Refugiados
El país de los deportistas sin patria
Un documental del canal Arte retrata la vida de los atletas que participan en París bajo la bandera del equipo de los refugiados
«No tener una bandera es un vacío para los atletas refugiados, pero representamos a unos cien millones de personas», dice Kasra Mehdipournejad, un taekwondista iraní que compite en París bajo la bandera del equipo olímpico de refugiados.
Kasra, como tantos otros, tuvo que huir de Irán por motivos políticos. «La República Islámica no se pone ningún límite para reprimir la más mínima voz disidente. Yo, porque me opongo a la República Islámica en todos los ámbitos, en los planos político, ideológico y social, estaría sin duda en peligro si me detuvieran», reconoce. Ahora vive en Berlín junto a su mujer, Parisa, que también fue taekwondista profesional, y se entrena en Friedrichshafen, a siete horas en tren de su casa.
Un sacrificio menor al lado de tener que dejar atrás a su país y a su gente. «Irán para mí es lo más importante. Siento que ahora amo Irán más que cuando estaba allí. Tal vez porque estoy lejos, pero no abandonaré la lucha hasta que por fin Irán sea libre», asegura.
Parisa, su mujer, le ayuda en los entrenamientos cuando está en Berlín. Fue campeona de Asia y se dedicó profesionalmente al taekwondo durante diez años, pero tuvo que dejarlo por las presiones de la Federación iraní por no respetar el código de vestuario. «En Irán mi marido y yo no podíamos entrenar en las mismas condiciones en el espacio público. Cuando digo a mis amigos alemanes que ni siquiera podíamos entrenar juntos no me creen», explica.
Ellos dos, son protagonistas del documental del canal Arte, la plataforma de streaming cultural, Francia: Juegos Olímpicos, deportistas refugiados que acompaña a otros refugiados en su preparación para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024.
«Es el sueño de mi infancia, poder participar en unos Juegos Olímpicos», confiesa Kasra Mehdipournejad, que a los 32 años vive la que probablemente sea su última oportunidad olímpica.
Él aún no ha debutado. Sí lo hizo ayer Luna Solomon, una eritrea refugiada en Suiza que participó en tiro con rifle, donde acabó en la última posición de las 43 tiradoras participantes.
«El tiro con rifle me da concentración y orgullo de mí misma. Y la impresión de ser fuerte como mujer. Algunos piensan que el tiro con rifle es solo para hombres», dice Luna, que llegó a Suiza en 2015 sin haber tenido contacto nunca con este deporte. Comenzó como una manera de ampliar su círculo social y fortalecer los vínculos en su país de acogida, pero sus aptitudes le permitieron participar ya en los Juegos de Tokio con apenas tres años de práctica.
«Me fui de mi país por la guerra. Si me hubiera quedado, me habrían obligado a hacer el servicio militar, pero yo no quiero matar gente. Me da miedo», asegura. En Eritrea la «mili» es obligatoria para hombres y mujeres y no tiene duración estipulada. «Echo mucho de menos Eritrea porque nací y crecí allí y toda mi familia se encuentra aún allí. Tuve una vida extraordinaria y recuerdo muchas cosas hermosas de allí. Me gustaría vivir allí cerca de mi familia», dice Luna, que se define como «refugiada, madre y atleta».
En Suiza comparte su tiempo entre los entrenamientos y sus estudios de hostelería. Los mensajes de otros refugiados eritreos en Europa la animan: «Aunque seas una chica, tienes éxito en tu vida familiar, en el deporte y en los estudios. Eres un ejemplo para nosotros. Hace falta valor. Hay que luchar hasta el final, hasta conseguir una medalla de oro. Nosotros, los refugiados estamos orgullosos de ti».
El taekwondo es también el deporte que practica la afgana Zakia Khudadadi. Nació con un solo brazo y a los 8 años comenzó en el taekwondo, que le ha permitido ser la primera deportista afgana con discapacidad en ganar una medalla internacional.
Pero la llegada de los talibanes lo cambió todo. «Yo tenía tanto miedo que quería salir del país a toda costa. Quería sobre todo participar en los Juegos Paralímpicos de Tokio», dice. Publicó un vídeo en redes que llamó la atención de varios países, y Francia se ocupó de evacuarla. «Tuve que cubrirme el rostro y disfrazarme de mujer embarazada. Había otro atleta en el coche y nos pusimos de acuerdo para que él se presentara como mi marido y dijera que yo era su esposa. Salí del país en un avión de evacuación de emergencia mientras escuchaba el ruido de los disparos. Fue horrible», cuenta.
«Si no hubiese tenido esta familia hubiese sido casada a la fuerza y tendría dos o tres hijos. Nunca habría conocido el deporte ni mis derechos como discapacitada. Tuve mucha suerte de tener una familia así», reconoce.
Sus buenos resultados deportivos han hecho que Francia haya comenzado los trámites para su nacionalización. «Por supuesto me hubiera gustado representar a mi país, Afganistán, pero hoy no tengo esa suerte. Llevo a mi país en el corazón. Representar a Francia en los Juegos Paralímpicos de 2024 borraría esa sensación de no pertenecer a ningún país», admite.
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