Operación Puerto

«No escuche a nadie»

Las defensas de Manolo Saiz, Eufemiano y Yolanda Fuentes piden a la jueza que se abstraiga de la «presión mediática e internacional»

Manolo Saiz, junto a otros imputados en la Operación Puerto.
Manolo Saiz, junto a otros imputados en la Operación Puerto.larazon

La última palabra de Eufemiano Fuentes llenó la macrosala del juzgado de Julián Camarillo. Pero el esperado discurso del doctor se quedó en unas discretas palabras. «En 25 años de profesión jamás he perjudicado la salud de mis clientes ni he tenido reclamaciones por un mal tratamiento», se defendió. «Tampoco aquí ha comparecido nadie que haya acreditado un daño producido por mis métodos», añadió. Eufemiano, que no quiso hacer declaraciones a la salida del juzgado, se mostraba más contenido que nunca. «Hago lo que me dice mi abogado», afirmó. Fuentes, que dio la impresión durante el juicio de seguir siendo «el jefe», adoptó una actitud humilde en el último momento. Contenido, aunque fue el único de los imputados que ejerció su derecho a la última palabra. Nada que ver con la alegría de su hermana Yolanda. Cuando se abrió la puerta de la sala, abrazó a su abogado, Ignacio Arsuaga, y se lo «comió» a besos. «¡Qué bien has estado!», le decía la hermana de Eufemiano. Arsuaga, con un estilo muy personal, se mostró convencido de la ausencia de pruebas contra su defendida. «Nos sentimos indefensos porque no sabemos de qué se la acusa», dijo. «Lo único que tienen contra ella son dos conversaciones telefónicas. Habla dos veces en 20 días con su hermano. No hay ninguna conversación con Merino Batres», asegura. Nada, en su opinión, que permita culpar a Yolanda Fuentes de un delito contra la salud pública como autora o colaboradora necesaria. «No escuche a las presiones. No me escuche a mí tampoco. Escuche sólo las pruebas, escuche la Ley», decía a la jueza Ignacio Arsuaga, el abogado de Yolanda Fuentes. El letrado, como antes habían hecho las defensas de Manolo Saiz y de Eufemiano, pedía a Julia Patricia Santamaría que no cediera a las presiones mediáticas o de organismos internacionales. «Estamos de acuerdo en que hay que terminar con el dopaje y que ésta es una oportunidad, pero no es el debate y tampoco el momento ni el lugar», añadía.

Los abogados de las defensas insistieron en que el hecho juzgado no es el dopaje, a pesar de lo que pueda parecer. «Hasta 2006, no hubo legislación en España sobre el dopaje. Es una oportunidad de oro para limpiar el deporte, pero el bien jurídico protegido es la salud pública», aseguró Ignacio Arroyo. El defensor de Manolo Saiz pidió la absolución para su representado. «No se le puede considerar autor del delito porque es algo que la legislación reserva a quien expenda o despache productos prohibidos», se defiende. Algo, en su opinión, que en casos como éste se reserva a «médicos o farmacéuticos». Tampoco podría ser colaborador necesario: «El único no identificado por su alias es Jandro y el instructor confirmó que no era Manolo Saiz».

La sangre ni se expende ni se despacha. «No es un producto prohibido», dice Arroyo. En la indefinición del concepto legal de sangre está el origen del juicio. Los defensores se agarraron a la Ley del Medicamento que lo reconoce como un tejido, lo que invalidaría gran parte de las acusaciones. «Me llamó la atención la frase de la abogada del Estado que pidió a la jueza que ''dejara al margen cualquier estimación legal sobre la sangre''», aseguró Tomás Valdivielso, el letrado de Eufemiano Fuentes. «Es algo más propio de una rueda de prensa que de juzgado de lo penal», lamentó. El juicio no se acaba en la sala