
Santander
El día del bolazo, solo Marco Pérez sale a hombros
Buena corrida de La Ventana del Puerto en la que Talavante y De Justo, con buena dimensión, cortan un trofeo en Santander

Hacía menos de 24 horas que habíamos abandonado la plaza de Santander con la renuncia del toreo porque a veces por mucho que se quiera las cosas no salen. No tuvimos que esperar más que al primero de la tarde para que el que abrió plaza embistiera a placer, por noble, sobre todo por el pitón diestro. Era el toro de Alejandro Talavante. Las cosas de la vida. De esta vida loca en la que el extremeño montó faena a su medida: ligada, puede que templada, aderezada con algún que otro recurso, poco asentamiento y ligereza en toda su puesta en escena. La faena se borra de la mente con la misma suavidad de la brisa cántabra.
La rotundidad del toro vino en el cuarto. Qué bueno fue. Larga la arrancada, entregada, por abajo, sin mirar más que la propia complicidad que tuvo con Talavante desde el principio, repetidor, un manjar de animal. El derecho fue su pitón talismán en una faena de largo metraje, que aguantó viajando dos cuartas más de donde iba la muleta del torero. Alejandro tuvo momentos de más esplendor, que fueron los comienzos, bonitos, en busca de la rotundidad perdida, se embarulló por el pitón izquierdo, quiso reencontrarse porque la historia lo merecía y al final el hilo se diluía. Volvió a encontrarse con el público en las bernadinas, el toro seguía los vuelos sin fin. Tras el espadazo, el trofeo. Se le pidió dos. Al toro no se le aclamó lo suficiente.

Era la tarde en la que reaparecía Marco Pérez después de la cogida que sufrió en Alicante de las que son graves y complicadas. Su vuelta estaba llena de incertidumbre. Pero antes de verlo nos llevamos un susto de infarto con el segundo toro, que había sido exigente, pero agradecido. Todo lo quería por abajo mas ahí entregaba la casta que tenía en la muleta segura de Emilio de Justo que apostó por él. No era toro fácil, sí importante todo lo que se hiciera delante de él. Por arriba no quería nada y no permitía fallos. Y justo ahí se lo llevó por delante cuando lo entró a matar con una brutalidad tremenda. (Su histórica cogida de la espalda sobrevuela en estos momentos y sobrecoge). Emilio, que sangraba de la cabeza, con una herida de 7cm, ni se miró. Arriba ya había furor. Normal. Fue cogido también por el quinto. No fue toro fácil tampoco, pero con muchas aristas que Emilio supo tocar a la perfección y clase extrema. Lo tragó en el embroque, que exigía, para sacar adelante el muletazo y ambos fueron mucho más juntos. Muy meritorio y capaz. Pena la espada. O la frialdad de una tendido que no comprendió.
La reaparición de Marco Pérez
En el turno de Marco derribó el tercero al caballo con una brutalidad tremenda, así como la manera de embestir después a todo lo que encontraba. Después el toro se vino abajo y no puso problemas. Se quería rajar sin más historia ni tampoco demasiada opción. Marco hizo una faena muy en conexión con el público y por fuera con otro susto que nos puso el corazón en un puño. La estocada efectiva hizo el resto. El que cerró plaza tuvo nobleza y justeza de emociones, pero buen fondo. Era el último toro de Marco Pérez para cerrar su día del regreso. Tiró de oficio y resolución ante un ejemplar que se dejó hacer. Y así cerrábamos también las puertas a una tarde en la que la corrida embistió. Marco, que había conectado con el tendido, se fue a hombros. Hubo toros. Qué bolazo. La fotografía debió ser otra.

Ficha del festejo
Santander. 6ª de la Feria de Santiago. Toros de La Ventana del Puerto y 3º, de El Puerto de San Lorenzo. El 1º, bueno; 2º, exigente y agradecido por abajo; 3º, rajado; 4º, extraordinario; 5º, de media arrancada humillada; 6º, noble. Dos tercios de entrada.
Alejandro Talavante, de tabaco y oro, estocada tendida, descabello (saludos); estocada (oreja).
Emilio de Justo, de fucsia y oro, estocada (oreja); media estocada, descabello (saludos).
Marco Pérez, de malva y oro, estocada (oreja); pinchazo, estocada caída (oreja).
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