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El Atlético renuncia a la Champions

La entrada de Joao Félix ilusionó a los rojiblancos, pero el portugués no fue suficiente para superar al Leipzig

Oblak se lamenta después del segundo gol del Leipzig
Oblak se lamenta después del segundo gol del LeipzigMiguel A. LopesAP

Cuesta entender algunas decisiones de Simeone. Cuesta entender que Joao Félix comience en el banquillo. Cuando entró cambió el partido y el Atlético, en lugar de ser un equipo que sólo miraba hacia atrás, empezó a mirar hacia delante. Un caño, una pared, un penalti y gol. Todo lo hizo el portugués desde su entrada. Quizá para el Cholo era el plan perfecto, esperar a que apareciera el cansancio para que Joao, un futbolista exquisito pero un poco frágil, apareciera en todo su esplendor.

Pero la decisión del Cholo estaba forzada por el resultado. Por ese 1-0 que señalaba el marcador después de una jugada espectacular del Leipzig, que movió la pelota con rapidez y agilidad para que el Atlético no encontrara la manera de fijar la defensa hasta que Sabitzer la puso en la cabeza de Dani Olmo.

Cuesta entender también las decisiones de algunos futbolistas del Atlético. Como Lodi, que con su equipo intentando remontar se dejó caer en el área después de desbordar al defensa. Difícil entender lo que pasó por esa cabeza para ganarse una tarjeta amarilla innecesaria con un piscinazo incomprensible.

Pero todo eso lo cambió Joao Félix. Hasta que apareció él, ocho jugadores protegían a Oblak en su área o en los alrededores a la espera de una carrera milagrosa que le llevara hasta el gol. Ése fue el plan del Atlético durante muchos minutos para derribar al Leipzig, un rival ofensivo, de los que en teoría gustan al equipo rojiblanco, pero que lo iguala en desgaste físico.

Eso hacía del equipo alemán, presionar y correr. Un rival muy complicado para el equipo del Cholo. Presionaba con intensidad para recuperar la pelota y recorría los mismos kilómetros a pesar de dominar la pelota durante dos tercios del tiempo de partido.

El Atlético estaba tranquilo, porque tenía a Oblak detrás y porque a los alemanes les costaba encontrar una grieta en el muro rojiblanco. Hasta el área todo estaba bien para ellos, especialmente peligrosos por la banda izquierda por la que entraba el lateral español Angeliño. Pero el guardameta rojiblanco apenas tuvo que intervenir más allá de un remate de cabeza de Upamecano a la salida de un córner.

El joven central del Leipzig era una de las armas de su equipo en ataque. Atravesaba las líneas con la pelota controlada de la misma manera que lo hacía Manolo Sanchis en sus tiempos de central del Real Madrid. Ganaba metros sin tener que arriesgar en pases complicados, armado con su confianza y su capacidad física.

La respuesta del Atlético llegaba por la izquierda, en las arrancadas de Carrasco, que encontraba un socio perfecto en Lodi. Los dos se juntaron para crear la primera jugada de peligro de verdad del partido. Porque el Atlético llegaba menos, pero con más peligro. Se permitió incluso reclamar un penalti, un mímimo roce casi inapreciable de Gulacsi con la pierna de Saúl, que tropezó y cayó. Señalar los once metros hubiera sido una exageración, pero cualquier cosa es posible en los tiempos del VAR.

El Leipzig tampoco concedía demasiadas oportunidades para el contraataque. Los futbolistas rojiblancos tenían mucho terreno por recorrer y Kampl siempre estaba bien colocado en el centro del campo para recoger esas pelotas que el Atlético enviaba con más desesperación que fe.

Joao Félix había cambiado todo, pero no era suficiente. El Leipzig encontró el gol definitivo en un contraataque que permitió a Adams disparar desde fuera del área. Un mal remate que Savic, como un poste dentro del área, convirtió en bueno al despistar a Oblak.

El Atlético se había sentido campeón durante los tres meses del confinamiento después de eliminar al Liverpool, el actual poseedor del título. La sensación no cambió cuando el sorteo lo emparejó con el Leipzig y le despejó el camino de los rivales más poderosos, el Bayern, el Barcelona, el City. Pero la maldición de Lisboa es fuerte. Aunque Oblak intentara convertirse en Sergio Ramos en los últimos minutos. El Atlético había regalado su mejor oportunidad para ser campeón de Europa.