Sevilla
Manzanares desprecia un lote de Puerta del Príncipe
Calerito, que toma la alternativa, corta un trofeo con buenos toros de Victoriano del Río y Roca Rey se topa con los más deslucidos en la Feria de San Miguel
Volver después de lo de Morante no era cualquier cosa porque Morante no lo es. Él y su toreo deambulan por otro planeta. Uno en el que los locos del toreo podemos vivir. Regresar a la realidad era un aterrizaje denso. Roca Rey en su temporada estrella tiraba de nosotros como un imán, también con temor. Saber de lo que es capaz asusta. Eso por no entrar en las comparaciones. Ese compromiso suyo es el que se agarra al estómago en estos tiempos en los que no nos comprometemos con nada ni nadie. No fue ese tipo de tarde, pero no adelantemos. Habían embestido dos toros. Dos de dos. Y de qué manera. Bravos, con codicia, entrega, dos animales de Victoriano del Río de triunfo grande, hasta que de pronto «Frenoso» nos amargó la primera faena de Roca Rey (dicen en su tierra que el apellido es compuesto y uno sin el otro no tiene sentido). Acá lo contemplamos como Roca e incluso como Rey. No hubo lugar a grandezas con ese medio toro que ni fú ni fa y para rematar le tapó la salida en la suerte suprema. Se salió Andrés hasta de su propio guión. Hay faenas así, también.
Rajado fue el quinto, con las embestidas justas y contadas. Roca las apuró a cuentagotas, con temple, dando las ventajas al animal, tirando de él hasta que lo irremediable ocurrió y el victoriano no quería nada. Solvente Roca y torero. Madrid espera.
Antes Calerito se había convertido nada menos que en matador de toros. «Orador» descolgó desde que el torero le soltó las muñecas. Lo llevó por delante el toro. Lo tuvo claro. Él fue rey el día de su alternativa. Antonio Manuel Punta y David Pacheco se desmonteraron. Lo que les dejó. El toro los arrinconó al burladero, como si quisiera dejar claro quién ponía orden. Fue toro bueno, gran ejemplar de Victoriano con codicia, nobleza y entrega en una muleta voluntariosa que recién llegaba al escalafón de matadores y tuvo una contundente espada.
«Dulce» fue un toro bravo, entregado, repetidor y noble. Otro gran ejemplar de Victoriano que saltó al ruedo en segundo lugar para Manzanares. Un toro importante con el que el alicantino se tomó su tiempo para ya al final lograr reunir algún pase. El toro de haber apostado desde el principio era de triunfo irremediable. Lo merecía. Un soberbio animal, una gran oportunidad de reconquistar Sevilla donde no hace tanto fue Príncipe.
La cosa, la de la suerte, o no, según se mire, no acabó ahí, también vino en el cuarto, que además dio espectáculo en el caballo. Qué bella es la suerte así. Dos varas, empleándose, de lejos, fiero... Bravo el toro ahí, y después. Tuvo mecha. Manzanares lo intuyó, pero no lo quiso enseñar, porque eso implicaba ponerse de verdad. No lo sacó de las rayas del tercio (a la contra del toro) y fue tapando la naturaleza del animal y aliviándose a la mínima. Todo vale. En ese camino la espada.
Calerito cerró plaza con un toro con movilidad y algo más rebrincado, que volvió a sumar en el conjunto de corrida buena del ganadero madrileño. Puso voluntad el torero y mala espada. La sombra de Morante a estas alturas era alargadísima, aunque no os olvidéis de que hoy estamos de suerte: esta tarde vuelve a hacer el paseíllo el torero de La Puebla.
LA FICHA
SEVILLA. Segunda de San Miguel. Toros de Victoriano del Río, muy bien hechos. El 1º, gran toro, codicioso y con clase; el 2º, bravo, repetidor y noble; el 3º, apagado; el 4º, bueno; el 5º, rajado y de media arrancada; el 6º, con movilidad, y rebrincado. Lleno de «no hay billetes».
José María Manzanares, de azul noche y oro, media, dos avisos, dos descabellos (saludos); tres pinchazos, media, cinco descabellos, aviso (saludos).
Roca Rey, de tabaco y oro, dos pinchazos, estocada baja (silencio); estocada (saludos).
Calerito, que toma la alternativa, de blanco y oro, estocada buena (oreja); pinchazo, aviso, cinco descabellos (silencio).
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