San Isidro

Roca Rey saca brillo a los toros del olvido

Deslucido encierro de Fuente Ymbro en tarde de «No hay billetes» con la reaparición de Ginés Marín y Urdiales

El diestro Roca Rey durante la corrida de la Feria de San Isidro celebrada este miércoles en la plaza de toros de Las Ventas,
El diestro Roca Rey durante la corrida de la Feria de San Isidro celebrada este miércoles en la plaza de toros de Las Ventas,Gonzalo Pérez MataLa Razón

Ginés Marínvolvía después de una cornada que le dejó el muslo en dos. Se lo taladró para ser exactos. Orificio de entrada y de salida. Aquella tarde del 15 de mayo parecía imposible que hoy volviera. Y así ha sido. Una locura. Una gesta. Una realidad. Marín volvía a pisar el ruedo del miedo, la responsabilidad, la oportunidad y la gloria. Era un cartelazo. No una tarde cualquiera. Se debatían cuestiones fundamentales para Diego y Roca. Por tercer día consecutivo el viento seguía siendo protagonista no deseado. La muleta era un instrumento poco seguro al que aferrarse. Bien lo supo Urdiales con el primero, que repetía en el engaño sin claridad. Era difícil discernir qué ocurría en realidad. El animal acudía por dentro y la faena no llegaba a conectar. Ecuación complicada y en Madrid. Fea la espada del riojano.

Empeoró la cosa con el derrotón y pegajoso cuarto con el que el riojano se justificó.

Cada chicuelina de Roca Rey podría haber participado en un concurso de cercanía al segundo de la tarde. Cada vez más ajustadas y con el viento arreciando el capote, pero sin minar la moral. Javier Ambel se desmonteró tras dos expuestos pares y brindó Roca al público después. Rodaban las cosas. Volcánico fue el comienzo por estatutarios y a pesar del viento se lo llevó al centro. Derrotaba el toro, en un ritmo desigual, la faena quiso ser, pero se quedó en el camino. Las cercanías al toro no le fueron bien, se vino abajo el Fuente Ymbro. Poco podía hacer Roca.

Grandón el quinto se durmió en el peto como quien supiera el tedio de la corrida. Ya llevábamos lo nuestro. Con un llenazo. Suelto, a su bola, buscando capotes ajenos y a la espera en banderillas. Roca fue a buscarlo a los terrenos del 5. Tanto paseo le sirvió para poco. Un muletazo le dio y se fue huyendo. Cerca de toriles logró coserle los muletazos, retenerlo para que no se fuera y pudiera ligar. Era más de lo que se intuía. El viento, una arrucina, otro derrote a mitad del camino o una parada, era un decálogo de lo imprevisible, porque lo que el toro quería era irse. En la puerta de chiqueros se puso al natural, entre desbandada, quietud. Exprimió al toro en las bernadinas del cierre. La gente entró en la faena no sin polémica por la división. Roca Rey lo hizo todo menos meter la espada.

El regreso de Ginés pareció una broma. Menudo Fuente Ymbro para la ocasión. Ni por presencia ni por esencia. Vacío legal. Lo único que pudo hacer es matarlo con dignidad. Y acusó recibo.

A menos fue el sexto, que repetía pero escaso de ritmo y poder. Poca cosa pudo sacar en claro Ginés más allá de hace el esfuerzo por regresar a su cita venteña. No era poco. Sólo Roca Rey pudo sacar brillo a los toros del olvido. Los de Fuente Ymbro.

LAS VENTAS. 18ª de San Isidro. Lleno de «No hay billetes». Toros de Fuente Ymbro, desiguales de presentación. El 1º, sosote, repetidor y pegajoso; el 2º, muy a menos; el 3º, deslucido e imposible; el 4º, derrotón y complicado; el 5º, manso, repetidor, a la huida; el 6º, repetidor, pero sin ritmo.

Diego Urdiales, de verde hoja y oro, metisaca (silencio); pinchazo, estocada, descabello (silencio).

Roca Rey, de azul noche y oro, estocada (ovación); dos pinchazos, estocada (saludos).

Ginés Marín, de corinto y oro, estocada, (silencio); estocada, aviso (silencio).