Atlético de Madrid
Impotente Atlético
El Atlético de Madrid empató a cero goles en el partido de la tercera jornada del grupo C de la Liga de Campeones contra el Qarabag, en Baku, en un encuentro malo de los rojiblancos, que no supieron marcar un gol.
¿Dónde vas Atlético? Jugando como ayer a ninguna parte. Era una final, el equipo se jugaba la vida para seguir vivo en la Champions y el empate, ante el modesto Qarabag, le complica muchísimo la clasificación. Y no hay excusas porque las sensaciones no fueron buenas, porque no supo leer el partido, porque se mostró sin la intensidad de otras veces y porque la falta de puntería es una constante desde hace meses.
El Atlético jugaba con fuego y se quemó. Estaba obligado a ganar y en ningún momento dio la sensación de que tenía hambre y necesidad ante un rival ordenado, bien colocado, con las ideas claras a la hora de mover la pelota y con la inocencia lógica de un equipo que juega en una liga menor. Con el nombre y las rayas rojiblancas no se gana a nadie, pero los jugadores debieron pensar lo contrario y saltaron al precioso estadio de Bakú con un conformismo inhabitual. Debieron pensar que no había enemigo y que todo era coser y cantar.
Y no fue así. Sin Koke, pero con el griposo Griezmann, Simeone apostó por devolver a Gameiro a la titularidad y a Gaitán en la plaza del canterano. En el costado izquierdo, Carrasco con Gabi y Saúl por el centro. Y ni un pase bueno y ninguna entrada por banda en una primera media hora en la que mandaron Almeida y el español Míchel. Cuando despertó el Atlético fueron Carrasco y Griezmann lo que dieron señales de vida con dos ocasiones. Tampoco el Qarabag se había preocupado de inquietar a Oblak y el juego siempre moría en las áreas. A Vrsaljko y Filipe Luis les faltaba profundidad y sus centros, en sus pocas llegadas, no alteraron la buena disposición de los centrales y el meta Sehic, muy seguro en los balones aéreos en el arreón final del Atlético en busca del gol por lo civil o por lo criminal.
Se esperaba que el Atlético abriese el libro en la segunda parte, que la bronca o la charla de Simeone les hiciese cambiar de mentalidad. Por lo menos más agresividad, más tensión, más juego entre líneas y algún remate a puerta. Lo básico en el fútbol cuando, además, el triunfo es obligatorio. Sin embargo, la partitura siguió desafinando, el libro siguió cerrado en la estantería y, aunque pareció que hubo un atisbo de presión e intensidad fue un espejismo. Al revés, el Qarabag crecía en el centro del campo y Simeone tiró de Thomas para que Saúl estuviese más liberado. Se fue Gaitán (15 meses y ningún partido bueno), jugador de buen toque, que mezcla pases acertados con errores.
El panorama no cambiaba. El Atlético era un equipo plano, romo, perdido en su ansiedad y en su falta de ideas. Nadie ponía pausa. Faltaban triangulaciones, balones en condiciones para Griezmann. Atasco en el área rival y falta de puntería, de remate en condiciones. Y la solución fue meter a Torres y Correa. Había que revolucionar el partido, meter una marcha más. Carrasco y Gameiro se fueron al banco rumiando su ineptitud.
Las soluciones y el ansiado gol no llegaron. Al revés, una jugada de Godín con Ndlovu provocó la segunda tarjeta al delantero rival. ¿Piscinazo o penalti? Complicada decisión que favoreció al Atlético, que, en superioridad, tampoco encontró la fórmula. Los balones aéreos para el portero, aunque hubo empujón a Torres en un centro de Gabi. Penalti al limbo. El que se fue al infierno fue el Atlético. No jugó a nada y eso, claro, se paga. El borrón de Bakú no estaba en el programa. El panorama se complica. Fiasco.
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