Opinión

PSG-Real Madrid, algo más que una final anticipada

El equipo de Ancelotti es favorito. Neymar ni está ni se le espera y Messi es un jugador finiquitado. Sólo el futuro futbolista blanco Kylian Mbappé mantiene el tipo

Kylian Mbappé celebra un gol con el PSG
Kylian Mbappé celebra un gol con el PSGMichel EulerAgencia AP

Thibaut Courtois lo pudo resumir más alto, pero no más claro hace unas semanas en una entrevista en el diario As: “El encuentro contra el PSG es una final anticipada”. Esto de jugar el Día de los Enamorados, o el día después en este caso, contra equipos españoles empieza a ser una tradición en el equipo parisino. Les sucedió contra el Fútbol Club Barcelona en esos octavos de 2017 conquistados por los catalanes gracias a la intercesión del árbitro germano-turco Aytekin, que se inventó penaltis, se comió otros y alargó el encuentro hasta que los culés marcaron y salió el resultado que él quería o que habían decidido los barandas de Nyon. Cómo serían de cantosas las cosas que el propio presidente de la UEFA, el siciliano Aleksander Ceferin, perdón, el esloveno Aleksander Ceferin, tuvo que reconocer públicamente que Aytekin se había “equivocado”. Tan listo como malo, o sea, que fíjense si es listo, el número uno del fútbol continental optó por ese mal menor que supone achacar a un “error humano” lo que en realidad había representado algo infinitamente más grave y no sé si con sobrecogedoras razones de por medio.

Teniendo en cuenta que el Real Madrid está que se sale, infinitamente mejor de lo que todos intuíamos en los albores de la temporada y tras la anterior que concluyó en blanco, y que el PSG es la mejor plantilla del planeta, hay que colegir que el guardameta estaba en lo cierto cuando soltó semejante sentencia. Un plantel que cuenta en sus filas, y más específicamente en la delantera, con Messi, Neymar y Mbappé, es una realidad de otro planeta. El drama para los parisinos, y la gran noticia para los merengues, es que disponer de los mejores no te garantiza nada, es más, en la mayoría de las ocasiones es contraproducente. A la Casa Blanca ni se lo van a decir ni se lo van a contar: el Madrid de los galácticos se paseó como alma en pena por Europa entre 2003 y 2006 pese a disponer en el once inicial de Beckham, Zidane, Ronaldo, Figo y Raúl, entre otros. Vamos, que abarrotar de estrellas un conjunto no garantiza el éxito sino estadísticamente lo contrario. Los blancos conquistaron cuatro Orejonas en 2014, 2016, 2017 y 2018 porque no había superávit de gallitos sino más bien uno solo, Cristiano Ronaldo, para el cual todos trabajaban como hacen esos gregarios de los equipos ciclistas con el jefe de filas. Y ahora ese club-Estado que es el PSG se parece cada vez más a un Cosmos neoyorquino en el que estuvieron desde Pelé hasta brevemente Cruyff, pasando por Beckenbauer, Neeskens, Chinaglia o Carlos Alberto.

Neymar ni está ni se le espera y Messi da la sensación de ser un jugador más finiquitado que otra cosa, tal y como se atisbó en su último año en el Barcelona. Claro que su gran especialidad es permanecer desaparecido cual Guadiana y reaparecer letalmente cuando se ve las caras con su gran rival histórico. Suma sólo siete goles a estas alturas, algo inusual en un futbolista que anotaba todos los años entre 50 y 60. Sólo el futuro futbolista blanco Kylian Mbappé mantiene el tipo con 21 tantos y 16 asistencias. A más, a más, hay que recordar otro dato que concede a mi juicio la vitola de favorito a los de Carlo Ancelotti: su colega Mauricio Pochettino llega más fuera que dentro del PSG y con la plantilla ninguneándolo día sí, día también. Si palma, será despedido ipso facto, y si supera los octavos sabe perfectamente que le darán el finiquito el 30 de junio porque Zinedine Zidane está fichado.

Más allá de lo deportivo, está en disputa el modelo de club, la concepción del fútbol, la guerra entre los clubes de toda la vida y los que llegan con la manguera infinita de estados dudosamente democráticos. La batalla fuera del campo se dirime entre un Real Madrid que opta por hacer los deberes financieros, por gastar menos de lo que ingresa y por construir equipos a largo plazo y un PSG al que consienten transgredir el fair play por razones bastardas que algún día se sabrán y que compra peloteros sin ton ni son -cuenta con ocho porteros profesionales en sus filas-. Sea como fuere, una cosa está clara: el Real Madrid es favorito, por poco, pero favorito, en la batalla que se librará sobre el césped del Parque de los Príncipes y sobre el del Bernabéu, pero también en ésa a largo plazo entre los clubes honrados y quienes quieren aplastar a los demás a base de petrodólares de dudoso origen. Y ojito al arbitraje: el capo Ceferin está al servicio del PSG y odia al Real Madrid. Me temo lo peor.