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El Sacro Banco Central Europeo

El Banco Central Europeo (BCE) es también una especie de versión monetaria moderna del Sacro Imperio Romano Germánico que hunde sus raíces en la coronación de Carlomagno, el día de Navidad del año 800

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central EuropeoFRANCOIS LENOIRREUTERS

E l Sacro Imperio existió, como «estructura política», durante mil años, hasta que Napoleón lo liquidó en 1806 y el último emperador Francisco II Habsburgo–Lorena abdicó. Francisco I Barbarroja fue, no obstante, el primero que usó el título de emperador del Sacro Imperio, tras ser coronado por el papa Adriano VI. La historia de los diez siglos del Imperio fue, a menudo, convulsa, pero también fue una red última de seguridad y de estabilidad y en su desaparición está el origen último de todos los conflictos de los siglos XIX y XX, incluidas las dos Guerras Mundiales.

Los emperadores del Sacro Imperio eran elegidos, casi siempre en Fráncfort, sede ahora del BCE, por un reducido grupo de electores notables. Es el mismo método –lo deciden los países miembros del euro– por el que también se elige al presidente de la institución monetaria europea, que luego ejerce el poder de forma independiente, como un moderno emperador monetario. Christine Lagarde sería la «emperatriz» monetaria que, sin embargo, como sus remotos pseudopredecesores, a pesar de su independencia, debe hacer equilibrios con sus electores no tanto para ejercer el poder, sino para desarrollar ciertas políticas.

El Sacro Imperio, como acaba de escribir Francisco Sosa Wagner en su último libro, era una «estructura política» que sin «ejército propio con armas y caballos, dispuso de poderes más sutiles derivados de la necesidad de asegurar difíciles equilibrios en Europa». El BCE, con el poder de crear y destruir dinero, es una «estructura monetaria» que también garantiza, desde su fundación, la unidad europea y, sobre todo, de la que podría ser una «pax» económica, apuntalada en tiempos del emperador Draghi y que su sucesora debe consolidar. Sin el BCE las guerras monetarias y económicas asolarían Europa y, como muchos expertos creen, la ruptura del euro equivaldría a una tercera guerra mundial.

La historia, tan breve como intensa, del BCE es la historia de una larga serie de equilibrios de los sucesivos emperadores monetarios –Duisemberg, Trichet, Draghi y ahora Lagarde– con sus electores, los gobiernos de los países del euro. Ahora, con rebrotes de la pandemia en el horizonte y sin que la recuperación económica europea se consolide, Christine Lagardeintenta impulsar una especie de revolución monetaria, imprescindible para unos y discutible para otros. La emperatriz monetaria apunta la posibilidad de cambiar la manera en la que se tiene en cuenta la inflación para actuar y también consolidar los llamados «estímulos no convencionales», como las compras de deuda pública de los países miembros. Es decir, el BCE actuaría de bombero de guardia, con la manguera del dinero fresco siempre lista, en caso de necesidad.

La decisión de Lagarde, como la de tantos emperadores del Sacro Imperio, alarma a varios electores monetarios modernos. Jens Weidmann, alemán, presidente del Bundesbank, voz de la que sería una Liga Hanseática siglo XXI, recela de los planes de Lagarde desde la interpretación literal del mandato recibido del BCE por los fundadores y por el Europarlamento. Weidmann teme que se ponga en peligro la independencia del BCE y buscará aliados.

En ese escenario, Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, uno de los miembros del consejo el BCE más respetado, con más prestigio y de total confianza de Lagarde, aprovechó una intervención en la Universidad de Deusto para defender la necesidad de «mantener un estímulo monetario hasta que logremos que la recuperación sea sólida, e incluso aumentarlo si resulta necesario para garantizar el cumplimiento de nuestro mandato».

Hernández de Cos, que encabeza el alineamiento con Lagarde –ya llegarán más adhesiones– y demuestra que no está sola, insiste en la necesidad de revisar la estrategia de «politica monetaria del BCE» y cree que «una retirada de los estímulos tendría más perjuicios para el tejido productivo del área euro y potencialmente sobre el sistema financiero que los posibles costes a medio plazo de prolongarlos».

El BCE, incluso con todas sus tensiones, como el Sacro Imperio, es la última línea de defensa de la estabilidad económica, la única garantía creíble para el mantenimiento del bienestar, aunque hay que hacer sacrificios. El caos o el Sacro Banco Central Europeo.

El Santander suprime la cuenta 1,2,3 y lanza la nueva «One»

El grupo Santander, que preside Ana Botín, renueva su estrategia comercial en España. Suprime la cuenta 1,2,3 y lanza la nueva «One» con el objetivo, según la entidad, de fidelizar a los clientes leales, que no tendrán que pagar comisiones si cumplen una serie de requisitos de vinculación. Sin embargo, a partir de noviembre, el banco cobrará hasta 20 euros mensuales por cuenta a clientes sin vinculación. No es cobrar por los depósitos, pero se abre una vía.

El gasto con tarjetas baja un 17% en la última semana de septiembre

El consumo doméstico pierde fuelle al final del mes de septiembre, como indican los datos del gasto total realizado con tarjetas en terminales de punto de venta y retirada de efectivo en cajeros de la red de CaixaBank. El total de esas operaciones descendió un 17% en términos interanuales entre el 21 y 27 de septiembre y siete puntos porcentuales más que la semana anterior, según los datos e la citada entidad financiera que, por la extensión de su red comercial y el número de clientes, podrían extrapolarse –sin grandes diferencias– a la mayor parte del sector y de la actividad de los ciudadanos. El gasto con tarjetas en ocio y restauración en ese periodo cayó un 10% interanual y un 9% sobre la semana anterior, mientras que el gasto en comercio minorista, que había repuntado en semanas previas, cayó un 5%.