Análisis

Algunos problemas de «España 2050»

El Gobierno apuesta por secuestrar nuestra elección y no respetar las libertades y por la necesidad de contar con un estado más voluminoso

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la presentación del proyecto España 2050
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la presentación del proyecto España 2050EUROPA PRESS/M.FERNÁNDEZ. POOLEuropa Press

El Gobierno presentó el pasado jueves su documento «España 2050». Una propuesta de largo plazo que marca la dirección hacia la que, a su juicio y al de los distintos académicos que han colaborado en el texto, debería dirigirse nuestro país. Aunque, tal como el propio Sánchez ha reconocido, se trata más bien de un ejercicio teórico que de una propuesta política concreta, los ejercicios teóricos pueden terminar sentando las bases de las propuestas políticas futuras o, alternativamente, proporcionar un sustrato legitimador para las propuestas políticas pasadas. No en vano, los programas electorales de los partidos o las leyes que se publican en el BOE en muchos casos beben de este tipo de ejercicios teóricos. Por eso es tan importante que todos aquellos puntos que flaqueen –y que hagan flaquear nuestras libertades– de ejercicios teóricos como el de «España 2050» sean contrarrestados desde un comienzo, también desde el ámbito teórico.

A este respecto, y más en particular, me gustaría centrarme en dos aspectos que me parecen especialmente problemáticos del documento: por un lado, su apuesta por modificar directamente, a través de la regulación, los hábitos de consumo privado de los ciudadanos; por otro, su ambición de incrementar la presión fiscal en el equivalente de ocho puntos del PIB hasta 2050.

En el primer grupo de medidas se incluyen propuestas como prohibir todos los vuelos cortos, reducir el consumo de carne, eliminar los vertederos, o restringir el uso del coche particular. Todos ellos buscan cambiar directamente el estilo de vida de los españoles por razones medioambientales. Y aunque puede haber buenas razones para advertir de los peligros (o, como diríamos los economistas, de las «externalidades negativas») de algunas de esas prácticas, el enfoque no debería ser el de imponernos desde el Estado cómo hemos de vivir nuestras vidas, sino el de lograr que internalicemos los costes de nuestros hábitos de consumo y que escojamos en consecuencia. Por ejemplo, si los vuelos cortos son realmente nocivos, lo que deberían hacer no es prohibirlos, sino buscar que el precio de esos vuelos refleje íntegramente el daño económico que generan sobre terceros. Así, una vez sus precios se correspondan con sus costes reales, serían los distintos ciudadanos quienes escogerían si les compensa, o no, pagar tales «precios reales» a cambio de recibir semejantes servicios. Pero el Gobierno parece preferir secuestrarnos esa elección antes que respetar las libertades.

De ahí que, en segundo lugar, «España 2050» también defienda, en línea con las coordenadas ideológicas de PSOE-Podemos, la necesidad de contar con un Estado mucho más voluminoso que el actual. En un informe que pretende erigirse como un punto de encuentro y de diálogo entre las distintas formaciones políticas, se coloca como uno de los principales ejes de actuación el acrecentamiento del tamaño del Estado hasta acercarlo hasta el 50% del PIB. Parecería que todos debamos necesariamente compartir esa meta cuando, como decimos, se trata de una obsesión típica de un sector ideológico muy concreto: la izquierda estatista. Otros, en cambio, pensamos que el Estado no debería crecer desde el actual 40% hasta alcanzar el 50% del PIB, sino descender desde el 40% al 30% o, idealmente, incluso a niveles menores. Pero, en todo caso, incrementar el tamaño del Estado jamás debería ser considerado un fin en sí mismo (como hace el documento), sino acaso un medio para alcanzar otros objetivos.

En definitiva, si bien es posible que «España 2050» contenga diagnósticos y recetas que pudieran sernos aprovechables, no deberíamos dejarnos seducir por la ensoñación estatalizadora que recorre todo el documento. Es un ejercicio teórico que puede y debe ser criticado con otros mejores ejercicios teóricos.

Estancamiento

Uno de los grandes retos a los que se enfrentará la economía española durante las próximas décadas será el del bajo crecimiento de la renta per capita. El propio informe de «España 2050» preconizado por el Gobierno de Pedro Sánchez pronostica que, en un escenario moderadamente optimista, nuestro país dejará de expandirse a una media del 2% al año para pasar a hacerlo al 1%. La razón es nuestro invierno demográfico. Dado que nuestra población irá progresivamente envejeciendo y que el número de trabajadores en activo irá menguando, nuestra capacidad para generar riqueza también se verá cada vez más mermada. Si, además, no consiguiéramos aumentar el ritmo al que actualmente crece nuestra productividad, entonces podríamos estancarnos en crecimientos anuales que apenas alcanzarían el 0,2%-0,3% del PIB.

Más y mejor capital

El Gobierno pretende modificar el sistema de cotización de los trabajadores autónomos para que éstos empiecen a pagar en función de sus ingresos reales. Hasta el momento, y gracias a que tenemos un sistema contributivo en el que uno recibe prestaciones en función de lo aportado, los autónomos podían escoger su base de cotización –y, por ende, la cuota a ingresar– entre un mínimo y un máximo. Habida cuenta de la desconfianza de muchos ciudadanos en las prestaciones futuras que pueda ofrecerles el Estado –recordemos que la Seguridad Social se halla en una complicadísima situación financiera–, la mayoría de autónomos escogía cotizar por la mínima –que ahora mismo supondría unos 285 euros mensuales–. Tras la reforma del Ejecutivo, muchos de esos autónomos deberán pagar hasta cuatro veces más que en la actualidad.

Inflación

La inflación en Estados Unidos se ha incrementado hasta el 4,2% interanual durante el pasado mes de abril. Se trata de la cifra más elevada desde el año 2008, lo que podría validar los temores de todos aquellos analistas que pronosticaban que, conforme se reactivara la economía tras la parálisis del coronavirus en medio del océano de estímulos aprobados por la Reserva Federal (FED) y por el Gobierno nacional durante el último año, los precios se incrementarían a un ritmo no visto desde hace más de una década. Ahora mismo, la cuestión es hasta qué punto la presente elevación de los precios se mantendrá durante los próximos meses y si empujará a la Reserva Federal a subir los tipos de interés, lo que ejercería una influencia contractiva sobre la economía estadounidense y por extensión sobre el conjunto de la economía mundial.