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El Juli se va, Roca renace y nuevas promesas

La afición se renueva en un año que sube el número de festejos y también la cantidad de aficionados que pasan por las plazas
Puerta grande en la retirada el El Juli en Las Ventas.© Alberto R. Roldán / Atresmedia
Puerta grande en la retirada el El Juli en Las Ventas.© Alberto R. Roldán / AtresmediaAlberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

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Acabamos el año con el temblor político que acecha con el nombramiento como ministro de Cultura a un ferviente antitaurino. ¿Alguien puede entender que el presidente de un país, encargado de velar por los intereses del conjunto de sus ciudadanos, elija proteger y fomentar la cultura a una persona que públicamente la denosta? Esto es España, nuestra España actual. La misma que Pablo Motos decía tras la aceptada amnistía para llegar a un pacto de poder por parte de Pedro Sánchez y gobernar a toda costa no sentirse orgulloso de ser de aquí. El año, que ahora despedimos, comenzó con mejores augurios. Tras la Feria de Fallas, llegamos a Sevilla para presenciar una de las mejores de la Historia. Sin duda. Épica. Como lo fue ver a Morante de la Puebla cortar, por fin, las dos orejas y el rabo a un toro en la bella Maestranza sevillana, porque el toreo fue un soplo de vida que nos llevó a todos los rincones olvidados de la torería. Al sentido último de la tauromaquia. A algo que, quizá, Urtasun, no entendería, pero no hay que estar tan loco, solo acercarse al toreo con la mirada limpia y sin prejuicios y abandonarse, como lo hizo el de La Puebla. Aquella tarde del 27 de abril se convirtió en un hito. Hacía 52 años que no ocurría desde que lo lograra Ruiz Miguel a un toro de Miura en 1971. En esta ocasión, el toro era de Domingo Hernández, la ganadería talismán de Julián López «El Juli», torero que sabríamos tiempo después que había preparado para este año su despedida después de cuarto de siglo en la misma cima. Para eso teníamos que transitar la feria de Santander, por el mes de julio.
En abril, en la veraniega feria de Sevilla, Daniel Luque pondría una de las primeras piedras de la que sería una temporada extraordinaria. Y El Juli logro cortar las orejas a un ejemplar de Cuvillo la emblemática fecha de Resurrección y lo bordó con uno de La Quinta, una vez más, el 30 de abril, aunque el palco mirara para otro lado. La feria de Roca Rey, Luque, Ginés Marín, Juli, Manuel Escribano, Tomás Rufo y Emilio de Justo con elevado nivel ganadero. Cuatro fueron los hierros premiados con la vuelta al ruedo: El Parralejo, Hernández, Matilla y Victorino Martín. Fue el ganadero de Galapagar quien lidió un encierro sobresaliente. No sería la única ocasión. También cerraría meses después en Madrid una temporada sobresaliente.
Después del boom de la Feria de Sevilla, Madrid nos colocó en otro sitio. Muchos menos éxitos en un serial que estrenaba formato. Más corto y con días de descanso entre semana. El éxito fue unánime en cuestión de asistencia de público y tenía mérito con la liberalización de los precios. En el informe que presentó Plaza 1, empresa gestora, informó de que 868,784 espectadores habían pasado por la plaza de toros en los 59 festejos celebrados durante la temporada. A pesar de que hicieron el paseíllo todas las figuras, la sorpresa la dio Fernando Adrián y lo hizo en dos ocasiones al abrir la Puerta Grande, tan cotizada como prestigiosa. A lo largo de todo el año, a hombros consiguieron salir seis toreros, Sebastián Castella, que volvía después del parón que decidió hacer en su carrera, Emilio de Justo, que regresaba tras una de las cogidas más duras de los últimos tiempos en las vértebras que le obligó a una recuperación lenta y compleja; El Juli, el emotivo día de su despedida, que merece un aparte, al igual que la emocionantísima de Borja Jiménez cuando la temporada llegaba a su ocaso. A caballo, Diego Ventura.
Con una carta en las redes sociales anunció el torero madrileño Julián López «El Juli» que había llegado el momento de tomarse un descanso de manera indefinida en su carrera. Había transcurrido parte de la temporada. Todavía quedaba. Llevaba 25 años en la cima, tirando del carro, anunciado en todas las grandes ferias. Fue entonces cuando la gente se volcó. La traca final aguardaba con Madrid y Sevilla. Visto con la perspectiva de la historia escrita y a pesar de lo mucho que ha significado la Maestranza para él, donde recibió la cornada más perturbadora de su carrera, el orden debió ser a la inversa. Madrid lo despidió con honores y empujó para una Puerta Grande a la altura de su trayectoria, de lo que ha sido en el toreo. La emoción estuvo servida, el final feliz. En Sevilla faltó corazón. Cuando la temporada estaba vencida en Madrid, Borja Jiménez puso Las Ventas del revés en una de las tardes más potentes de la temporada. Se fue a hombros. Pasaron muchas cosas. Madrid unánime, ronco y gritón, como es esta plaza cuando la verdad se impone. Inesperado. A Borja no le pasó de largo la tarde. Fue consciente y disfrutón del milagro de triunfar en esta despiadada casa. En ese mal necesario que frustra tantos días de toros, pero cuando te lo da, lo hace como ninguna.
Un día antes había pisado plaza uno de los toreros más esperados del año, Juan Ortega, de prodigioso capote y dueño del tiempo, más bien capaz de ralentizarlo. Torea más despacio que nadie. Esa es la realidad. Este año en el tándem con José María Garzón ha encontrado su mejor versión y ha dado un paso más para llegar a toros que quizá antes se le resistían. Madrid espera, y más si es a lo bueno.
 Roca Rey, el torero del Perú, que sigue siendo el más taquillero de todos, ha dejado tardes para la historia. Entre ellas una en la que volvió a nacer en la plaza de toros de Santander. Fue allí donde resultó cogido en varias ocasiones, pero una de ellas estampado contra las tablas y milagroso que no resultara herido de gravedad. Su compañero Cayetano Rivera Ordóñez, en aquel momento, no dudó en salir a cuerpo descubierto en dos ocasiones a quitarle el toro, y de hecho también resultó cogido. Una hermandad que no se entiende en otras profesiones.
 Morante, que el año pasado firmó la temporada de su vida, sufrió una cogida con una lesión de muñeca que le ha dado muchos quebraderos de cabeza en un ir y venir hasta sumirle en la oscuridad y cortar temporada. Su ausencia es un boquete en la afición, en la ilusión, en el peregrinaje de quienes aman la tauromaquia, porque esto estimado ministro de Cultura habla de las pasiones, no de la barbarie.
Cerramos este 2023 con la incertidumbre en cuestiones políticas, algo que ha marcado el devenir de los últimos años, no hay más que ver lo que ocurrió en la plaza de toros de Barcelona, por poner un ejemplo. Lo cierto es que asomarse a las plazas de toros, de hacerlo, es observar que la tauromaquia, sin intervencionismo político, goza de salud y una renovación en el público, cada vez más joven. Sobran explicaciones si nos detenemos a ver cómo son las Puertas Grandes. Otra cosa es que no se quiera ver. Habrá que esperar. O desesperarse.