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Fórmula 1
No puede dejar de sorprender que la serie de Netflix dedicada a mostrar, un año después, los entresijos de cada temporada de la F1, «Drive to Survive», sea una de las más vistas a nivel mundial, según datos de la propia plataforma. Todo lo que se cuece dentro y fuera de la pista es tremendo, con una cantidad de intereses económicos, políticos, familiares y personales que supera a cualquier otro deporte e incluso al sector industrial.
Este miércoles, el Red Bull Racing anunciaba el cese fulminante de su jefe de equipo, Christian Horner, algo que se ha ido cocinando a fuego lento debido a las intrigas que, desde hace un año, rodean a la escudería y, por supuesto, a la compañía que da nombre la bebida energética desde que falleciera uno de sus creadores, Dietrich Mateschitz.
A partir de ahí, hubo líos con los herederos de ambas partes y, por supuesto, la estructura de Fórmula 1, que es un negocio más para la empresa (mucho más que un simple patrocinio), no se ha salvado. Hace un año empezó el fuego amigo. Horner, muy influyente en una parte de la empresa, recibió un ataque frontal al hacerse pública una investigación por comportamiento inapropiado con una de sus empleadas, a lo que siguió la filtración de conversaciones de WhatsApp que mantuvo con ella. Una investigación interna dejó indemne a Horner, pero ya estaba tocado. Antes, piezas clave como Adrian Newey (diseñador) y Jonathan Wheatley (jefe deportivo) ya habían salido de la escudería por decisión propia. Da la sensación de que el equipo que triunfó estos años atrás ha entrado en fase de descomposición y esa decadencia la dirige Helmut Marko, asesor y amigo de Mateschitz desde los principios de la creación de la estructura (2005) y responsable también de la academia de pilotos que tantos fracasos acumula en los últimamente. El austríaco se ha empeñado en ganar la batalla interna y, aunque parece tener a los Verstappen (padre e hijo) como aliados, lo cierto es que el piloto se quiere marchar, ya sea a Mercedes o a Aston Martin, a un proyecto que le pueda convertir otra vez en campeón del mundo y le pague los 55 millones de euros anuales que cobra.
En 2026, año en el que cambia la reglamentación técnica de la F1, Red Bull Racing afronta el reto sin el diseñador jefe que le ha dado tantos éxitos y, además, cambia de suministrador de motores. Habrá que ver si el legado de Newey da para tanto o el equipo entra en crisis como este año, donde el título de Constructores y el de pilotos parece fuera ya de su alcance.
A Horner le sustituirá de inmediato Laurent Mekies, que hasta hace dos años pertenecía a Ferrari como director deportivo y recaló en el equipo B de Red Bull, RB, hace poco más de un año. Ahora los rumores de una posible marcha de Horner a Ferrari toman cuerpo, porque las cosas en Maranello no están bien con Fred Vasseur. Y todo se debería al hastío de Lewis Hamilton, que no termina de adaptarse a la forma de trabajar de los italianos y habría pedido cambios drásticos a la cúpula de la fábrica, o más bien, del gigante industrial al que pertenece (Stellantis), aunque a nivel accionarial sea una empresa independiente.
Horner ha sido despedido y pasará un periodo de «gardening», sin trabajar para nadie ni tener contacto con nada que tenga que ver con la F1. Es algo habitual en los contratos, desde el más responsable hasta los puestos de ingeniería relevantes que trabajan en proyectos y pudiera revelar secretos. Si fueran seis meses (poco probable), estaría justo a tiempo para ejercer en su siguiente puesto la próxima temporada. Y en Italia la Prensa presiona para que hagan más caso a Lewis Hamilton. Empieza de nuevo la «anglosajonización» que sufrió la Scuderia cuando llegaron Todt, Brawn y Schumacher en 1998 y que supuso cinco títulos consecutivos. La etapa dorada de Ferrari.
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