Opinión

Manolo y el currículum que nunca llegó

“¿Qué tal va LA RAZÓN? Da recuerdos a Luis María”, era su saludo habitual en el Mutua Madrid Open

Manolo Santana, en un acto del Mutua Madrid Open
Manolo Santana, en un acto del Mutua Madrid OpenEUROPA PRESSEUROPA PRESS

La única vez que vi a Manolo Santana descompuesto fue antes de la final de 2002 del Torneo de Madrid. Era la primera edición del Masters 1.000 que acogía el Foro, su Foro. No existía la Caja Mágica y el torneo se celebraba en el Rockódromo en la Casa de Campo. Resulta que el checo Jiri Novak no estaba en condiciones de disputar la final. Aquella mañana de domingo Santana no era Manolo. No hubo final. Agassi se proclamó campeón y el público quedó satisfecho con una exhibición entre Pato Clavet y Carlos Moyá. Manolo Santana había logrado salvar los papeles después de confesar que había pasado “alguna de las peores horas de mi vida”.

Ese Santana era la excepción en un tipo absolutamente excepcional. La leyenda del tenis y del deporte español era un tipo tan cercano que siempre que le veías te entraban ganas de abrazarle. En el Mutua Madrid Open cuidaba de todo el mundo. No se le escapaba una. De Ion Tiriac al último recogepelotas. Siempre tenía una sonrisa para todo el mundo y tenía controlados a todos los medios. “¿Qué tal va LA RAZÓN? Da recuerdos a Luis María”. Era la frase que siempre utilizaba cuando nos cruzábamos durante el torneo. Un año, días después de haber terminado la edición ya en la Caja Mágica, recibí una llamada suya. Tan educado y simpático como siempre. “Necesito pasarte el currículum del hijo de un amigo que está empezando como periodista y le gustaría trabajar en vuestro periódico”, comentó Manolo después de volver a preguntar por cómo íbamos y mandar “recuerdos a Luis María”. El currículum nunca llegó y el hijo de su amigo no sé dónde habrá terminado. En las últimas ediciones del torneo, Manolo ya no preguntaba por el periódico y no mandaba recuerdos. Manolo, aquí seguimos, incluido Luis María.