Opinión

Más inflación y el sexo de los ángeles

Nuevos tiempos. Llega el final de la era del dinero gratis y a espuertas. El BCE ha dado el primer paso –tarde para algunos– para terminar con el manguerazo monetario ante el desafío de la inflación

Christine Lagarde se despide tras su rueda de prensa del pasado jueves
Christine Lagarde se despide tras su rueda de prensa del pasado juevesPOOLREUTERS

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), por fin, ha movido ficha. Más o menos cuando estaba previsto. Algo tarde para los «halcones» monetarios del norte de Europa, quizá pronto para las «palomas» más meridionales. Tiempos nuevos en cualquier caso y el principio del fin del dinero gratis y de los tipos de interés negativos, una contradicción económica en sí misma y una situación a la que hay que encontrar una salida no traumática.

Lagarde anunció el jueves, con la parafernalia de siempre, que el BCE reducirá su programa de compras de deuda para hacer frente a la pandemia (PEPP) de 70.000 millones al mes hasta darlo por liquidado en marzo, aunque aumentará hasta 40.000 millones otro programa paralelo, el APP. No obstante, el BCE quiere volver a una cierta normalidad en octubre de 2022, cuando en teoría solo dedicará 20.000 millones a comprar deuda. Hasta entonces, la institución que encabeza Lagarde habrá dedicado unos 2,5 y 2,7 billones de euros, con «b» de barbaridad, a impulsar la economía de la zona euro.

España se ha beneficiado en más de 350.000 millones de euros de esa ingente cantidad de dinero y, de hecho, la mayor parte de los 200.000 millones brutos –netos fueron unos 75.000 millones–emitidos por el Tesoro español fueron adquiridos por la entidad de Fráncfort y no está claro que se hubieran podido colocar en los mercados.

Lagarde y el BCE, a pesar de todo, van por detrás, en los nuevos tiempos, que están marcados por el repunte de la inflación –ese «mal absoluto» del que hablaba el banquero Termes–, que hasta ahora la mayoría de los responsables de los bancos centrales consideraban transitoria. En Estados Unidos ha escalado hasta el 6,8%, el porcentaje más alto en 40 años, y ha encendido todas las alarmas. Por eso, la Reserva Federal, el equivalente americano del BCE, que preside Jerome Powell, ha empezado a cerrar el grifo y, lo que es más importante, ha anunciado hasta tres subidas de tipos de interés el próximo año y quizá otras tres en 2023. Tampoco ha perdido el tiempo el Banco de Inglaterra, que gobierna Andrew Bailey y que acaba de subir, aunque muy moderadamente, el precio del dinero.

Lagarde y el BCE, por su parte, no contemplan –al menos a medio plazo– tipos de interés más altos, pero todo dependerá de la inflación, mientras hay quienes como Hervé Le Bihan, Magali Marx y Julien Matheron, en un estudio publicado en inglés en la web del Banco de España, advierten, desde una perspectiva keynesiana, de los riesgos de que «se requiera una reacción muy fuerte para compensar una reacción moderadamente menor dentro de la banda de tolerancia». En cristiano, existe el peligro de que hubiera que tomar en el futuro medidas más contundentes, que es la teoría que defiende y explica el economista liberal Juan Ramón Rallo, según la cual la «inflación solo se cura con dolor».

España tendrá que pedir prestados el próximo año unos 200.000 millones de euros brutos. Si el BCE no los compra puede haber problemas. Es lo que justificaría que Pedro Sánchez diga ahora que pedirá prestados los 70.000 millones que le corresponden a España del programa Next Generation. Es una manera de compensar lo que no pueda obtener en los mercados, pero que el país necesita –según los Presupuestos de Nadia Calviño y María Jesús Montero– para seguir adelante y pagar, entre otras cosas, la sanidad, las pensiones, la educación, los sueldos de los funcionarios, etc. Por otra parte, el paulatino cierre del grifo monetario obligará, antes o después, a España a reducir sus gastos o a aumentar sus ingresos o a ambas cosas a la vez.

La estrategia de los bancos centrales, conscientes de los problemas –a unos países más que a otros– que generará el final del manguerazo monetario y del dinero gratis, consiste en anticipar lo suficiente sus planes para que inversores y países puedan prepararse para las nuevas condiciones. El objetivo es evitar cambios bruscos de política monetaria, como ocurrió en otras épocas. Por eso la Reserva Federal anuncia su calendario orientativo de los próximos dos años y, por eso, el BCE explica lo que pretende hacer a lo largo de 2022, aunque muchos crean que no es suficiente.

Bastantes expertos y analistas han advertido desde hace meses del regreso de la inflación, mientras los banqueros centrales, desde Powell hasta Lagarde, insistían en que se trataba de algo transitorio, cuando empieza a constatarse que no es así. Los bancos centrales habrían perdido muchos meses en su particular discusión sobre «el sexo de los ángeles» que, según la leyenda, es en lo que se entretenían en Constantinopla mientras era asediada por el ejército otomano de Mehmed II.

Reforma laboral más limitada si se aprueba antes de final de año

La vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, afronta la disyuntiva de aprobar una reforma laboral mucho más limitada de la que ella querría si pretende hacerlo antes de final de año, retrasarla o aplicarla en la práctica por decreto. El problema de la ministra, ante la falta de acuerdo por ahora con los empresarios, es que la Unión Europea desea que la reforma salga adelante este mismo año y también sea por consenso entre los distintos agentes sociales y el Gobierno.

El 60% de los hogares con menor renta, beneficiarios netos de ayudas públicas

El 90,6% de la renta bruta del quintil –20%– de la población con menores ingresos procede de prestaciones públicas, ayudas y subsidios, según se desprende de los datos del informe sobre «el reparto de los impuestos y las prestaciones entre los hogares españoles», elaborado para Fedea por los expertos Julio López Laborda, de la Universidad de Zaragoza, Jorge Onrubia, del Instituto Complutense de Estudios Internacionales, y Carmen Marín González, investigadora de Fedea.