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La última goleada de Quini

El Bruejo fue despedido a lo grande en el estadio que a partir de ahora lleva su nombre. La Puerta 9 fue un santuario. Todo el fútbol español estuvo en Gijón. Hubo colas interminables.

Imagen de archivo de Enrique Castro «Quini»
Imagen de archivo de Enrique Castro «Quini»larazon

El Bruejo fue despedido a lo grande en el estadio que a partir de ahora lleva su nombre. La Puerta 9 fue un santuario. Todo el fútbol español estuvo en Gijón. Hubo colas interminables.

Gijón amaneció gris, plomizo, frío y lluvioso para despedir al más reluciente y brillante jugador en la historia del Sporting. Gotas de lluvia, y lágrimas, muchas lágrimas, en el adiós de Enrique Castro «Quini». La ciudad se volcó desde primera hora de la mañana con su ídolo, con su Brujo, que se ha ido sin despedirse, sin avisar, de una forma inesperada. Hoy será enterrado en Avilés, en la intimidad familar, pero ayer Asturias y gentes del fútbol, llegadas de muchos rincones de España, se volcaron en su adiós. Representantes de clubes, excompañeros, jugadores en activo y miles de aficionados anónimos no quisieron faltar en su despedida. Quini se lo merecía.

También se merecía que el estadio donde comenzó a romper redes llevara su nombre y así se hizo. El pleno del Ayuntamiento, reunido con carácter de urgencia, aprobó por unanimidad –la alcaldesa Carmen Moriyón pertenece a Foro Asturias– que a partir de ahora el estadio se llame El Molinón Enrique Castro «Quini». Se decretaron tres días de luto en la ciudad y las banderas ondean a media asta desde ayer en honor de uno de sus hijos adoptivos. Quizá el más importante, el más conocido.

Los restos del jugador fueron trasladados desde el tanatorio hasta el estadio donde quedó instalada la capilla ardiente. Y a las doce se abrieron las puertas, había gente desde horas antes, pese a lo intempestivo del día, para que los aficionados pudieran darle su adiós. Al tiempo, la Puerta «9», el número que llevaba Quini en su espalda, se convirtió en un pequeño santuario. Velas, flores, recuerdos, mensajes escritos en papeles se fueron depositando en el suelo. Lágrimas furtivas en muchas mejillas de los congregados. Era el reconocimiento a Quini, a sus goles, a su personalidad, a un hombre bueno que lo dio todo por los colores rojiblancos.

Las lágrimas del padre de Villa, balbuceante cuando era interrogado por los compañeros de Radio Marca, eran reflejo del cariño que se le tenía y se le tiene a Quini. Luego aparecieron sus excompañeros Eloy, Redondo, Joaquín y una amplia representación del Oviedo con su presidente, con el entrenador Anquela y con Toché. Anquela desveló que Quini le llamaba muchas veces después de los partidos para interesarse por el equipo.

Y por la tarde, el funeral sobre el césped. Una grada llena, unos momentos intensos y emotivos. Unas palabras preciosas del cura Fernando Fueyo y una familia desgarrada por la inesperada marcha de Quini. La suya y la de miles de aficionados al fútbol que le recordarán siempre. «Vamos a pedirle a Quini que nos espere en el cielo», dijo el parroco sportinguista.

Los silencios se interrumpieron y se entremezclaron con los aplausos cuando Pipo Prendes desgarraba su voz con esta letra «Están rotos nuestros corazones. En el cielo suena tu canción. Nadie podrá nunca olvidar la dulce voz de quien dio todo». Los decibelios de la emoción, del afecto a Quini, resonaban en su estadio.

Eran los instantes finales de un emotivo acto al que no quisieron faltar José Ramón Lete, presidente del CSD; Juan Luis Larrea, presidente de la gestora de la Federación Española de Fútbol; Carlos del Campo, en representación de LaLiga; Luis Rubiales, aspirante a la presidencia del fútbol español y Emilio Butragueño en nombre del Real Madrid. Luis Enrique fue en la expedición del Barça en la que estuvieron, al margen de dos directivos, los exjugadores Alesanco, Asensi y Fusté, presidente de los veteranos del club. Fue la última goleada de Quini.