Xavier Ribalta: por todos los mayos que faltan
El músico rinde homenaje a un tiempo mítico de la canción en la Península Ibérica con «Canciones intemporales», un CD que se entrega hoy gratis con LA RAZÓN
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Quedamos en el café Gijón de Madrid para hablar con Xavier Ribalta (Tárrega, 1943), pionero de la Nova Cançó y figura legendaria de la canción popular en España. «Aquí paraban unos personajes impresionantes en los años 60. Había tertulias, para hablar de lo que no se podía, y conspirar. Guardo un gran recuerdo de esa época en Madrid, donde aprendías cada día, escuchando. Había poetas malditos, bueno, todos lo eran, y en general gente que vivía a salto de mata», dice sentado en una pesada silla de acero forjado en la terraza del Paseo de Recoletos. Ribalta fue testigo y protagonista de una época, la que explotó tras el surgimiento de la Nova Cançó en Cataluña y que tuvo ramificaciones por toda la Península Ibérica. Un colectivo de «trovadores y juglares que surgieron en todas las regiones y pueblos de Sefarad», como describe Jon Juaristi el fenómeno que encarnaron desde Raimon, Aute, Paco Ibáñez y Labordeta a Imanol, Miro Casabella o, en Portugal, José Afonso. «Una canción con la que yo aprendí el significado de la palabra solidaridad», dice Ribalta acerca de la materia prima del trabajo que ahora publica y que rinde homenaje a todos ellos: «Cantos intemporales».
Ribalta compartió «el pan de la amistad y los escenarios» con todos. «Aunque se puede decir que falte alguno en el disco que publico ahora, los que están, son». Además, representan a casi todos los territorios de la Península. «Es un compendio de los pueblos hispánicos, que es más preciso filológicamente que decir ibéricos –concede Ribalta–. Es un abrevadero donde bebe el pueblo, la canción popular. Y el disco rinde homenaje a un colectivo de gente que lo hizo posible. Porque cuando surge todo este movimiento, las gentes de la calle lo impulsaron. Allá donde íbamos, las personas corrientes, el panadero, el pintor o el obrero en general eran quienes se juntaban para poner dinerito y traer a los músicos. Era un hermanamiento necesario, había esa solidaridad».
Dijo Vázquez Montalbán que este era el movimiento cultural más importante del siglo XX. «Y la gente se sorprende, pero es la verdad. Pero parece que esa historia está olvidada y ojalá este disco sirva para abrir un poquito los ojos, porque no se puede pasar de tiempo sin conocer de dónde venimos. Esto abre ventanas».
Ribalta se fascinó primero con Emili Vendrell y el Gran Caruso, hasta que con 16 años fue a Francia a cantar en terrazas y restaurantes y llegó a conocer a Léo Ferré, su gran ídolo. Profundizó en la «chanson» y regresó a Barcelona, donde voló con «Al vent» de Raimon. Tuvo una epifanía con aquel himno y dedicó su trayectoria a la canción popular y a los temas propios que buceaban en la tradición. También cantó a los poetas catalanes, transmutándose en ellos para sentir su obra y transmitirla. «Alrededor del movimiento de la Nova Cançó había unos poetas y me angustia que caigan en el olvido. Pienso que hoy en día evolucionamos hacia la frivolidad y las distracciones. Encuentro a faltar filósofos, poetas y pintores. Parece que el tiempo se ha empobrecido y lo triste es que todo aquello surgió precisamente cuando había muchas complicaciones y dificultades con la censura y la persecución. Ahora hay posibilidades y medios, pero cierta pobreza. Tengo la sensación de que a la juventud le está robando algo esta sociedad, consumista, materialista, insolidaria... ensimismada». Por eso, y por su propia deuda con su tiempo y sus compañeros, interpreta himnos inmortales como «Al alba», «Palabras para Julia», «O meu país», «Canto a la libertad» o «L’emigrant», entre otras. «Aquellas eran voces libres. Hoy, veo con tristeza que la cultura no está en manos del pueblo, sino manipulada desde arriba. Ahora todo es plastilina. Y será que yo no lo capto, porque lo intento, pero no puedo», dice Ribalta.
Mayo del 68 fue un fracaso: creíamos que cambiaríamos el mundo. Por eso faltan muchos mayos»Xavier Ribalta
Él mismo se enfrentó a la censura. Y fue detenido varias veces. A raíz de un concierto en Madrid en 1968 en el que se produjeron disturbios, le prohibieron volver a actuar en territorio español. «Pero yo nunca quise hacer de eso... Nunca quise ser un mártir. Quería que me conociesen por mis canciones, no por otra cosa». Ahí regresó a Francia y vivió el mayo del 68 en París. «Creíamos que íbamos a cambiar el mundo. Había una fuerza que parecía que podía con todo. Pero fue un gran fracaso. El momento fue hermoso y cambiaron ciertas cosas, pero pensé que sería más radical. Viendo lo que vivimos después hasta llegar a hoy en día, creo que faltan muchos mayos». Quizá estos «Cantos intemporales» nos los traigan de vuelta.