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Laponia finlandesa: Círculo Polar blanco

larazon

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Es la región más septentrional de Finlandia, tierra de renos, lagos y auroras boreales. La Laponia finlandesa es uno de esos sitios donde aún puedes encontrar naturaleza virgen, una paraíso para los amantes de los deportes de invierno y un oasis de paz para los que busquen alejarse del bullicio de la ciudad.
Descansa todo el invierno bajo cero, sus gentes están acostumbradas a vivir a -25º pero el frío no eclipsa el encanto de esta tierra tan mística como legendaria.
La visitamos ahora que va dejando atrás la noche, ahora que está vestida de blanco, que cada día gana algo de luz y antes de que la primavera acabe con la nieve de sus paisajes y se lleve la última aurora boreal.
Llegamos a Helsinki con la compañía Finnair y puntualidad suiza, aunque a partir de ahora podríamos decir lapona. 50 minutos de escala y rumbo a Rovaniemi, la capital de la Laponia finlandesa.
Cuando llegamos a las 17.30 apenas queda luz y la noche no tarda en echarse encima, aunque bastan 10 minutos en taxi para llegar a la ciudad y al hotel que nos aloja, el Hotel Santa Claus. Aquí empieza la aventura...
Si el olor a nieve recién caída, las luces de la ciudad o el blanco del paisaje no te han conquistado, sin duda lo harán los detalles del alojamiento. Los hoteles de Finlandia no son ostentosos, no ofrecen grandes lujos, pero son acogedores y sobre todo, prácticos. Es fácil acomodarse para salir a dar una vuelta y buscar un sitio donde cenar, aquí todo queda cerca.
Desayuno buffet para cargar las pilas que hoy nos espera un largo día. En seguida cogemos un taxi que nos lleva a Santa Claus Village, a sólo 8 kilómetros del hotel. Aquí cruzamos el Círculo Polar Ártico, esa línea imaginaria a partir de la cual hay al menos un día en el que no se pone el sol y otro en el que es noche perpetua. Sin embargo, en esta aldea no importa la época del año o las horas de luz que haya, la magia inunda cada esquina de este lugar en el que es Navidad los 365 días del año.
Visitamos la oficina de correos de Papá Noel, recorremos los entresijos de su casa y al fin conocemos al "hombre de rojo". Nos sorprende que en la cola no son niños los que esperan, sino parejas, grupos de amigos y familias de japoneses, italianos, franceses o koreanos que guardan su turno para verle.
Nos recibe en nuestro idioma, con la amabilidad y el aspecto que todos imaginamos y con una sonrisa que no puede esconder su copiosa barba. Le escoltan sus elfos más fieles y todo allí es tan mágico que entiendes por qué este es el lugar "donde la leyenda se hace realidad".
No podemos irnos de allí sin visitar el Artice Winter World, que es –literalmente- una oda al invierno. Un hotel igloo, un bar de hielo, un tobogán de nieve o una exposición de esculturas de hielo, son cosas que sólo puedes encontrar allí, al menos todas juntas.
No nos olvidamos de visitar la Casa de las Navidades, un recorrido a través de las tradiciones navideñas de distintas culturas. Y como aún nos queda un hueco, degustamos la comida lapona en el Christmas House Restaurant, que por cierto es buffet. Si vas pensando en el típico buffet de un hotel de playa, quítate la idea de la cabeza, aquí los buffets son muy modestos. Eso sí, la comida, y sobre todo la bebida (té y café), siempre se sirven muy calientes.
Repuestas las fuerzas, volvemos a la carretera que poco a poco se va convirtiendo en un mar de olas blancas hasta la Artic reindeer farm, o la granja de renos del Ártico. Pese a que ya nos han hablado de ello, no deja de sorprendernos el hecho de encontrar a renos pastando a sus anchas por el terreno. Forman parte del paisaje y es difícil no encontrarte con uno de ellos, sea la época que sea.
El reno no es sólo una fuente de explotación turística, sino un icono de la Laponia finlandesa, hasta el punto de que hay más renos que personas. De hecho, nos cuentan que no es poco habitual que se produzcan accidentes entre un coche y un reno en las carreteras.
La cría de este animal es una herencia de la cultura sami, que sigue estando muy presente en su forma de vida actual. Todos los renos están semi-domesticados, nos dicen, y todos pertenecen a una familia, identificable por las marcas que tienen hechas en sus orejas. El nuestro desde luego no se confunde: blanco y con piel de terciopelo.
La experiencia de pasear en un trineo de renos, ya sea a la búsqueda de una aurora boreal o bajo las primeras luces del día, te traslada a otra época, a l momento en el que no había automóviles y ésta era la única forma de transporte.
Dejamos Rovaniemi pronto por la mañana, pero antes hacemos una visita a una familia especial: los Kangasniemi . Esta familia lapona vive en medio de la naturaleza más virgen. Irene recolecta setas, frutos del bosque y todo lo que el entorno les ofrezca; cocina la carne de sus renos, trabaja la piel de este animal y del pescado y enseña sus quehaceres en un modesto taller. Amable, nos invita a su casa, no sin antes pedirnos que nos quitemos los zapatos, una costumbre finlandesa. Nos invita a su sauna, un rito habitual entre los finlandeses ya que en ninguna casa falta una. Mientras tanto, su marido Ari practica con su hijo la fabricación de utensilios "samis", todo con materiales lapones en los que el reno sigue siendo el rey.
Después de disfrutar de una artesanal sopa de reno y de un postre de frutas laponas ponemos rumbo a Luosto, a 110 kilómetros de Rovaniemi.
Mientras nos regodeamos con el viaje, vemos cómo el paisaje va cambiando. Si parecía imposible ver más nieve, vemos como poco a poco las copas de los árboles se esconden bajo mantos blancos, las carreteras van desapareciendo y los neumáticos de clavos se hacen cada vez más necesarios.
Luosto se encuentra en el corazón del Parque Nacional de Pyhä-Luosto, por lo que 145 km² de bosque nos rodean. Nos alejamos en el Hotel Luostotunturi, cenamos y pronto la noche se echa encima. Luosto es el lugar ideal para ver auroras boreales, es un pueblo pequeño, con apenas 200 habitantes en invierno y casi no hay contaminación lumínica. Las puedes ver en moto de nieve, con raquetas, o si la noche está muy clara, desde el propio hotel. Si el cielo está estrellado, sólo es cuestión de suerte dar con ellas... Las "revontulent"se antojan caprichosas pero si ha habido actividad solar, sólo es cuestión de tiempo y de mucha paciencia encontrarlas. Cuando lo hagas, entenderás el misticismo y las leyendas que las rodean.
Si una palabra define Luosto es naturaleza. El paisaje salvaje, la nieve virgen, el olor a bosque... El silencio sólo lo interrumpe el cantar de los pájaros o los aullidos de nuestros acompañantes de hoy.
La ruta comienza pronto, a las 8.30 de la mañana, y el paisaje que nos acompaña es azul, como si nos hubiéramos pasado con un filtro de instagram. Se parece a eso que los finlandeses llaman kaamos y que es la máxima luz que ven en el mes de diciembre.
Pronto llegamos a la Artic Husky Farm donde nos esperan 6 perros alaskan-huskies ansiosos por comenzar el safari. Primero unas nociones básicas para familiarizarnos con ellos y ¡a volar! Y digo bien a volar porque si algo caracteriza a estos perros es la velocidad. Nos dicen que éstos sólo alcanzan los 20 km/h para evitar que algún que otro turista descarrile, pero los que entrenan para carreras profesionales de mushing pueden alcanzar los 35 km/h.
Cuando te montas en el trineo, lo primero que te sorprende es la velocidad, luego tienes tiempo de fijarte en la conexión que se crea entre los perros y el trineo: los de adelante son los más inteligentes y serenos; al centro van los revoltosos o los más novatos; y pegados al trineo, los más fuertes. Me pregunto por qué tienen tanta energía y nuestro guía nos cuenta que es el mejor momento para disfrutar de ellos. Febrero suele ser el mes más frío del invierno en Laponia -aunque este año está siendo un poco atípico- pero bajo cero, cuanto más bajo cero mejor, es cuando estos animales se encuentran más cerca de su casa.
La sensación de dirigir un trineo de huskies es inolvidable, da igual que realices el safari de 10 km o el de 30. Pero la guinda del pastel la ponen los "puppies", pequeños cachorros de Alaska que se encuentran en la granja y que nos enseñaran la cara más tierna de este precioso animal.
Camino al Restaurante Kopara nos topamos con otra granja, esta vez de renos, y más salvaje que la de Rovaniemi. Aunque la presencia de este animal es algo común en toda Laponia, el turista no acaba de acostumbrarse. En el restaurante, volvemos a ceñirnos al menú lapón: sopa de reno y pan de centeno con mantequilla.
No tenemos mucho tiempo que en media hora nos esperan en la Aurora House en Sodankylä para descubrir todos los secretos, los mitos y leyendas de las luces del norte. Allí descubriremos que el nombre "aurora boreal"o "luces del norte", es una denominación europea y su nombre en finés es revontulet que viene de las palabras tulet (fuego) y revo (zorror). Significa, por tanto, "el fuego del zorro"y su nombre proviene de la leyenda lapona o sami que cuenta que las colas de estos animales rozaban con los paisajes nevados de Finlandia y generaba esas chispas en el cielo.
Cuando acabamos la charla, ya es de noche, aunque sólo son las 5, así que ponemos rumbo al Luostotunturi y al snow games para plantarnos las raquetas de nieve y aplicar todo lo que hemos aprendido para buscar una noche más las luces del norte.
El día ha sido largo así que nos acercamos al Santa´s Hotel Aurora –muy cercano a nuestro hotel, para probar su restaurante. Puedes pedir a la carta o acogerte al menú de tres platos: 37 €, económico para los precios de Laponia y la calidad del lugar. Esta noche toca crema de setas, solomillo de reno en salsa de arándanos y tarta casera. Sin duda hemos elegido la mejor opción para despedirnos de Laponia degustando su gastronomía más tradicional...
Aprovechamos las últimas horas que nos quedan en Laponia para probar las pistas de trineos que rodean el hotel y hacer una nueva ruta con raquetas de nieve, esta vez de día. El paisaje parece otro, aunque el silencio y la majestuosidad del bosque, siguen siendo los denominadores comunes de nuestra excursión.
Pronto, transporte a Rovaniemi y vuelta a casa dejando atrás el frío, la nieve, el silencio y la cultura de un pueblo que conserva el respeto y el culto de sus aborígenes, los samis, a la naturaleza.