Motociclismo
El chico del taller que se hizo mito
Vino de Zamora a Madrid y muy pronto empezó a trabajar en un taller de Vallecas que lideraba Tomas Díaz Valdés. Estaba de aprendiz y su labor principal consistía en barrer y limpiar el taller
Vino de Zamora a Madrid y muy pronto empezó a trabajar en un taller de Vallecas que lideraba Tomas Díaz Valdés. Estaba de aprendiz y su labor principal consistía en barrer y limpiar el taller.
Zamora, Madrid e Ibiza son los tres lugares que marcaron la vida de Ángel. El primero le vio nacer, el segundo le vio triunfar, y el tercero siempre fue donde se refugiaba cuando los motores se apagaban. Podría entrar a describir los éxitos deportivos del que ha sido el mejor piloto de motos que ha dado España, pero sería perder el tiempo en explicar algo que no escapa a nadie. Prefiero quedarme con su calidad humana, tan enorme como su currículum deportivo.
Vino de Zamora a Madrid y muy pronto empezó a trabajar en un taller de Vallecas que lideraba Tomas Díaz Valdés, que fue durante muchos años el jefe de motor del «Diario AS». Estaba de aprendiz y su labor principal consistía en barrer y limpiar el taller. Parecía algo sin importancia, pero fue el comienzo de la leyenda. Desde muy pequeño empezó a darse vueltas con las motos de los clientes. A algunos les hacía gracia ver a un chaval tan joven ir tan rápido y le dejaban las motos para que mostrara sus habilidades. Participaba en carreras locales, hasta que se fijó en él Andreu Rabasa, que le ofreció pilotar las derbi oficiales de 50 centímetros cúbicos. Aquellas máquinas eran conocidas como las tacitas de café, porque el cilindro que llevaban era más o menos de ese tamaño.
Desde la nada empezó y supo hacerse a sí mismo. Se trató de un autodidacta, al que sus amigos seguían en una furgoneta por toda España. Algunos de esos colegas acabaron convirtiéndose en sus primeros mecánicos, que le ayudaban a hacer las motos con las que corría en los circuitos urbanos de Alzira o el de El Sardinero en Santander. Aunque si hay un lugar mágico para Ángel es el Jarama, un trazado en el que se encontraba como en casa. Fue el único circuito en el que participó en todas las cilindradas: 50, 125, 250 y llegó hasta a hacer una carrera de 500cc. Honda le alquiló una Honda oficial con la que fue remontando y llegó a ir en tercera posición. El presidente de la Federación de motociclismo entonces era Luis Soriano y todavía recuerdo una pancarta que enseñaba la afición y que decía: «Nieto corre por el RACE porque Soriano no lo hace».
Me llegan recuerdos imborrables de las largas sobremesas en Guisando, el restaurante madrileño que abrió con otros dos grandes aficionados al motor, como son Antonio Mantecón y Ramón Ramírez. O las horas que pasamos juntos en su ITV vallecana, que había puesto en marcha hace pocos años con su amigo Toni Botas. O las veladas en su refugio de Ibiza con su casa soleada, su finca y su huerto en descenso. Un refugio que mantenía desde hace dos décadas con Belinda y al que acudía en el momento en que tenía unas horas de descanso terminadas sus actividades tanto como asesor de equipos o como comentarista en las diferentes televisiones.
Ángel consiguió algo que prácticamente nadie ha logrado: poner de acuerdo a todo el «paddock» de MotoGP. Él era el más respetado, la voz más autorizada y su motorhome, aparcado siempre junto a los «GP Rooms», que administra su hijo Gelete, era lugar de encuentro de todos los que necesitaban el consejo de un amigo y la experiencia del más grande. Este respeto se mantenía en las nuevas generaciones. Delante de mí, Valentino Rossi le dijo esta frase: «Ángel, por muy grande que llegue a ser, por muchas carreras y campeonatos que gane, nunca llegará a ser una leyenda como tú». Si lo dice Valentino poco más se puede añadir y no le faltaba razón al italiano.
Nieto fue de los pocos que ganó Mundiales en diferentes categorías en un mismo año, algo que acabó con Freddie Spencer y que ahora es impensable y además no lo permite el reglamento. Era espectacular ver a Ángel ganar en 50cc y correr a subirse en la moto de 125cc para hacer la siguiente carrera. Esto demuestra que como piloto era extraordinario y muy superior al resto de la parrilla. Lo que peor se le daba era la salida, que entonces se hacía corriendo junto a la moto para arrancarla a empujón. A él no le gustaba ese esfuerzo y prefería salir el último y remontar después.
Se separó de Pepa, la madre de sus dos hijos mayores, pero la relación entre ambos fue siempre perfecta. Aunque ya no eran marido y mujer se les podía ver juntos en los circuitos siguiendo las carreras de Gelete, el primero que siguió sus pasos. Era un tipo divertido, generoso y amigo del Rey y de otros personajes muy influyentes. Ibiza era su retiro preferido, porque allí conseguía disfrutar de ir despacio cuando siempre había competido a toda velocidad. Cuando se retiró decidió cambiar el chip, por eso se compró una Harley, para ir despacio por la carretera y cambió su yate por la típica embarcación de los pescadores menorquinos. Con ella tardaba dos horas en cruzar de Ibiza a Formentera disfrutando, por fin, de ir despacio.
Fue el primer piloto que llevó publicidad de Repsol en las motos y, como le gustaban los coches clásicos, alguna vez compitió con el Repsol Classic Team. Tenía un Bentley S1 de 1969 con el que salía a dar algunos paseos. No era un nostálgico, aunque sí echaba de menos el olor a ricino en los circuitos. Era un tipo de aceite que se utilizaba en las motos de dos tiempos, habituales cuando él corría. Aquellas máquinas llevaban la gasolina mezclada con aceite y el de ricino era más grasiento de lo normal y favorecía las prestaciones de los motores. Soltaban mucho humo y desprendían un olor característico, que para Ángel era volver a sus tiempos de piloto. Aquel aroma le evocaba un montón de recuerdos, como a mí pensar en Ángel en el día en el que se ha despedido para siempre.
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