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Lisboa

Ancelotti: paz, equilibrio y victoria

Carlo Ancelotti
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Cuando a Carlo Ancelotti se le pregunta sobre qué cree que pensaban los aficionados madridistas de él a su llegada al banquillo del Real Madrid, sonríe, y casi se ríe con una carcajada. Se entera de todo y sabe que muchos hinchas blancos le estudiaban con escepticismo, y más después de que se marchase Mourinho, el entrenador que hizo de la tensión una manera de competir y de vivir. La sombra del preparador portugués ha sido alargada durante toda la temporada, pero Ancelotti ha hecho como si no lo supiese o no le afectase. Sólo en algún momento presumió de resultados, cuando el equipo era el único que estaba vivo en las tres competiciones. Ha sido la victoria de la Décima, entrar en la historia, lo que ha acabado definitivamente con el fantasma del entrenador portugués. En su primer año, Ancelotti ha vencido al pasado.

No ha sido fácil. Nada más llegar fue el «pacificador», el que tenía que terminar con las tensiones de otra época y lo consiguió con relativa facilidad, pero no porque fuese su trabajo, sino porque ése es su modo de ser y de vivir. Ha sido una temporada llena de conflictos y en todos ha salido triunfador. Cuando Di María salió del campo «acomodándose», él le quitó importancia; cuando Illarramendi se disfrazó de Batman, lo consideró una cosa de juventud y el conflicto de los porteros, el más largo en el tiempo y el que le amargó durante los primeros días, ha acabado bien, y no se repetirá.

«Con Ancelotti hay más compañerismo», dijo el otro día Casillas, quién sabe si con segundas intenciones. El técnico se ha ganado a los futbolistas y les ha dado toda la importancia en los éxitos. Según sus características ha ido cambiando el dibujo del equipo: no era lo mismo jugar con Khedira que sin él; había que adaptarse al momento de iluminación de Isco. Todo, según cuenta él, ha sido en función de la opinión de los futbolistas, porque imponiendo las cosas sólo se consiguen caras largas y es casi imposible tener éxito con un vestuario dividido. «Cuando el comportamiento de un jugador me pone bajo presión, o cuando me critican los aficionados, o el club, o la Prensa... Calma. A mí me gusta hablar con los jugadores, no gritar. No soy un padre, pero sí un amigo, y también un psicólogo. Nunca he tenido una discusión fuerte con un jugador, pero sí muchas veces nos hemos reído juntos», dice en su biografía, «Prefiero la Copa». Ancelotti asegura que se ha encontrado unos jugadores entregados al fútbol y que eso ha hecho todo mucho más sencillo: «Desde el primer momento hizo hincapié en la intensidad, en el ritmo, en los valores con los que se identifica. Ancelotti fue futbolista, sabe lo que es vestirse de corto. Esta compenetración con el futbolista lo hace diferente respecto a otros entrenadores. Ojalá ganemos mucho con él y muchos años», aseguró Ramos antes del partido de ayer. Y la voz del central, ahora mismo, es una de las que más pesa dentro del equipo. Si no la que más. Ancelotti jugó en el Milan y ha entrenado a poderosos equipos en todas las grandes ligas europeas. Si sus padres eran campesinos, entregados a la tierra, él se ha convertido en un cosmopolita, capaz de adaptarse a cualquier ciudad, y lo que es más importante, entender qué es lo que se le pide en cada club grande. Cuando llegó, la crítica dijo de él que era complaciente con el poder, pero lo que ha demostrado es que puede adaptarse a las circunstancias porque es lo contrario al dogmatismo. Sus jugadores han apreciado su talante y gracias a él hasta casos que en algún momento de la temporada parecían totalmente perdidos para la causa, como Coentrao o Di María, han sido fundamentales. Una vez ganado el vestuario, el entrenador les pidió unión y equilibrio. Con Bale, Benzema y Ronaldo sabía que contaba con un equipo temible arriba, pero con mucha facilidad para romperse. Tenía que corregir eso, porque incluso en días de goleadas brillantes recibía muchos tantos. Equilibrio, repitió en todas las conferencias de Prensa. Equilibrio decía tras una victoria apurada, una goleada o una derrota: «Es una palabra muy simple, significa atacar bien y defender bien en el fútbol», explicó cuando se le pidió que contase qué quería decir su latiguillo. Las cosas, en realidad, son siempre más sencillas de lo que parecen. Al final, para lograrlo, acabó jugando con un 4-4-2 y pidiendo sacrificio a sus futbolistas. Lo pasó mal el equipo en los primeros partidos y peor cuando perdió contra el Barcelona y el Sevilla y se les escapó la Liga. Pero Ancelotti siempre mantuvo la calma. «Mis padres tenían que trabajar la tierra sin maquinaria. Se hacía todo a mano y se tardaba mucho. Y lo que sembrabas lo recogías un año más tarde, así que había que tener una enorme paciencia y no venirte abajo en los momentos difíciles. Y fue ahí donde aprendí que el arte de la calma es fundamental, y en mi vida me ha servido».

Ve películas de acción y pasea camuflado por El Retiro para relajarse. Disfruta de Madrid. Contesta todas las preguntas y en los días de más tensión, aseguraba sentirse contento. En el peor momento se le ha preguntado por su futuro y siempre ha dicho: «Está claro: el Madrid». Pero tanto él como en el club sabían que el partido disputado ayer en Lisboa marcaría lo que iba a suceder a partir de hoy. Y el futuro es suyo.