Baloncesto

Cuando la raza superior no podía jugar en la NBA

La mejor liga de baloncesto del mundo estaba vedada a los negros hasta el fichaje de Chuck Cooper por los Boston Celtics el 1 de noviembre de 1950

Chuck Cooper, el primer jugador de color en jugar en la NBA
Chuck Cooper, el primer jugador de color en jugar en la NBAlarazon

Cuando el mundo era un lugar apaciblemente previsible, la temporada oficial de la NBA empezaba en la víspera de Todos los Santos, eso que ahora se ha dado en llamar Noche de Halloween. La mejor liga del mundo dobló el ecuador del siglo XX, como toda la sociedad estadounidense, transitando a trompicones hacia el fin de la segregación racial. ¿Alguien se imagina hoy un baloncesto sin jugadores negros? Pues nadie había visto lo contrario hasta aquel primero de noviembre de 1950, cuando arrancó la quinta edición de la National Basketball Association con plantillas enriquecidas por los primeros hombres «racializados» –escrito quede en el estúpido lenguaje moderno– que saltaron al parqué.

La historia de Chuck Cooper en la NBA arrancó unos meses antes en el hotel donde se celebraba la elección de jugadores universitarios para el curso 50/51. Con el número catorce, en la primera ronda, los Boston Celtics elegían a este alero de la Universidad de Duquesne, un modesto «college» católico de Pensilvania que admitía a alumnos de color. El legendario base Bob Cousy, que también ficharía aquel verano por la franquicia de Massachusetts, reveló años más tarde una conversación entre Walter Brown, el propietario, y uno de sus consejeros: «¿No sabes que has fichado a un negro?» «Me da igual que tenga en la piel rayas, cuadros o lunares. Todo lo que sé es que ese chico juega bien al baloncesto y quiero que venga a los Celtics».

Cousy, apodado Houdini porque hacía desaparecer el balón ante las narices de tres defensores hasta ponerlo en las manos de un compañero desmarcado, era el prototipo de blanco progresista de la época. Hijo de una familia adinerada de Manhattan y educado en las instituciones más exclusivas de Nueva Inglaterra, fue el cicerone de Cooper en el mundo de blancos que entonces era el deporte profesional. Durante su primera temporada juntos, en la víspera de un partido en Carolina del Norte, la dirección de un hotel segregacionista quiso enviar al jugador negro a otro establecimiento: ambos tomaron el tren de vuelta a Boston y se negaron a jugar.

«Fuera de la cancha, de Chuck Cooper se dijo que no tenía «el atractivo racial» de Jackie Robinson, quien rompió el techo de cristal del color de piel en el béisbol en 1947, con los Dodgers de Brooklyn, pero eso no significa que no se enfrentara al racismo. Piensas en el mundo del baloncesto de hoy y se contratan psicólogos y oradores motivacionales para unir a los equipos y entonces, estas personas fueron excluidas. No podían ir a comer con el equipo, no podían tomar un taxi para ir a ver una película juntos mientras tenían tiempo libre en muchas de las ciudades», contó su hijo homónimo en una entrevista reciente a la web oficial de la NBA.

Aquel primero de noviembre de 1950, dos muchachos negros debutarían en la NBA: Chuck Cooper en los Celtics contra los Pistons, por los que ficharía unos años después; y Earl Lloyd con los Washington Capitols frente a los Rochester Royals, un encuentro que se adelantó unas horas por cuestiones de calendario y en el que el alero virginiano se convirtió en el primer hombre de color en pisar una cancha como baloncestista profesional.

Como novato, Chuck Cooper completó una temporada más que honorable: 9,5 puntos y 8,3 rebotes por partido en la primera temporada con récord positivo en la historia de la franquicia de Boston, donde permaneció cuatro años antes de fichar por los Hawks y los Pistons. El cáncer acabó con su vida de forma prematura, a los 57 años, y fue incluido en el Salón de la Fama en 2019, a título póstumo. Su condición de pionero, más que sus casi 500 partidos en la NBA, así lo exigían.