No tiene las cosas de cara el Real Madrid esta temporada, porque aquello que le puede salir mal o regular durante los momentos importantes, le sale en contra. Y eso que los blancos trataron de responder a su destino este curso con un arranque de garra en la segunda mitad y unos cambios rápidos de Ancelotti, que reaccionó mucho más pronto de lo que suele ser habitual y le salió bien hasta el punto de que el Barça vio la posibilidad de quedarse sin título.

Metió Ancelotti en el descanso a Mbappé, que había sido mimado físicamente desde que se hizo daño en el tobillo durante el choque ante el Arsenal. Y tampoco tardó demasiado en poner en el campo a Modric y a Güler, que tuvo minutos de calidad, de peso, y la responsabilidad de darle la vuelta al encuentro como protagonista. Volvió a jugar el turco en esa posición de interior en la que se le vio ante el Getafe, cuando bajaba a la altura de los centrales para coger la pelota e iniciar el juego del equipo.

Tiene calidad y personalidad el joven futbolista, al que Ancelotti ve en el futuro más en el centro del campo que en la mediapunta. Ahí se colocó en la final ante el Barcelona y dirigió el juego del equipo en el tramo en el que el Real Madrid se puso por delante.

Es un plus su buen pie para asociarse en el centro y también lo es en las jugadas a balón parado. No le estaban saliendo bien a los blancos esas acciones este curso, pero los dos goles en la final de la Copa del Rey vinieron así. Primero la falta directa de Mbappé y luego el cabezazo de Tchouameni tras un córner botado precisamente por Arda, que ya le dio una asistencia así a Rüdiger en la prórroga de semifinales frente a la Real Sociedad, en la acción del tanto que llevó al Madrid a jugar por el título.

No fue suficiente la entrada de Güler y los movimientos de pizarra rápidos de Ancelotti, pero el turco pudo sentirse importante en un momento crítico y sigue dando pasos para ser un jugador del Madrid por mucho tiempo.