Entrevista

Carolina Marín: "Mis padres me decían: 'Pero Carito, hija, ¿qué es eso del bádminton?'"

Pionera y referente, ahora está feliz y con los Juegos de París en mente tras haber pasado "los tres peores años" de su vida por dos lesiones de rodilla y, sobre todo, la muerte de su padre: "Estuve en un agujero", asegura en esta entrevista en la que también repasa su trayectoria y habla del lado humano de los deportistas: "No somos robots"

Carolina Marín, campeona de bádminton @Gonzalo Pérez Mata
Carolina Marín, campeona de bádminton @Gonzalo Pérez Mata Gonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Carolina Marín (Huelva, 30 años) lo ha pasado mal, pero ha ido superando los golpes que le ha dado la vida los últimos años. En sus rodillas se ven las cicatrices ya cerradas, de forma literal y metafórica, de las operaciones. Uno de los tatuajes que luce es en recuerdo de su padre, “su papá”, como lo llama ella varias veces en la entrevista, fallecido en 2020. Admite que entró “en un agujero profundo”, pero ahora está feliz y su raqueta vuelve por donde solía. Fue finalista del Mundial el pasado agosto (es tres veces campeona del mundo, siete de Europa y oro olímpico) y la alimenta el sueño de los Juegos de París 2024. Ya tiene puesta en el escritorio de su móvil la foto de la medalla.

¿Qué ha supuesto jugar la final del Mundial?

Lo que ha supuesto es un chute de confianza hacia mí misma, de ver que puedo, de saber que estoy otra vez en lo más alto. Me había mermado mucho esta segunda lesión de rodilla porque anímicamente había sufrido mucho, mentalmente muchísimo más porque cuando empecé a competir no estaba preparada, seguía teniendo dolor en la rodilla, estaba muy incómoda, no era capaz de hacer dos o tres días seguidos de entrenamientos buenos y cuando uno no hace un cúmulo de entrenamientos es muy complicado poder rendir bien en una competición. Eso era lo que me estaba pasando: entrenaba, pero tenía que parar por ese dolor o incomodidad en la rodilla y luego tenía que competir porque la federación mundial me obliga porque tengo que pagar unas multas si no lo hago, y una no se siente preparada para competir y al final vas, los partidos no salen bien, la frustración se acumula más... Ha sido complicado, pero es cierto que verme en una final del Mundial... Aunque me dio rabia porque en esa final no saqué lo que quería, no salió esa Carolina que a mí me hubiera gustado, pero bueno, saqué muchas cosas positivas de toda la semana.

¿Dice que le multan?

Sí, cuando estás en el top 10 o 15, te obligan a ir a un mínimo de torneos, a los cuatro Masters 1.000, a los seis 750 que hay, a la mitad de los 500... Es complicado, porque tienes que seleccionar muy bien el calendario. Nosotros sacrificamos el Open de Japón que era justo en julio, tres semanas antes del Mundial, lo hablé incluso con mi marca principal que es Yonex, que patrocina ese torneo, ellos me entendieron y lo aceptaron, pero tuve que pagar esa multa de 5.000 dólares porque para nosotros lo que más primaba en ese momento era la preparación del Mundial.

Volvamos a su recuperación. ¿Ha sido más complicado el aspecto físico que el mental?

Sí, sí. A ver, el físico es tener un poco la paciencia en cuanto a la recuperación de la rodilla, me refiero a los tiempos que te va marcando. Muchas veces quieres ir más deprisa de lo que la rodilla te marca, pero a veces es mejor ir paso a paso que dar dos hacia delante y luego retroceder tres. Aquí es lo que te van marcando los tiempos que te dice el cirujano que te ha operado, y yo estoy rodeada del mejor equipo y me fío de los tiempos que me van marcando.

Se la señala como una referente en temas de salud mental. ¿Se ha apoyado mucho en psicólogos para superar esos malos momentos por la lesión?

No es simplemente la lesión, he pasado por los peores años de mi vida, desde 2019 hasta el año pasado han sido años muy, muy complicados, de una montaña rusa, tanto en lo deportivo como en lo personal. Llevo trabajando con mi psicóloga desde 2018 y apoyarme en ella me ha ayudado muchísimo, porque aparte de estresarme, de sacar todas las emociones que iba teniendo en cada etapa que he ido sufriendo, eso me liberaba mucho.

Ha llorado más de una vez...

Muchas veces...

"Te vienen muchos pensamientos: no sé si voy a volver a competir, cómo voy a afrontar la recuperación, miedos, dudas, inseguridades"

Dice que le seguía doliendo, pero jugaba. ¿De donde saca esa capacidad de sacrificio?

Esa capacidad de sacrificio, aparte de llevarlo innato, yo creo que cuando uno quiere algo mucho le da igual lo que haya por delante, el obstáculo que haya delante, que lo intenta superar de alguna forma. Al final, me rompo la primera rodilla un año antes de los Juegos Olímpicos, después llegó la pandemia y eso me permitió tener un año más de preparación, pero justo en la pandemia mi papá tiene un accidente y a los pocos meses lo pierdo, intento superarme de nuevo para buscar esa motivación otra vez en el deporte y seguir adelante, y cuando mejor me encontraba de estado de forma y mentalmente, a dos meses de los Juegos de Tokio me rompo la segunda rodilla, encima en la pierna dominante, la izquierda, la que tiene toda la carga. Era piedra tras piedra, yo decía: “No me puedo creer que en dos años me pase todo a mí”. Entonces, de alguna forma intentas sacar lo positivo dentro del agujero en el que te encuentras, porque al final es muy duro, sales una vez, sales una segunda, pero entonces hay una tercera y te vuelves a encontrar en un agujero muy, muy profundo. Es verdad que te vienen muchos pensamientos a la cabeza: no sé si voy a volver a competir, cómo voy a afrontar la recuperación... Muchos miedos, muchas dudas, inseguridades, y son momentos que nadie los ve, sólo la gente que me rodea, principalmente mi equipo, ni siquiera mi familia, porque al final yo vivo en Madrid y mi familia está en Huelva, entonces son pocas las personas que sufren esos momentos conmigo.

A veces se critica a los deportistas sin tener en cuenta sus circunstancias...

Muchas veces la sociedad y la humanidad son muy críticas y exigentes. Yo me he puesto en la piel de otros deportistas y me da a la vez que pena, mucha rabia porque, jo, la gente no sabe todo lo que hay detrás, parece que hay que ganar siempre, parece que somos robots, y no, tenemos nuestras emociones, malos días, cosas personales de las que nos intentamos evadir porque puede afectar a tu trabajo, al máximo rendimiento. A veces se ha criticado a Nadal, y me da mucha pena, porque sé lo que hay detrás. Antes me decías si he llorado mucho, he llorado muchísimo, casi todos los días, pero eso nadie lo sabe. Por eso me da pena que no se valoren las cosas. También tengo que decir que yo casi nunca he tenido esa exigencia de fuera de tener que ganar, a día de hoy lo que me dicen es que no tengo ya que sorprender a nadie, que he dado mucho a mi país, a mi tierra, a mi deporte. Cuando yo leo eso es de agradecer porque significa que la gente te entiendo. ¿Quién más que un deportista va a querer ganar?

¿Es fácil distinguir el dolor “normal” de un deportista, porque lleváis el cuerpo al máximo, de uno que puede acabar en lesión?

Yo diría que casi todos los días entrenas con alguna molestia o algún dolor. A día de hoy te diría que sé cuándo parar, pero aún así es complicado. Es lo bueno y lo malo que tenemos los deportistas de alto nivel, que nuestro franja de dolor está más allá de lo que una persona “normal” puede llegar a tolerar, eso es bueno, pero también malo porque a veces no sabemos cuándo parar y ahí es cuando puede venir una lesión grave.

Los Juegos de París. ¿Son un “alimento”?

Sí, sin duda, ha sido mi motivación y lo que me hacía levantarme día a día después de romperme esa segunda rodilla.

¿Tiene como fondo del escritorio del móvil la medalla de París, como hizo antes de los Juegos de Tokio, para motivarse?

Pues tengo que decirte que la he puesto hace una semana, así que eres el primero que lo sabe.

En los Juegos se cumplirán diez años del primer Mundial que ganó. ¿Ha cambiado mucho su deporte y usted como deportista y persona?

Ha cambiado todo, el deporte, el juego, yo como persona y deportista. Al final una crece, madura, ve el bádminton de otra forma, o a veces lo quiere ver de otra forma porque es cierto que cuesta hacer un cambio radical. El nivel que yo tenía hace diez años no es el mismo que ahora, también ya tengo 30, a nivel de recuperación el cuerpo cuesta un poquito más, es cierto que soy afortunada porque a pesar de las lesiones el físico me sigue respetando pero a nivel mental tengo mucha experiencia, he aprendido, aunque a veces se nos olvida que soy persona, soy humana, y vuelvo a recaer en los mismos errores, pero por eso, porque soy humana, y cuando pasa no queda otra que aprender, analizar lo que pasa e intentar que no se vuelva a repetir mucho más.

A veces ha hablado de que le salían, de los nervios, hasta eccema. ¿Lo controla mejor con la experiencia?

Eso me sale inmune a mí, no es por los nervios ni por el estrés. Los nervios siguen estando a pesar de todos los años de alto nivel y alta exigencia, pero creo que son buenos, si sabes controlarlos es como esa adrenalina que necesita tu cuerpo porque se siente presionado para, digamos, entre comillas, salir a la guerra, que en este caso es jugar un partido. Creo que sin esos nervios estaría demasiado relajada y para mí no sería bueno.

Le cambia hasta la cara cuando compite.

Sí, se puede decir que soy dos personas diferentes, dentro de la pista y fuera de ella.

En Asia fue una celebridad, una estrella, antes que en España. ¿Hasta qué punto?

Me suele pasar en países como Indonesia e India. Me acuerdo hace unos años cuando fui a jugar la liga india, teníamos unos días de descanso y fui con el equipo a un mercado de una de las ciudades. Yo iba con una gorra, con gafas, de turismo, muy tranquila, y de repente me vi rodeada de 20 personas y claro, imagínate, al resto de gente le llamaba la atención, querían saber qué pasaba, y tuvo que venir alguien del equipo medio a sacarme de ahí. Es cierto que casi a cualquier sitio que voy me suelen reconocer, pero yo agradecida, no tengo ningún problema.

En España ya le pasará también...

Aquí ha cambiado, antes era desconocida pero ahora casi a cualquier sitio que voy la gente me anima, me agradece lo que hago, me da las gracias por los valores que muestro, sobre todo a los más jóvenes, me transmiten mucho cariño, me piden fotos, autógrafos, me dan ánimo para seguir, me preguntan mucho por mi lesión, si ya estoy recuperada.

Y si ve en un parque gente jugando a bádminton se acerca...

Sí, sí, claro. Yo siempre tengo la anécdota de que en pandemia, cuando estuvimos tres o cuatro meses en casa, yo no pude coger ninguna raqueta porque también estaba en el hospital con mi papá, pero me hacía muchísima ilusión cuando en redes sociales veía que la gente se ponía su red y jugaba a bádminton. Me hacía mucha ilusión, pero decía: “La gente está jugando a bádminton y yo no puedo ni coger una raqueta”. Yo, además, vivo en una zona que tengo un parque muy cerca y cuando salgo a dar un paseo me encuentro a padres con sus hijos jugando y me hace ilusión.

Ellos sí pueden tener una referente, algo que usted no tuvo...

Para mí era complicado, yo no tuve un referente de mi deporte, y me siento orgullosa de haber podido abrir camino en mi país. Cuando la gente sabe quién soy a mí lo que más me enorgullece es que saben lo que hago, y es que juego a bádminton, y eso para mí es lo más importante, que la gente sepa lo que es el bádminton, que se aficionen, que quieran seguirlo, que quieran seguirme a mí... Eso es lo que más ilusión me hace.

"El secreto es la constancia, no hay más: hay un vídeo de cuando tenía nueve años y era muy mala, nadie podía ver ahí a una campeona"

¿Quién le habló por primera vez del bádminton?

Lo he contado muchas veces y nadie me cree, pero en mi familia soy la única deportista. Fue un poco inesperado, nadie sabía lo que era el bádminton, yo tampoco, y una amiga con la que iba a clase a bailar flamenco me dijo un día que me fuera a jugar a un deporte. Teníamos un pabellón muy cerca de donde vivíamos en Huelva. Yo como casi siempre me animo a todo fui, y me llamó la atención porque nunca lo había visto en ningún sitio, el volante, que, claro, no era como el de ahora, con plumas de verdad, era de plástico, pero me llamó la atención porque nunca lo había visto. Me gustaba que podía jugar con mi amiga y con otros niños, y eso hizo que me fuera enganchando. Mis padres, de hecho, me preguntaban: “Pero Carito, hija, ¿qué es eso del bádminton?”. Y así fue. Luego, como soy tan competitiva, algo divertido lo llevo un poco más allá, que es la competición.

No me diga que esa primera vez no se le dio bien, porque no me lo creo...

Pues créetelo, yo era muy mala. De hecho hay un vídeo por ahí que me pasó el padre de una niña con la que jugaba, con nueve años, porque yo empecé a jugar al bádminton con ocho, y era muy mala, de ahí era imposible que nadie dijera que iba a salir una campeona de España, ya no te digo ni de Europa ni del mundo. Para mí la clave es la constancia y el trabajo, no hay más secreto que ese.

Pero pronto empezó a destacar porque con 14 años dejó Huelva para ir a Madrid. Ese fue otro momento duro...

Sí, yo pasaba por un momento delicado, mis padres se acababan de separar, al final soy hija única, en Madrid no tengo nada de familia, la tengo toda en Huelva. Era un momento, ufff, muy complicado. Mi padre lo primero que me dijo fue que no, mi madre sí se lo pensó un poquito más. Gente de la Federación habló con mis padres, yo también casi se lo suplicaba, que me dieran esa oportunidad, y finalmente aceptaron.

Lleva tatuada la palabra “resiliencia”. ¿Qué significa para usted?

Siempre me ha marcado esa palabra, pero sobre todo los tres años que dije al principio de la entrevista, porque cada obstáculo que he tenido lo he superado, y para mí significa eso, no rendirse.

Tiene otro tatuaje más especial todavía, por su padre.

Sí, tengo unos cuantos, y uno es la inicial de mi papá con el infinito.