Real Madrid

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¡Y todavía hay gente que discute a Zidane!

El marsellés es un genio en las alineaciones y los cambios, pero su mejor faceta es la de gestor de grupos

Zidane, en la banda del Alfredo di Stéfano durante el Clásico
Zidane, en la banda del Alfredo di Stéfano durante el ClásicoAFP7 vía Europa Press

Al periodismo guay se le llena sistemáticamente la boca de la palabra “Barça”. “Barça” por aquí, “Barça” por allá, “Barça” por acullá. Por no hablar de lo “bonito” que, según ellos, juegan siempre pese a que Xavi viva hace años en Qatar, Iniesta esté disfrutando de una semijubilación dorada a 10.000 kilómetros de distancia y Messi ni esté ni se le espere desde hace al menos tres temporadas. Pero por mucho que lloren y se quejen, lo del sábado fue un recital de un equipo que tanto el periodismo patrio como ese cuento chino que es Transfermarket habían situado unos cuantos peldaños por debajo de su oponente en valoración. Olvidaron que, de momento y hasta nueva orden, Zidane es diez veces mejor entrenador que un Koeman que va camino de tomar el avión de vuelta a Holanda por mucha Copa del Rey que pueda ganar el sábado.

A un entrenador hay que medirle básicamente por dos factores: las alineaciones y los cambios. Y en eso el marsellés es un genio. Lo de anteayer fue para enmarcar. La sorpresa de Fede Valverde, que fue quien inició con su brutal velocidad el camino del primer gol, y esa envolvente que hizo la defensa para anular sistemáticamente el juego adversario fue clave para dejar encarrilado el partido en la primera parte. Y luego activó el on de los cinco centrales con la salida de Marcelo al terreno de juego, solución táctica que imposibilitó definitivamente la resurrección de un impotente Barça, que quería pero no podía. Dicho todo lo cual, lo del francés es de matrícula de honor. Se ha sacado de la manga un central en el que no confiaba nadie, Militao, y al que algunos malvados apodaban “Limitao”. El experimento Lucas Vázquez ha salido a las mil maravillas pese a que, para un servidor, es mejor extremo que lateral. Pero ha suplido la ausencia de ese fuera de serie que es Carvajal con brillantez. De Nacho no hace falta que me cuenten nada porque me lo sé todo. Eso sí: sigo sin explicarme cómo no es titular indiscutible. Y renovar a un Modric por el que ya nadie daba un duro es otro acierto que sólo tiene un padre: Zizou. Benzema es el que durante 12 temporadas esperábamos que fuera, un crack, y con Vinicius, al que ha enseñado a rematar, rompió al Liverpool y encauzó una eliminatoria que a todos, menos a él, se nos antojaba entre complicada y misión imposible.

Más allá de cualquier otra consideración lo que más me sorprende es cómo ha conseguido gozar de una defensa de garantías pese a que falta el mejor central del mundo, Sergio Ramos, y el profesionalísimo Raphaël Varane. Buena parte de la culpa la tiene un Courtois que pasa por ser el número 1 en su puesto en estos momentos. El miércoles, con la resaca del repaso a los reds en la retina de cualquier futbolero, a tres días del Clásico, estuve con el muy colchonero —nadie es perfecto— alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, que me espetó: “Lo que me resulta alucinante es que aún haya gente que discute a Zidane”. Pues eso. La que le liaron al humilde entrenador blanco fue de las que hacen época. Todos le daban por desahuciado tras el Alcoyanazo pero resurgió de sus cenizas cual Ave Fénix. Como cuando en 2016 tomó un equipo tan deshecho como, lógicamente, desmoralizado, y en un pispás de menos de cuatro meses lo hizo campeonísimo de Europa en Milán.

Con todo, su mejor faceta es la de gestor de grupos. Ahí no tiene rival en el mundo-mundial. Nadie protesta. Todos están contentos, jueguen o calienten banquillo. Lo gane todo o no gane nada, siempre habrá quienes le regateen sus méritos. Pero para tapar la boca de sopetón a estos mentecatos basta con exhibirles el palmarés de nuestro protagonista: ostenta tres Champions, más que ningún otro entrenador vivo, excepción hecha de un Ancelotti que las ganó en 11 años frente a los tres que tardó su antaño segundo. ¡Ah! No quiero terminar sin exhortar al barcelonismo a saber perder. Lo de anteayer fue un resultado justo. No hubo penalti a Braithwaite por mucho que se empeñen pinochescamente y sí debió haber roja de Gil Manzano a Busquets tras su violenta entrada a Lucas Vázquez. Salvajada que no mereció ni una mísera amarilla. Y, entre lamento y lamento culé, lamentos todos ellos más falsos que Judas, el madridismo emplaza al eterno rival parafraseando a Laporta: “Ganas de volver a ganaros”.