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Juan Ortega: «El tomar decisiones clave fuera de la plaza me ha dado valor»

Después de quedarse fuera de San Isidro mañana vuelve a Madrid, por Otoño, en la temporada más brillante de su carrera
Juan Ortega, torero
Juan Ortega, toreroJesús G FeriaLa Razón

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Camina despacio, habla despacio y mira con la profundidad de los océanos. En este caso es inconfundible: Juan Ortega es como torea. Tras la temporada del año pasado hizo los cambios suficientes para tirar la moneda al aire desde la libertad. Nada fácil. Una buena temporada está al alcance de unos cuantos, desafiar al sistema y decidir tu destino, al de muy pocos. No hay más que mirar alrededor. Las decisiones fuera del ruedo las ha defendido dentro y este 2023 Juan Ortega ha firmado la temporada más plena de todas. A su capacidad artística ha sumado la otra cara: nunca le han servido tantos toros, los difíciles también. Mañana hace el paseo en Madrid, en la misma plaza que lo dejaron fuera en la Feria de San Isidro. Lidiará la corrida de El Pilar con Pablo Aguado y una más que dudosa presencia de Daniel Luque. Ganas hay. No es una tarde cualquiera. Madrid en Otoño en un cartel de muchos quilates.
Si nos situamos en septiembre de 2022, finales de la anterior campaña. ¿Se esperaba estar así a estas alturas?
No sabía lo que iba a pasar y a principio de año, cuando no podemos venir a Madrid, no se me pasaba por la cabeza que llegara la Feria de Otoño y hubiera este ambiente.
Ahora el invierno queda lejos, pero no fue fácil.
Recuerdo que me enviaron un vídeo de cuando era niño y comenzaba todo, de las primeras veces y me despertó esa sensación de ver que era la misma persona, pero había algo en ese cuerpo que no era capaz de expresar lo que llevaba en su interior. En ese niño faltaban muchas cosas, porque el medio de expresión de los toreros es el cuerpo, es lo que une tu alma con el alma de la gente que está en el tendido. Si falla el cuerpo no llega el mensaje. Me di cuenta de que me faltaba expresión, que mi cuerpo lo tenía educado a medias. Y empecé a prestarle atención.
¿Cómo has encontrado de verdad ese camino?
La profundidad no es más que una forma de sentir las cosas. Lo que está en tu interior, lo que te duele o te ha hecho sufrir o como decía Paula, lo que te da fatiga. La profundidad son esas sensaciones o vivencias de tu vida. En mi caso me ayudó el maestro Pepe Luis Vargas y he aprendido de otros toreros, de ver cómo son capaces de expresarse.
Juan Ortega, torero.
© Jesús G. Feria.
Juan Ortega, torero. © Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaPHOTOGRAPHERS
Este año no ha pisado la Monumental de Las Ventas. ¿Fue duro no venir en San Isidro?
Se me pasó el mes de mayo y tenía mucha sensación de tranquilidad. Estuve viendo prácticamente todas las corridas y cada toro que salía por la puerta de chiqueros veía lo grande que era y lo a gusto que yo estaba en casa... La primera sensación era de paz. Pero cuando acababa la tarde sentía que me faltaban esos días de miedo, de pasión que le pone Madrid a tu temporada y a tu vida. Lo echaba de menos.
Y ahora, ¿cómo vive esta cuenta atrás?
Con el toro debajo de la cama. Ahora es como si lo estuviese viendo salir. Intento en las tardes importantes como lo es Madrid ponerle mucho cariño, porque si no llego al patio de cuadrillas y corro el riesgo de estar derrotado. El miedo al toro, a lo que te juegas, al público, todas esas cosas que sabemos de esta plaza hacen que cuando llegas seas un hombre derrotado y pueda pasar que dé todo igual, aunque las cosas salgan rodadas, no puedas.
Entonces, ¿qué hacemos para llegar bien?
Intentar coger cariño a la tarde. Desde que supe que estaba anunciado tengo esta corrida en la cabeza, sueño con ella, la repaso...
Repasar y soñar son dos conceptos muy distintos.
Es una mezcla entre repasar sensaciones que he tenido en Madrid. Por ejemplo, una de las cosas que más me choca de esta plaza es el patio de cuadrillas. Siempre pienso en cómo no ponerle a ese sitio una ventana, un azulejo, pintarlo de blanco... No sé un poco más de alegría. Parece que estás en un túnel y me da mucho miedo. De siempre. Repaso esas sensaciones para saber cómo son. Y el resto lo sueño. Sueño la embestida, las cosas que quiero hacer a los toros.
Este año llega en una temporada preciosa. ¿Presiona o libera?
Estoy en un momento en el que creo, tengo confianza. Una vez leí a Belmonte que en el amor y en el arte no cabe la voluntad. Y es verdad. En otras etapas me ha pasado que quería hacer las cosas y hacerlas bien y no salían, porque la vida personal no estaba en orden. Ahora llego en un momento en el que todo está ordenado y eso me da mucha confianza.
Esta temporada está siendo excepcional, ¿con qué se quedaría?
Con la sensación de este año y no de otras temporadas de ser capaz de expresarme y expresar con toros que antes no era. En otras ocasiones no me hubiera confiado y no les hubiera visto su fondo.
Ahora el techo está mucho más alto.
Te das cuenta de que en el toro también se cumple aquello de poder ver el vaso medio lleno o medio vacío. Esto me lo dijo en un momento que me sirvió mucho el ganadero Álvaro Núñez. El toro perfecto no existe. Hasta al mejor toro siempre tiene sus defectos y virtudes y está en ti que seas capaz de ver unas cosas o las otras y eso es lo que va a determinar las faenas. Y es verdad depende de uno, de donde te estés fijando tú si en los defectos o en las virtudes.
No es un momento cualquiera en la tauromaquia. Hay toreros retirándose, otros que llevan mucho, es momento de renovación, se ha preguntado ¿qué quiere ser en el toreo?
Nunca me he hecho la pregunta de qué quiero ser en el toreo, pero sí me siento en la obligación de devolver todo lo que me ha dado a lo largo de mi vida y me sigue dando. El toreo es mi vida, mi mundo, mi familia, mis amistades, todo me lo ha dado. Me genera mucho compromiso. Independientemente de quien se vaya o se quede.
Estudió para Ingeniero Agrónomo y después acabó jugándose la vida.
En mi casa se ha vivido el toreo con mucha pasión y la primera sensación que tengo de ser torero es porque veía que era la pasión de mi padre. Creo que algo hay de querer que él se sintiera orgulloso de mí. Las veces que lo he visto emocionado de verdad ha sido a través del toreo. Y te das cuenta que la tauromaquia tiene eso: la capacidad de robar el corazón a la gente por un instante. Eso no se puede desperdiciar en la vida. En todo lo demás que hecho no he tenido esa capacidad de emocionar.
¿Ejerció la carrera?
Nunca. La acabé. Me gustaba mucho el campo, pero incluso cuando estaba estudiando lo hacía con tranquilidad porque mi cabeza estaba en el toreo.
¿Cuál ha sido el momento más complicado de su carrera?
Con diferencia cuando sentía mucha impotencia al sentir cosas, quería emocionar, trasmitir y no era capaz de hacerlo. Y escuchaba eso de es buen torero, pero frío. Sufría mucho porque no sabía por qué.
¿Dónde se ve en el futuro?
Siento que estoy creciendo y sigo haciéndolo. El Juan Ortega de dentro de un año no tendrá nada que ver, afortunadamente, con el de ahora.
¿Cómo es el miedo?
Caprichoso. Se pasa mucho. A veces lo controlo y otras él a mí. Hay tardes que van condicionadas, y cuesta abajo y se apodera de mí. No va relacionado con la plaza ni con el toro. No lo sé explicar, pero ocurre.
¿Cómo se siente cuando el miedo le gana la partida?
Puff. Se apodera de mis acciones, el vaso del que hablábamos antes lo veo medio vacío o vacío entero.
Esta convivencia con el miedo es un desgaste tremendo.
Horrible. Nunca sabes. El miedo lo asocio con el instinto de conservación y este es insaciable. Como no estés siempre pendiente te come terreno. La lucha es interminable.
La contradicción es que después torea muy despacio y eso es valor puro.
Cuando el instinto se apodera de mí también quiero que aquello pase deprisa, pero como he sido capaz de comprender y saborear que cuando el toro pasa despacio hay armonía y te reúnes y han sido los momentos en los que he sentido mayor emoción llega un momento en el que lo busco sin darme cuenta.
Antes hablaba de hacer feliz a los demás, pero a usted qué le hace feliz.
Sentir que eres capaz de emocionar a los demás es parte de la felicidad. Y luego está esa parte con el toro, que tiene esa agresividad innata, el instinto, y de pronto eres capaz de ponerlo al ritmo que tú quieres y casi de pararlo sin pararlo. Eso es...
¿El valor dentro y fuera de la plaza?
Es difícil tenerlo en la plaza si no lo tienes en tu vida. El tomar decisiones importantes fuera de la cara del toro me han dado mucho valor.