Vuelta a España

Ciclismo

Dumoulin no tiene fisuras

El holandés se agarra a la rueda de Aru para mantener su liderato en la Vuelta

El ciclista holandés del equipo Giant, líder de la vuelta, Tom Dumoulin
El ciclista holandés del equipo Giant, líder de la vuelta, Tom Dumoulinlarazon

A Tom Dumoulin le duelen las piernas. Como a todos. Su cuerpo nota el esfuerzo de la contrarreloj, de las tres semanas de carrera, de la pelea, pero también lo notan sus rivales. Por eso no se preocupa, se siente fuerte y capaz de todo. Y sólo tiene que vigilar la rueda de Fabio Aru para llegar a Madrid vestido de rojo. Y a eso se dedicó durante toda la etapa. Tampoco necesita fijarse en los demás. Sin necesidad de alianzas con otros equipos, sus rivales terminan haciéndole el trabajo. El cuarto vigila que no se escape el quinto, el tercero vigila al cuarto y el segundo, al tercero. Hay un plan no establecido de vigilancia escalonada que termina facilitándole la labor.

Y él lo sabe. “Si puedo estar a rueda de Aru, no va a pasar nada”, asume. Por eso responde a cada arrancada del italiano. Y lo hace sin descomponer la figura, ese imponente 1,86 que se eleva sobre el resto de sus rivales se convierte en la sombra del italiano. “El primer ataque de Aru ha sido muy fuerte, pero me he pegado a su rueda y nunca he sentido que fuera a tener problemas”, explica. No los tuvo. Y Astana, que se sentía líder de la carrera porque tres segundos no es nada, tampoco controló la escapada. Marcaba el ritmo el equipo kazajo, pero no fue suficiente para evitar que hubiera supervivientes de la fuga, como Roche y Zubeldia, que se jugaron la victoria en un esprint sin opciones para el español, o José Gonçalves, el insistente portugués del Caja Rural, que se llevó los cuatro segundos de bonificación para el tercero. Aunque no les hubiera servido de mucho controlarlos, porque ahí estaba Valverde para esprintar en busca del maillot verde que todavía pertenece a Joaquín Rodríguez.

“Astana va a tener que correr diferente si quiere desbancar a Dumoulin”, reflexiona Purito. Las subidas a ritmo constante no son capaces de romper las piernas del líder. Hay que obligarle a arrancar y parar. Cuesta poner en marcha ese cuerpo, a pesar de que ahora pesa dos kilos menos de lo habitual. Llegó a la vuelta con 69, suficiente para sentirse más cómodo en los ascensos. Pero la puesta en marcha le sigue costando. Por eso no quiso quemarse en Andorra ni en los puertos de Asturias. Cuando se descolgaba seguía a su ritmo para que la sangría no fuera demasiado grande.

Ayer ni siquiera se descolgó, aunque todos lo intentaron. Como Purito, que quiso atacar en las rampas de La Quesera, el puerto que esperaba a trece kilómetros de la meta. Katusha mandó a Vicioso por delante y después, saltó el jefe con la idea de que su compañero de habitación le hiciera el trabajo durante unos metros. Duró poco la aventura, pero es la muestra de que nadie acaba de conformarse con lo que tiene. Purito quiere conseguir su primera grande y para eso trabaja. Valverde tampoco se conforma con la sexta plaza. Quiere el podio, aunque es consciente de que resulta complicado. “Nunca me rindo”, insiste desde el final de la contrarreloj en Burgos. Pero a veces es complicado seguir insistiendo. “No ha habido manera”, asume. “La idea es brindar espectáculo a la gente, intentar luchar por el podio. Por eso se ha ido Alejandro un poco y yo otro poco”, explica Nairo Quintana. “Y así, hasta que acabe la Vuelta”, añade.

La subida a La Quesera no sirvió para hacer diferencias, así que los “jefes” lo intentaron en el descenso, una carretera recién asfaltada, con tramos de cemento y gravilla a pesar de que la habían limpiado antes del paso de los ciclistas. Lo intentó Quintana, una excentricidad, y lo intentó Dumoulin, que ya se atreve con todo. “Aru también lo ha pasado mal en ese momento”, asegura. “Ha sido un buen día para mí”, añade. Un día más con el maillot rojo. Un día extraño en el que Haimar Zubeldia se jugó la victoria al esprint. Y perdió –no tan extraño-.