Opinión

España debería aprender de Nadal y Djokovic

Las derrotas ayudan a redimensionar las victorias y son un escarmiento aprovechable

La selección volvió a trabajar en grupo
La selección volvió a trabajar en grupoRFEF/Pablo GarciaRFEF/EFE

Las derrotas ayudan a redimensionar las victorias y son un escarmiento aprovechable si el deportista y su entorno no son mucho de mirarse el ombligo. Nadal y Djokovic son el mejor ejemplo. El Stalingrado que protagonizaron en la Philippe Chatrier fue conmovedor, aunque cueste asimilar que llegarán primaveras en las que Rafa ya no levante la Copa de Mosqueteros. La derrota en la semifinal ante el serbio es una bofetada de realidad ante lo que se avecina. «Nadie es eterno, no se puede ganar quince veces, pero volveré», dijo el zurdo. Algo parecido debió pensar Miguel Ángel después de crear La Piedad o el David. Luego llegó el Moisés. Ná. Rafa deja la puerta abierta al regreso a París y a lograr un título más. Serían 14, pero a quién le importa que se quede en 13, gane 14 o se dispare a 15. Lo suyo es irrepetible. Hay que ser muy egoísta o un inconsciente para pedirle más.

Djokovic se ha reinventado en menos de ocho meses para volver a la final de París. Y en ese momento es en el que se encuentra la selección. España está inmersa en un proceso que tenía que haber empezado mucho antes. La Roja de Lucho llegó un día en el que se miró al espejo y se sintió como la/el que quiere emprender la operación bikini el 15 de junio. Luis Enrique ha metido el bisturí. Limpieza étnica en un vestuario. Nada de sanear, a saco. Me sirve, no me sirve, me gusta, no me gusta... el qué dirán se la trae al pairo. Saber escuchar a quien merece la pena es otra virtud poco extendida.