Accidente aéreo
Cómo sobrevivir al Concorde y vivir con ello durante 20 años
La dueña del hotel contra el que se estrelló el avión supersónico fue la única superviviente de la catástrofe
Michèle Fricheteau estaba en la recepción de su hotel l’Hôtelissimo hablando con una ayudante mientras se preparaba para la llegada de los clientes, cuando escucharon un ruido ensordecedor más fuerte de lo habitual. Estaban acostumbrados al ruido de los aviones que aterrizaban y despegaban del aeropuerto Charles de Gaulle de París, a apenas 10 kilómetros del allí.
Pero ese martes martes 25 de julio de 2000, iba a ser un día diferente, un día que pasaría a la historia de las tragedias. El vuelo 4590 de Air France, despegaba con destino a Nueva York, cuando ocurrió algo imprevisto. Una pieza de titanio golpeó una de las ruedas, que provocó una fuerte explosión e hizo que el avión se estrellara contra l’Hôtelissimo envuelto en llamas.
Los 100 pasajeros, nueve tripulantes y cuatro miembros del personal del hotel murieron en el accidente. ”Escuché un ruido muy, muy fuerte. Le dije a (mi asistente) Frank: ‘Oh la là, eso es mucho ruido para el despegue del Concorde, pero ni siquiera había terminado la frase cuando hubo una explosión en el hotel, una explosión terrible”, recordó Fricheteau al canal australiano 9 News.
Por suerte, ese día había enviado al resto de personal a casa temprano y los dos autocares repletos de jóvenes músicos que debían llegar al hotel se retrasaron. eso les salvó la vida. “Nuestra suerte fue inaudita. Cuarenta minutos después, todos habrían muerto”, explicó.
Fricheteau cree que ese día tuvo suerte de que el mostrador de madera de la recepción y su corta estatura le salvaron la vida. aun así, sufrió graves quemaduras en la cara, brazos y pelo. De aquellos trágicos momentos, recuerda que le gritaba a su asistente que huyera por la ventana, mientras ella trataba de abrirse paso por la recepción destruida completamente, en busca de las dos mujeres de la limpieza que en esos momentos estaban trabajando. “Era imposible salir, imposible. El pequeño Frank me dijo ‘no pasarás, no es posible’. Así que también salí por la ventana”. Los dos corrieron través de columnas de humo negro hasta Les Relais Bleus, un hotel cercano. El calor de la explosión fue tan intenso que partes de los edificios se derritieron.
El accidente fue descrito por un testigo como “una mini bomba atómica” y dejó un cráter en el lugar en el que estaba ubicado el l’Hôtelissimo. “Escuché cómo caían partes del avión. “Había piezas por todo el suelo, y en ese momento no asocié lo ocurrido con el despegue del Concorde”, añadió. Sólo después de que su marido y su hijo llegaran a Les Relais Bleus y los médicos trataran de curar sus heridas, fue cuando se dio cuenta de la dimensión real del desastre y comenzó a hundirse. No paraba de repetir de manera obsesiva que había que encontrar a las chicas de la limpieza, hasta que el médico la devolvió a la realidad: “Señora, no hay supervivientes”. En ese momento, todo su mundo se le cayó a los pies y entendió que no podía ayudarles, no podía hacer nada.
Una de las limpiadoras, Devranee Chundunsing, madre soltera, comenzó a trabajar en el hotel para mantener a sus dos hijos. La otra, Kenza Rachid, acababa de terminar el colegio. Su primer día de trabajo fue el anterior a la catástrofe. “Una broma cruel”, como lo calificaría Fricheteau. Pero también murieron como consecuencia del accidente dos estudiantes de 18 años Eva Lipinska y Paulina Sypko. Habían trabajado en el hotel y habían terminado esa semana. Tenían previsto regresar a su Polonia natal tres días después. De hecho, no tenían que estar en el hotel en ese momento sino comprando regalos para familiares y amigos, pero una de ellas no se encontraba bien y decidieron dejarlo para el día siguiente.
Los Concorde fueron desarrollados en la década de 1960 por Air France y British Airways y se convirtieron en un icono de la aviación desde sus primeros vuelos comerciales en 1976. Pero el accidente acabó con su buena fama y su falta de seguridad hizo que acabaran desapareciendo.
Vivir con el dolor
Mientras tanto Fricheteau, de 66 años, logró recuperarse de sus heridas y junto a su familia decidieron cambiar de vida y se trasladaron a Nouméa, en Nueva Caledonia, desde donde a pesar de la distancia han seguido teniendo contacto con la familia de las víctimas. Para el vigésimo aniversario del desastre habían planeado una reunión en Francia pero la cancelación de vuelos por culpa del coronavirus han provocado la suspensión del encuentro hasta el próximo año.
“Experimentamos un drama extraordinario. Pero ahora, estamos bien. Hemos aprendido a vivir con lo que ocurrió ese día”, añadió. Los recuerdos de ese día todavía hacen que Fricheteau se emocione, pero estar rodeado de sus hijos y nietos ha sido la mejor terapia. “Estar todos juntos es lo que nos ayudó a superar la crisis”, concluyó Fricheteau.
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