¿Tienes fuego?

Olga Casado: «Quiero ser la mejor mujer torero de la historia»

Con figura de diestro vertical y elegantísimo, le salen a la novillera el carácter y ola fuerza por cada poro

Entrevista de verano a la novillera Olga Casado. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 04 08 2025
Entrevista de verano a la novillera Olga Casado.© Alberto R. Roldán / Diario La Razón.Alberto R. RoldánFotógrafos

En la arena, esta mujer de 22 años es un torero nítido: su figura, su estampa, su dibujo no admiten dudas, son los de un diestro vertical y elegantísimo. Fuera de la plaza es femenina y nadie que no la conozca imaginaría a qué se dedica, aunque en la conversación mira a los ojos sin pestañear y cuando habla le salen el carácter y la fuerza por cada poro. Esta novillera ambiciosa, tanto como para aspirar a ser la más grande matadora mujer de todos los tiempos, asombró hace unos meses en Vistalegre por su calidad y valentía. No está de paso, sino que ha llegado a nuestras vidas para hacer historia. Y todos los días trabaja duro con esa sola idea.

Mamá, papá, quiero ser torera. ¿La cosa comenzó así?

Mmm. Sí pero no. La afición por el mundo del toro me viene de correr los encierros en mi pueblo. Al principio me interesé por el festejo popular, me gustaba mucho correrlos y quería saber qué se sentía al ponerse delante de un animal. Me encantaba ver las novilladas sin picadores que celebraban en mi pueblo, Aguilafuente, que pertenece a Segovia, y ver las novilladas de los pueblos de alrededor. Cuando terminé la ESO, el día de mi 16 cumpleaños, mis padres, como regalo, me apuntaron a la escuela taurina José Cubero «Yiyo», en Madrid.

¿No hubo entonces un torero en concreto que estimulase su vocación?

Mi pasión por el toreo nació de ver al animal y de querer ponerme delante de él y saber qué se sentía.

Le fascinó el animal y no el hombre.

Sí, así es. Pero empecé a investigar por internet, porque nadie de mi entorno conocía el mundo del toro, y encontré al maestro Alejandro Talavante y no pude parar de verlo. Y cada vez que lo hacía me quedaba boquiabierta por la forma en que toreaba y por las locuras que les hacía a los toros. Sin duda, Talavante siempre ha sido mi torero.

¿Cuántas mujeres eran en la escuela taurina en la que se formó?

De 80 alumnos éramos solo tres mujeres.

«El mundo del toro también tiene mucho de femenino: no hay más que ver el traje de luces, las medias rosas, las manoletinas»

Olga Casado

Caray. Esa inferioridad numérica debía de acusarse.

Sí. Pero esta es una profesión individual. Dentro de la escuela hay grupos, como en cualquier otra escuela, y mis padres pensaban en su momento que era como una extraescolar. Iba entre semana de cinco a ocho de la tarde y los sábados, de 10 a una de la tarde. Estábamos entrenando en Las Ventas y lo único que me apetecía era tener los trastos en la mano y aprender a cogerlos; a lancear un capote y a mover bien una muleta. Tan solo eso me importaba: aprender a torear.

El del toro es un mundo de hombres, con sus reglas, sus gestos, su lenguaje de hombres. ¿Se ha sentido, se siente, una intrusa?

Es un mundo de hombres porque ninguna mujer se quiere dedicar a él. Me preguntan por qué no hay más mujeres que se quieran dedicar a este mundo y mi respuesta es que no lo sé. Porque yo soy mujer y sí me he querido dedicar a él. Es un mundo muy sacrificado que te exige estar el cien por cien y vivir por y para el toro. Pero el mundo del toro también tiene mucho de femenino: no hay más que ver el traje de luces, las medias rosas, las manoletinas.

Sí, pero la figura masculina tiene mucho peso. ¿Es un mundo machista, como sostienen muchos?

Yo entiendo el feminismo como una cuestión de meritocracia y valores. Mi condición de mujer me hace diferente al hombre en lo físico y lo emocional, pero hombres y mujeres deberíamos ser iguales, siempre, en cuanto a derechos y oportunidades.

En los 90, toreros de renombre como Jesulín y Fran Rivera se negaron a compartir cartel con Cristina Sánchez y eso limitó, sin duda, sus posibilidades de ascenso. A usted no le está pasando tal cosa, al contrario: como novillera ha toreado con las principales figuras. ¿Aquellos eran otros tiempos?

La verdad es que creo que me lo he ganado, pero pienso que vivo en otra generación, sí, y que el mundo del toro ha cambiado. Aunque a mí me da igual con quién torear, lo único que quiero es hacerlo.

«Entiendo el feminismo como una cuestión de meritocracia y valores»

Olga Casado

¿Cuando coincide con figuras se fija en todo cuanto hacen y lo anota mentalmente?

Por supuesto. Me siento muy afortunada por estar acartelada con ellos y sueño que en un futuro lo estaré como matadora de toros. Son maestros y me fijo en absolutamente todo: cómo cogen el vasito y beben agua; cómo pegan un capotazo, un natural, un derechazo; cómo cogen la espada; cómo caminan y miran a la gente y sonríen, o cómo pierden la cara al toro mientras se van andando. Intento quedarme con todos esos detalles para hacerlos míos y de esa forma ser un torero y buscarme en el concepto del toreo.

¿Físicamente debe trabajar más que un hombre para estar en forma y cumplir unos requisitos? De peso, por ejemplo.

Hombres y mujeres no somos físicamente iguales y yo debo trabajar un poquito más que un hombre para estar al cien por cien, sí. Y en cuanto a las dietas y el esfuerzo físico, soy feliz haciéndolo porque me quiero dedicar a torear y estar muchos años. No es algo que me cueste hacer.

El pasado diciembre, en la plaza de Vistalegre, un foco como un sol de grande la iluminó: cortó dos orejas y un rabo. ¿Fue un punto de inflexión en su carrera?

Sí, sin duda. Aquel festival a beneficio de los damnificados por la DANA de Valencia fue un punto de inflexión en mi carrera profesional y el día el más importante y feliz de mi vida. Mi carrera está siendo muy bonita a raíz de entonces. Pero siempre tengo los pies en la tierra y pienso que para lo que yo quiero llegar a ser, que es la mejor mujer torero de la historia, aquello fue simplemente una piedra más en un camino muy largo. Porque esto lo veo como una carrera de fondo.

Mientras sueña con hacerse matadora, la Fiesta Nacional está siendo más discutida que nunca: ya no hay corridas en Barcelona, por ejemplo, y el ministro de Cultura retiró el Premio Nacional de Tauromaquia. ¿De qué forma «vendería» los toros para que resultasen atractivos para gente joven como usted?

Todo el mundo debería ir al menos una vez en su vida a una plaza de toros, porque hay emoción, sentimientos, y quién sabe si algunas de esas personas se volverían aficionadas a la Fiesta. Siempre he defendido la diversidad de opiniones y, simplemente, pido respeto para el mundo del toro. Y no me pareció bien que retirasen el Premio Nacional de Tauromaquia, porque el mundo del toro es cultura y es arte. Un ministro no puede poner su gusto personal sobre la mesa y retirar un premio así. No hay derecho.

«No me pareció bien que retirasen el Premio Nacional de Tauromaquia. Un ministro no puede poner su gusto personal sobre la mesa»

¿Cree que siempre existirán las corridas de toros? Lo de Barcelona, por ejemplo, podría revertir.

Pues no sabría responderte, la verdad. Mi deseo, lógicamente, es que sí. Pero eso depende del futuro. Aunque en el presente labramos el futuro, por lo que todo depende del ahora.

¿Entiende los argumentos de los animalistas o cree que deberían informarse mejor de cómo es la vida de un toro de lidia y así opinar con conocimiento de causa?

Por supuesto. Lo primero que haría sería invitarles a que se acercaran a cualquier ganadería de toro bravo y que vieran el ecosistema en el que viven. El toro de lidia no existiría si no hubiese corridas de toros, puesto que son toros que nacen para ello. Tienen un propósito de vida, sí. Y además, está la cantidad de puestos de trabajo que genera el sector taurino. Si las corridas desapareciesen, miles de familias se quedarían sin su sustento.

¿Cuándo tomará la alternativa?

Llevo solo cinco novilladas con picadores y aún me queda bastante por recorrer y encontrarme como torero. Este año no será, y quién sabe si el que viene. Pero ahora mismo solo entra en mis planes el día a día, triunfar en cada novillada en la que voy a torear.

¿Sus padres van a verla a la plaza?

No, nunca. Y como torero lo prefiero, porque estaría más pendiente de mi madre en el tendido que de lo que tengo que hacer. A toro pasado, cuando llego a la habitación del hotel, la llamo y le digo que todo ha ido bien.

¿Cuáles son para usted los tres mejores matadores de toros de la historia?

Manolete, por supuesto. Juan Belmonte. Y Manzanares padre.

Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Yo se lo pregunto a usted: ¿tiene fuego?

Ja, ja, ja. ¿Que si tengo fuego? Ja, ja. Si tengo que definirme como visceral o cerebral, creo que tiro más a la visceralidad. Soy muy apasionada y, a veces, vivo por impulsos y yo misma pienso que eso está mal e intento equilibrarlo. Pero creo que para torear hay que ser pasional y tener fuego, sí.