Economía
La patada a los precios del Covid
El Covid ha dejado herida nuestra economía. Con dificultad, los españoles intentan llenar la cesta de la compra mientras observan, desde la barrera, cómo los precios de los alimentos no tienen techo
Los mayores que lean estas líneas sin duda recordarán una campaña, impulsada a finales de los años setenta, por el Ministerio de Comercio. «Precio estable» se llamaba. Buscaba la contención de precios, promoviendo el consumo de los productos que ostentaban el indicativo precio estable, destinado a aquellos que vayan a mantener su precio inalterable en, al menos, los próximos cinco meses. Hoy en día, España está en la Unión Europea, un colchón clave a la hora de buscar –y encontrar– estabilidad económica. Al menos hasta ahora. El coronavirus ha llegado para trastocarlo todo. Empezando por esa economía que se ha subido a una montaña rusa en la que no se ve el final. La escalada de los precios por el Covid, pese a unos primeros momentos de cierto control, se ha desbocado. El porcino se ha disparado un 8% en el último año; la carne de ave, un 5%, y el ovino, un 3%. También ha aumentado el precio del pescado durante los meses en los que la recogida se ha complicado por las medidas de distanciamiento. El precio del pescado fresco y congelado ha escalado un 9% respecto a abril de 2019. Hemos tenido también subidas de hasta el 45,7% en mandarinas, del 11,9% en plátanos, del 17,43% en naranjas y del 21,5% en zanahorias. La realidad muestra que el aumento de la demanda y la subida de los costes intermedios están generando tensiones inflacionistas en los precios de los bienes de primera necesidad. A nadie se le escapa que durante los meses de abril o marzo, los meses de mayor impacto –hasta ahora– de la pandemia, los supermercados habían retirado de sus estantes las ofertas. Todo se vendía. Atrás han quedado también las protestas de los agricultores y ganaderos por un precio más justo a sus producciones, ahora, más que nunca, al albur de los intermediarios. La dificultad para encontrar mano de obra que recolecte o la prohibición de los mercadillos en tantas ciudades también han incidido negativamente en la contención de los precios. Mientras, la demanda creció. No parece que el escenario que se cierne sobre nosotros tras el verano sea mejor. El campo, de igual manera, espera una respuesta. Y también ayudas para poder seguir con su labor de alimentarnos.
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