Copa del Rey

Atlético de Madrid

El cazador, cazado

La Razón
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Ganó el Barça a un Atlético insufrible primero, voluntarioso después y por una suma de factores nada anecdóticos, al margen de las polémicas arbitrales y la dureza (sí, dureza) «canchera» del duelo. Trató Simeone de encerrar a Messi con un diestro, Gámez, de lateral izquierdo, a pierna cambiada para evitar las diagonales del argentino, pero no le funcionó el experimento. Ni a Simeone, ni al «2» trasladado al «3». Leo desconcertó a Gámez saliendo de su primer regate no «mar adentro» sino hacia la línea de fondo, como un extremo-extremo a la vieja usanza, como si fuera Ufarte, para que me entiendan los rojiblancos. Y metió en un laberinto a toda la zaga del Atlético.

Aculado en tablas

No fue lo único que no le salió al campeón de Liga. Y no funcionó nada porque el equipo de Simeone se aculó en tablas, en su peor versión taurino-defensiva y de llamemos «intensidad», ¡ah intensidad!, esa polémica palabra cargada de múltiples traducciones. Fue un 4-4-2 sin salida por el otro carril, el de Juanfran, que bastante tenía con Neymar. Y tampoco hubo conexión de «jugones»: Tiago-Koke-Arda. Un Atlético horroroso.

Libreto cambiado

Messi le había cambiado el libreto a Simeone, a Gámez, a todo el Atlético, que se vio a contrapié: tenía que atacar en estático (la asignatura que peor se le da) y lo intentó con todas sus torres (salió el «Niño» y se situó junto a Mandzukic y entró el legionario Raúl García) aún a riesgo de verse pillado a la contra por el Barça. Era el mundo al revés. El cazador, cazado... Y si el 2-0 no debió subir al marcador (Leo se había llevado el balón con la mano), un toquecito suave en la escala Richter del argentino a Gámez propició un penalti «así, así», que abrió el partido. Pero lo cerró Messi. No merecía más la intensidad del Atlético.