Tour de Francia

Francia

Expulsado por violento

El Tour manda a casa a Sagan por lanzar contra las vallas a Cavendish en el esprint. «Para mí no es agradable», reconocía el castigado. «Peter ya no es mi amigo», dijo Greipel, tercero ayer.

El ciclista eslovaco del equipo Bora Hansgrohe Peter Sagan (2i) empuja al inglés del equipo Dimension Data Mark Cavendish (i) durante el esprint final de la 4ª etapa del Tour de Francia.
El ciclista eslovaco del equipo Bora Hansgrohe Peter Sagan (2i) empuja al inglés del equipo Dimension Data Mark Cavendish (i) durante el esprint final de la 4ª etapa del Tour de Francia.larazon

El Tour manda a casa a Sagan por lanzar contra las vallas a Cavendish en el esprint. «Para mí no es agradable», reconocía el castigado. «Peter ya no es mi amigo», dijo Greipel, tercero ayer.

Ah, el Tour. El lugar donde todo se hace grande. Donde una pequeñez parece una inmensidad. Donde un triunfo justifica toda una carrera y una fuga vale para una temporada, como la de Van Keilsburck, el chavalito al que sus entrañables abuelos acompañan a todas las carreras, ya sea en Bélgica o en Qatar y que marchó fugado toda la soporífera etapa de ayer, otra. Hubo que aguantar. Encima se llegaba a Vittel, cuna del descanso francés, cuna de las aguas que patrocinan el Tour, y las termas. A relajarse. Pero no, llegó Peter Sagan, que todo lo revoluciona con su sola presencia, y encima sacó el codo a pasear en el esprint. Se armó.

Y en el Tour, donde todo se hace grande, pues suceden cosas grandiosas, grandilocuentes y magnánimas. Peter Sagan, que ya venía apuntando maneras en las últimas carreras, especialmente en la Vuelta a Suiza, según algunos ciclistas que comparten pelotón con él, lanzó su golpe definitivo en pleno esprint en Vittel y no fue de pedal. Fue de codos, cuando con un leve giro de cabeza vio aparecer una figura por su retaguardia avanzando por el estrecho pasillo abierto entre su arcoíris y las vallas, apenas centímetros. Era Mark Cavendish.

El codazo que le propinó el doble campeón del mundo, el ciclista espectáculo, que fue por instinto, por intención o por defensa propia, quién sabe, mandó a Mark Cavendish, el que fuera el chico malo y terror de todos los esprints hace una década, directo contra el frío metal de las vallas y, de rebote, despedido al suelo. Le pasó por encima John Degenkolb, que nada pudo hacer para evitar la caída y revivir fantasmas. En enero del año pasado, Degenkolb, que había pedido poco antes permiso a Contador para esprintar, sufrió un grave atropello, mientras entrenaba en Calpe, que le destrozó uno de los dedos.

Desde entonces el velocista germano nunca ha vuelto a ser el mismo. Corre con un apósito en el dedo y tiene miedo de que vuelva a destrozarse. Ayer, el asfalto de Vittel absorbió su sangre. «Chorreaba del mismo dedo», dijo su compañero Koen de Kort. A su lado, Cavendish se retorcía de dolor sin poder mover el brazo aunque, milagrosamente, sin nada roto.

A partir de ahí, la guerra. Y en el Tour, claro, todo se magnífica. «No ha sido un accidente, ha sido violencia», decía Rolf Aldag, uno de los directores de Cavendish en el Dimension Data. Cuando el chico de Man, el antiguo niño malo de los esprints, llegó a su autobús sin poder apenas mover el hombro, le esperaba Sagan, con las orejas gachas para pedirle perdón. «No sabía que venía por detrás. Para mi tampoco es agradable que haya ocurrido esto».

De nada le sirvieron sus disculpas. La parroquia, sedienta de señalar culpables, pedía conducirlo a la hoguera y el Tour le dio lo que quería. De entrada, la sanción fueron 30 segundos en la clasificación general y 50 puntos en la clasificación por el maillot verde que Sagan pretendía ganar por sexta vez.

Pero el público –y la presión ejercida por el Dimension Data– quería más, como espectadores romanos en el Coliseo viendo a las fieras devorar a los esclavos. Querían sangre. Y el Tour se la dio. Una hora más tarde, el jurado comparecía en la sala de prensa para comunicar que expulsaban a Sagan del Tour. «Sagan ya no es mi amigo», declaró André Greipel al visionar repetido el vídeo del esprint. Lapidario.

La etapa, por cierto, la ganó Arnaud Demare.