Río de Janeiro
La manada más alegre
El equipo de rugby 7 femenino debuta mañana. «El rugby es como un puzle, una depende de la otra», lo definen las jugadoras
El equipo de rugby 7 femenino debuta mañana. «El rugby es como un puzle, una depende de la otra», lo definen las jugadoras
Entrenan duro, muy duro las jugadoras españolas del rugby 7, un deporte nuevo en los Juegos que promete emociones por el modo de competición: partidos de dos partes de siete minutos; correr, chocar, puntuar. Fuerza y estrategia. Un despiste, y adiós, por eso José Antonio Barrio, «Yunque», el seleccionador, grita. «Sigue, Amaia», dice. «Dentro». «Fuera». «Pérdida aquí, cagada». Barrio pregunta a sus chicas por qué han tomado una decisión y explica por qué hacer esto o aquello. Participa en algunos ejercicios de fuerza por parejas, cuando se ha dividido al grupo y una parte hace flexiones mientras repiten en alto: «Uno, dos, tres...».
Ríen y se divierten cuando se les pide que, para el reportaje, cada una presente a la compañera que tiene al lado. Son las «Leonas», pero tienen nombres y apellidos. Empieza Patricia García: «Ella es Irene Schiavón y es la culpable de que yo haya empezado a jugar al rugby. Es potente, juega de delantera y siempre está para apoyar». Sigue Irene: «Ella es María Casado. Una palabra con la que la definiría es ‘‘entusiasmo’’». María habla de Iera Etxebarría: «Juega de ala, es muy silenciosa, pero a la vez hace mucho grupo». «Muchas gracias», contesta Iera, que define a María Ribera. «Maribí, para los amigos, es trabajo. Siempre está activa en el campo ayudando y haciendo de todo... Y me encanta su sonrisa. Es el lindo pulgoso», suelta, ante la risa general. Lo encaja bien Maribí, que se pone con Eli Martínez: «Nuestra capitana, siempre hace que todas estemos en la tarea, y es potencia y avance». A la capitana le toca Paula Medín: «En el rugby se la conoce como Alevín. En el campo nos da velocidad y fuera es la ligona del grupo». Empiezan los murmullos. «Ella –describe Alevín– es Lourdes Alameda, una persona que hace mucho equipo, que en el campo es una tía fuerte, gran placadora, y con buen manejo de balón. También es muy ligona y me quita ¡todos los novios!», grita para el desmadre general. Alameda mantiene la calma y analiza a Marina Bravo: «Es una de las tres capitanas. Sabe manejar muy bien el balón, tiene buena visión de juego, es buena en el contacto y me da mucha tranquilidad. Me lo paso muy bien con ella porque somos muy tontas y junto con el resto hacemos mucho el imbécil».
El ambiente de grupo es envidiable. Marina se pone de rodillas para agradecer las palabras y le hace a Lourdes un anillo con un trozo de césped antes de que llegue su turno: «Ella es Ángela del Pan, lleva jugando muchísimos años y lo que más me gusta es su experiencia. Es una líder, un ejemplo para todas». Ángela: «Ella es Amaia (Erbina) y es la frescura y la sinceridad, porque no se corta en decirte las cosas. Y nuestra explosividad». Amaia cierra el círculo: «Aquella es Patricia García, la cabeza pensante y quien dirige el juego».
Al entrenamiento faltan tres miembros que no se quedan sin su definición. María Ribera habla de Bárbara Pla: «Su palabra es ‘‘incertidumbre’’. Tiene muy buena evasión, agrupa muchos defensores y encuentra ella los huecos o los deja a las demás». Alevín continúa con Berta García: «Muy alta, tiene el cuerpo perfecto, y buena velocidad punta. La única capaz de mantener 100 metros, pum, pum». Entre todas se atreven con Vanesa Rial: «De las más rápidas, placadora y da buenos pases. Fuera del campo es graciosa, tiene humor negro y la llamamos la chunga». «La water party (aguafiestas) con la música», le dicen, y no se puede defender.
La música mueve al grupo después del entrenamiento y antes de los partidos, en el vestuario, donde Iera prefiere concentrarse sola y las capitanas dan un mensaje motivador. Tienen una canción especial que habla de cómo afrontar el miedo y que ponen en momentos importantes, como el último duelo contra Rusia, en el Preolímpico donde competían 16 selecciones, que ganaron, y por eso están en los Juegos para debutar mañana ante Francia y la poderosa Nueva Zelanda. Fue un cúmulo de sensaciones irrepetible: «Emoción». «Euforia»... «Y alivio», admiten.
Todas viven del rugby en la actualidad por las becas, pero no siempre ha sido así, ni seguramente será en el futuro. «Esto ha sido cien por cien trabajo y cero por ciento suerte», asegura Alevín. Los Juegos les dan visibilidad y se han empeñado en aprovecharlos. Es su momento en un deporte que definen como «muy completo»: «Cada jugadora tiene un porcentaje de responsabilidad: las hay más de fuerza, de velocidad... Es como un puzle, una depende de la otra. Lo bonito del rugby es que nos compenetramos».
Así son las «Leonas», mote que les viene por el animal que figura en la camiseta y con el que se identifican sin excepción: «Somos ‘‘Leonas’’ porque nos gusta cuidar de la manada», afirma Marina Bravo para encontrarse un «ohhh» por respuesta.
En manos de «Yunque»
José Antonio Barrio, el seleccionador de rugby 7 femenino, no se acuerda de la primera vez que le dijeron «Yunque». El martillo golpea y el yunque aguanta, y todo lo aguantaba en su época de jugador del Canoe, donde convivió con el trío de ucranios que inauguró la era del rugby profesional en España. También soportó una extraña maniobra federativa, que lo apartó de la dirección de la selección tras ser cuarta del mundo en 2013. Pero «Yunque» aguantó y volvió para dirigir a sus «Leonas».
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