Bádminton

El regreso de Carolina Marín tras su grave lesión: estabilidad emocional, torniquetes en las piernas, control del sueño...

LA RAZÓN comparte un entrenamiento con la campeona olímpica en la recta final de su recuperación. “No debe tener miedo de la rodilla, lo que hacemos aquí es más duro que lo que se encontrará en un torneo”, dice Fernando Rivas, su entrenador

Fernando Rivas y Carolina Marín, con un esparring de Indonesia, durante el entrenamiento en el CAR de Madrid
Fernando Rivas y Carolina Marín, con un esparring de Indonesia, durante el entrenamiento en el CAR de MadridAlberto R. RoldánLa Razón

«¡Ay!», suspira Carolina Marín. En el módulo de bádminton del CAR de Madrid el entrenamiento se empieza a poner duro. Muy duro. La respiración de la deportista ya se escucha acelerada. «Me quiero morir», llega a exclamar, e incluso al final de alguna serie se apoya en la raqueta y se agacha en busca de aire. Se detiene sólo un momento porque el ejercicio todavía no ha terminado, le quedan unas cuantas rondas más. Llama la atención que en los muslos lleva una especie de refuerzo. «¿Son pesas?», es la pregunta para el entrenador, Fernando Rivas. «Son torniquetes», responde éste. «¿Cómo?». Y se explica: «Trabajamos con resistencias, con métodos para generar un poco de hipoxia más localizada [en las piernas] y hacer que así las fibras musculares desarrollen una capilaridad mayor y que pueda no sólo aguantar más, sino recuperar antes». El esfuerzo es notable: primero, fuerza tirando de una cuerda que opone mucha resistencia durante medio minuto, varias repeticiones, lo que pone el corazón a mil, y después sin descanso repetir el mismo movimiento en la pista con la raqueta. Y siempre con los torniquetes.

Fernando Rivas y Guillermo Sánchez, el preparador físico, consultan los datos del entrenamiento en el ordenador
Fernando Rivas y Guillermo Sánchez, el preparador físico, consultan los datos del entrenamiento en el ordenadorAlberto R. RoldánLa Razón

Fernando está subido en un banco y tira plumas, una detrás de otra, atrás y adelante. «Esta se me ha hecho muy corta, no nos comamos el tiempo», protesta el técnico por una serie que le ha sabido a poco. La actividad está siendo controlada en un ordenador. Pendiente de los movimientos, Guillermo Sánchez, el preparador físico. Marín lleva un sensor que monitoriza todo. «Se mide la calidad de la aceleración de los movimientos y cómo va perdiendo capacidad de acelerar, lo que nos da un índice del grado de fatiga en el que se encuentra. Si teníamos pensado hacer tantas series, pero en una determinada se ha llegado a una incapacidad de acelerar que hemos establecido previamente, paramos para no forzar», sigue narrando Fernando Rivas. Cada detalle cuenta y el descanso es uno de los importantes. «Todos los días duerme con una banda en la que se va midiendo la variabilidad cardiaca de manera continua durante toda la noche y Guillermo es el encargado de analizar los ciclos de sueño y cómo está a través no sólo de esto, sino del estado de humor y de una serie de cuestiones que se lanzan por la mañana nada más levantarse», explica el técnico. En función de eso se prepara el entrenamiento del día.

Mucha ciencia para pulir el cuerpo, pero una parte importante también es la psicología, el trato, la cabeza. Porque Carolina Marín está en la parte final de su regreso a las pistas después de su segunda lesión grave en una rodilla. En enero de 2019 se rompió el cruzado anterior de la derecha y en junio de 2021, el de la izquierda. El proceso está cerca de finalizar. Ahora se irán a Sierra Nevada, donde la pluma va como una bala en la altitud. La idea es volver a un competición en el Europeo de Madrid (25- 30 de abril), un mes después de lo previsto, pues el covid también se cruzó. «Los resultados tarde o temprano estoy seguro de que vendrán, ahora no debe obsesionarse en ganar o perder, y sí en disfrutar y en poner en práctica lo que hemos entrenado. En no tener miedo de la rodilla porque lo que hacemos aquí es bastante más duro que lo que se va a encontrar en un torneo», asegura Rivas.

¿Cómo está la rodilla? «Sana, ya veis que se mueve casi con total normalidad», contesta Rivas. «Es verdad que cuando la exigimos se resiente, es una rodilla operada; pero dentro de la normalidad, más allá de las preocupaciones que nos dio sobre todo al principio, cuando empezamos a movernos, que sí había algunas molestias que no habíamos experimentado con la otra rodilla», continúa. Esta vez tenía afectado también el menisco y se lo han tomado con más calma. Si en la anterior lesión impactó ver a Marín cinco días después de la operación en la pista con una raqueta en una mano y la muleta en la otra, ahora, al principio, se centraron «más en rehabilitar que en entrenar». La primera vez también había prisa por la clasificación para los Juegos y eso supuso un «desgaste emocional grande para Carolina», pero esta vez no hay gran torneo por el que correr. «Era absurdo forzar y le hemos dado un verano más tranquilo basado en que estuviese bien emocionalmente», cuenta Rivas. Eso ha ayudado a que ahora esté con muchas ganas y motivación.

Carolina tenía ya en mente defender su oro olímpico. Estaba todo el mapa pensado, la preparación física y mental, ella lo había «interiorizado»: la imagen de fondo de su móvil era la medalla, como alimento para el día a día. Cuando está así es la mejor, pero no lo pudo demostrar. Lo pasó mal tras volver a caer, pero «tuvo un click»: los Juegos de París no estaban tan lejos.

Antes de la parte más exigente y física del entrenamiento, Carolina Marín se prepara con un esparring que han traído de Indonesia. «Carol, ahora te la va a tirar más difícil», dice Fernando Rivas. El técnico es exigente y muchas veces pregunta a su pupila por qué ha hecho esto o lo otro. «Piensa más», le suelta también. Hablan mucho para analizar lo que sucede. El tono es serio, pero no al nivel de tensión que se vio en alguna conversación que aparece en su documental de Amazon. «Eso no es habitual. Es normal que a veces se despiste y que quiera hacer cosas que a veces son incompatibles con lo que dice que desea, pero para eso estoy yo que soy en ese sentido Pepito Grillo, aunque menos amable que Pepito Grillo, para recordarle: “Si quieres esto, esto que estás haciendo no estás bien; si quieres lo otro, lo podemos hablar y reconfiguramos», desvela Rivas, que sí admite que en 2017 tuvieron una etapa complicada, pero por el desgaste de la preparación del año anterior para el oro de Río.

Rivas lleva toda una vida con Carolina, desde los 14 años, cuando ella se mudó de Huelva a Madrid y él era como «un padre adoptivo». Ha vivido el paso de la niña a la mujer y respeta la evolución. Lo que no se negocia es la exigencia. La sesión extra de físico es porque unos días antes tuvo un compromiso comercial que no se pudo saltar. No le perdona una. «En un partido las otras le van a perdonar menos. Nadie va a ser agradable, irán a hacerte todo el daño que puedan. En ese sentido soy muy exigente e intento replicar el entorno al que se va a enfrentar cuando compita con estrés, cansancio, miedo. Otra cosa es cuando son entrenamientos técnicos de desarrollo, ahí mi comunicación es diferente y la manera en la que explico los ejercicios es diferente, intento desarrollar o activar áreas del cerebro diferentes o neurotransmisores diferentes para que el aprendizaje se lleve a cabo», expone.

¿Y se queja? «Se queja, pero no le hago mucho caso...», desvela Fernando, y se ríe. «No. Es muy disciplinada. Muchas veces le dices de cortar aunque teníamos planificada otra serie mas y es ella la que dice: “No, no, vamos a hacerla”. Eso ha necesitado de una pedagogía desde que era pequeña, pero ahora ya sé que si dice “no” es que no puede más, pero no ocurre prácticamente nunca».

Al fondo de la pista hay un cartel con fotos de Carolina y las palabras: «Calma, alegría, fuerza». Y al lado: «¡Claro que puedes!».