Borja Jiménez Vs. «Experto», una pelea de bravos
A pesar de no lidiarse completa la corrida de Santiago Domecq, dos de sus toros dejaron muy en alto el listón de la bravura. Borja cobró el trofeo que Talavante perdió
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A veces, Madrid tiene memoria y los toreros medida. Pasa, últimamente poco pero pasa. Por eso la sonora ovación de bienvenida a Borja Jiménez tuvo sabor a justicia. Y redimió también el sopor de días anteriores la primera faena de Uceda Leal, que tuvo el gesto de hacer una faena corta, precisa, y no con esas extensiones inocuas a las que nos estamos acostumbrando en una feria de muchos avisos.
Es cierto que Uceda, con esa sobriedad y elegancia de siempre, apenas pudo deletrear un par de series de naturales apreciables por su ritmo y temple, pero tampoco terminó de encontrarse con un toro noblote y con poca clase, que deslució la buena propuesta del madrileño punteando demasiado las telas. Aso sí, recordó su buen hacer con el acero. Pero pinchó al cuarto, el de Algarra, que por su escaso fuelle y gran clase mereció una mayor exposición por parte del torero que, cuando supo estirar los viajes y pasar de los trincherazos y adornos iniciales a un puñado de derechazos largos, creció con el toro, aunque faltara transmisión.
Al segundo, un toro con todas las letras, le tocaron las palmas de protesta. A otros, con menos, les ovacionaron. Esas son las otras cosas de este Madrid que nadie entiende. Y es que, hasta doce toros fueron analizados por los veterinarios para dejar sólo cinco, del envío de Santiago Domecq, que tuvo que ver cómo se remendó la corrida con otro de Luis Algarra. Así es esto. Habría que ver cómo fueron los que echaron para atrás. Lo cierto fue que este segundo, con toda su percha, estuvo vacío, sin casta, ni raza ni empuje. Talavante lo intentó en los bajos de sol, a resguardo del viento (allí se lidió toda la corrida), pero solo pudo sacar en limpio un par de naturales sutiles, nada más. Con el quinto le vimos más. Ya en el saludo dejó tres verónicas y media, tan delicadas y cadenciosas. Una delicia. Como el soberbio tercio de banderillas de Javier Ambel. Ya en la muleta fue otra cosa, más irregular, con valles cuando Alejandro acompañó más que toreó, pero con picos altísimos cuando gobernó una embestida llena de fondo y calidad, cosiendo un viaje que fue a más, con una profundidad eterna y ese pulso del extremeño, que se agiganta cuando desmaya el trazo. Faena inspirada que ratifica la gran feria que echó Talavante, pero que no terminó de ser justa con el pedazo de toro que tuvo.
Y salió “Experto”, un toro tan feo como bravo. También lo protestaron, pero es que no lo habían visto embestir. Era el tercero y Borja Jiménez creyó en él, se hundió en la arena y casó con el toro la más sincera de las peleas, dispuesto a todo. “Experto” fue ascua viva, duro, bravo, muy serio, y Borja no lo fue menos. Cada muletazo, desde el poderoso inicio de rodillas, fue vibrante, como una explosión, una tensión constante. Borja entregado y (quizás) un pelín acelerado, supo llevar la iniciativa, lo otro era el abismo. Hasta ese natural postrero, tan hondo, tan largo y reunido, tan lento... Lo mejor. No importó que perdiera la muleta después, la emoción no decayó. Solo el pinchazo previo a la estocada pudo reducir un premio pedido por aclamación. Intenso Borja. También con el sexto, ahora con el reposo que le pudo faltar antes, necesario para aguantar el genio de un toro con correa y sin entrega.
LAS VENTAS (MADRID). Décimonovena de la Feria de San Isidro. Lleno.
Se lidiaron toros de Santiago Domecq y Luis Algarra (4º), serios. El primero fue noblón, el segundo vacío, bravo el tercero, soso el noble cuarto, de gran clase y fondo el quinto, y con genio el sexto.
Uceda Leal, de purísima y oro, estocada pasada (ovación); y pinchazo y estocada (palmas).
Alejandro Talavante, de negro y plata, estocada (silencio); y estocada, aviso y dos descabellos (palmas).
Borja Jiménez, de nazareno y oro, pinchazo, aviso y estocada (oreja); y estocada (palmas).