tarde. Y era la del arte.

Ficha del festejo

Valencia. Cuarta de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq. 1º, noble pero de poco fondo; 2º, soso y sin empujar en la muleta; 3º, desentendido y rajado; 4º, de buen aire y rajado; 5º, deslucido; 6º, bueno. Media entrada.

Morante de la Puebla, de celeste y oro, pinchazo, estocada baja, descabello (silencio); dos pinchazos, estocada (saludos).

Juan Ortega, de verde botella y oro, tres pinchazos, media (silencio); estocada baja (silencio).

Pablo Aguado, de teja y oro, media estocada, descabello (silencio); estocada baja (oreja)