Copa del Rey

Greif y el Mallorca que pudo con todo ante la Real Sociedad para meterse en la final de la Copa del Rey

El portero para un penalti en el partido y otro en la tanda para tumbar a la Real Sociedad y meter a su equipo en la final de Copa

SAN SEBASTIÁN, 27/02/2024.- El guardameta del RCD Mallorca Dominik Greif detiene el penalti que lanza Mikel Oyarzabal, de la Real Sociedad, tras la prórroga del partido de vuelta de las semifinales de la Copa del Rey que Real Sociedad y RCD Mallorca disputan este martes en el Reale Arena, en San Sebastián. EFE/Javier Etxezarreta
La parada de Greif a Oyarzabal en la tanda de penaltis que terminó siendo definitiva para el triunfo del MallorcaJavier EtxezarretaAgencia EFE

El nuevo héroe del Mallorca se llama Greif y es portero. Un jugador de casi dos metros que despejó con los pies el penalti lanzado por Brais durante el partido y con las manos el de Oyarzábal en la tanda, y con ello metió a su equipo en la final de Copa 21 años después (puede leer aquí la ficha y el minuto a minuto del partido, que acabó 1-1 y 4-5 en los penaltis).

Los insulares no perdonaron ni una de las penas máximas. Darder marcó la quinta, y señaló con el dedo a su guardameta, a Greif, y ahí comenzó la piña y la montonera de jugadores vestidos de rojo celebrando una noche histórica.

Habían podido con todo, porque si el fútbol es un estado de ánimo, como decía Valdano, en la Real Sociedad el estado de ánimo es Oyarzábal. Tocado, con problemas en el peroneo y en el bíceps, saltó el capitán al campo medio cojo para rescatar a su equipo, para empatar, pero después fue él, el especialista desde los once metros, el que tropezó. El Mallorca supo resistir a ese empata y a una jugada de los donostiarras que traerá cola porque es imposible saber si el despeje de Samu al tiro de Tierney fue con el balón detrás de la línea de gol por completo, ya en la prórroga. No hay tecnología de gol en los campeonatos de España y se echó en falta un día muy señalado. Como no se podía saber, prevaleció lo que dijo el árbitro Gil Manzano y se mantuvo la igualada que duró hasta el final.

Fue un trabajo fantástico el del Mallorca durante toda la noche, con obstáculos que pudo ir superando. Estaba esperando el descanso con una sonrisa, cuando una jugada se la borró. Centró Zubimendi y Raíllo tenía el brazo separado del cuerpo, interrumpió el pase y Gil Manzano pitó penalti. Todo el buen trabajo que habían hecho durante 44 minutos parecía que se iba al traste en el último instante. Pero Greif comenzó ahí su gran noche, tan largo es que aunque se lanzó a su izquierda, con los pies pudo despejar el tiro de Brais al centro. Respiró el equipo de Javier Aguirre, que había logrado contener a su rival en una primera parte muy cerrada. Se esperaba un dominio o un acoso del conjunto de Alguacil, pero no se produjo.

Lo peor para la Real Sociedad estaba por llegar, porque nada más comenzar la segunda parte encontró el conjunto de Aguirre la acción que buscaba, de lado a lado, de un carrilero, el izquierdo, Jaume Costa, al otro, el derecho, Gio, que remató de cabeza. El desconcierto se apoderó de los locales. No era nada de lo esperado en una noche con un ambientazo espectacular en el Reale Arena. Se fue en busca del empate la Real, pero todo era precipitación. El movimiento siguiente de Alguacil estaba claro: Oyarzábal tenía que salir a jugar. Su sola presencia ya supuso una unidad más de ruido en las gradas y después cuando marcó el gol ya llegó la locura. Pudo resarcirse Brais del fallo en el penalti dando la asistencia al capitán, que se coló a la espalda de la defensa y remató como pudo con la derecha, cruzado. Parecía que la Real ya tenía hecho lo más difícil. El Mallorca empezó a sufrir un poco más, por mucho que ya estuviera Muriqi sobre el césped. Pero supo hacerlo y tuvo la pizca de suerte en la acción de Samu, que en realidad fue doble porque primero despejó el cabezazo de Mikel Merino que iba para dentro, y después el tiro a trallón de Tierney.

La jugada se produjo en una prórroga que pudo no producirse porque Jaume Costa lanzó alta la única acción en la que el Mallorca logró salir en la segunda parte. Se defendió con solidaridad y tampoco concedió demasiado el equipo isleño. Según avanzaba la prórroga el cansancio se adueñó de todos. Y el miedo a perder por un error. Los penaltis estaban cantados, y Oyarzábal, el ídolo, local, encontró la réplica en la estirada del héroe visitante.