Golf
A rueda: Tiger vuelve a la vida
«Es increíble verle jugar así de nuevo». Como un fan más, Rafa Nadal, buen amigo de Tiger Woods, estuvo ayer en Bahamas para ver en directo cómo remataba su regreso a la competición el mejor golfista de los últimos treinta años, el segundo con más grandes conquistados (14, sólo por detrás de Jack Nicklaus) y el segundo deportista que más dinero ha ganado con la escalofriante cifra de 1.650 millones de dólares.
Visita al infierno
Un icono que, sin embargo, viene de visitar el mismísimo infierno. Poca gente esperaba verle otra vez en un campo de golf después de salir a la luz aquel vídeo de mala calidad que la policía de Florida filtró a la prensa. Descalzo, con dificultades para mantener el equilibrio y balbuceando ante las preguntas de los agentes. Así apareció Tiger Woods ante el mundo. Un coctel de medicamentos para aplacar el dolor tuvo la culpa, según explicó. Parecía el final de una gran historia, otro Mike Tyson, otro Allen Iverson. Ídolos que no supieron vivir sin el aplauso, sin la victoria, sin la gloria.
Jugar sin dolor
Los últimos años de su vida han sido terribles. «Apenas podía caminar, cambié el palo de golf por una muleta. No salía de casa», confesó Tiger la semana pasada ante los medios de comunicación de medio mundo. Woods relató con precisión quirúrgica su calvario, como si de un exorcismo se tratara, quizá buscando ahuyentar la mala suerte que ha perseguido a su físico. Cuatro operaciones de espalda en tres años habrían acabado con la vida deportiva de cualquiera, pero parece que no con la de Tiger. Adicto al trabajo físico y a la disciplina militar, Woods ha vuelto al circuito en el Hero World Challenge. Su posición final, lejos del ganador, importa muy poco a los aficionados. La magia parece que sigue ahí. Sólo necesita que el dolor le dé una tregua de una maldita vez.
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