Desigualdad

Las mujeres, “invisibles” en el mundo rural: tres de cada cinco no cotizan por su trabajo

Siguen asumiendo el rol de cuidadoras y su aportación laboral no es reconocida. Cuatro de cada cinco mujeres, un 82%, trabaja en explotaciones agropecuarias y ganaderas familiares, pero el 59% no cotiza por ello

La Junta destina dos millones a eficiencia energética en explotaciones agrarias
La Junta destina dos millones a eficiencia energética en explotaciones agrariasDavid Arquimbau SintesAgencia EFE

El mundo rural resulta cada vez menos atractivo para las nuevas generaciones. La España “vaciada” es una realidad difícil de combatir cuando de los pueblos y aldeas desaparecen servicios básicos, se invierte poco o nada en comunicaciones y conectividad y las ofertas de trabajo son precarias o inexistentes. Los que permanecen en zonas rurales suelen ser de edad avanzada o trabajadores dedicados al sector agrario. Este entorno, ya de por sí hostil, es aún más desfavorable para las mujeres. Según el informe “Mujeres Rurales”, de EAE Business School,la mujer rural sufre hábitos y conductas discriminatorias que limitan su implicación, acceso y su participación en la economía y políticas rurales. La mujer, en definitiva, sigue siendo invisible en la España rural, donde los roles de género, el trabajo no remunerado o en “negro” es la norma para la mayoría. En concreto, según el diagnóstico elaborado por las profesoras de EAE Business School, Marta González-Peláez y Carina Mellit, tres de cada cinco mujeres rurales no cotiza por su trabajo.

Precariedad económica y trabajo “invisible”

El perfil de mujer rural española actual tienen una media de edad de 50 años, vive en pareja y con un promedio de 2,3 hijos. Dedica unas cinco horas diarias a actividades laborales fuera del hogar y ocho horas a las tareas domésticas. El 82% de las mujeres trabaja en las explotaciones agropecuarias y ganaderas familiares, pero el 59% no cotiza por ello, es decir, tres de cada cinco. De ahí que se considere invisible su aportación laboral en el medio rural. Y es que, a pesar de los grandes cambios en la vida social y económica de las mujeres en el último siglo, estas siguen sufriendo importantes desigualdades en la sociedad, especialmente en el ámbito rural.

La investigación de EAE Business School constata que la tasa de empleo rural es del 56,8%, siendo la femenina del 51,6% y la masculina del 60,6%. Cabe destacar, según el informe de la escuela de negocios, que España es el segundo país de la Unión Europea con la mayor tasa de paro rural, siendo la brecha de género superior a la europea. Sin embargo, los datos de desempleo rural femenino contrastan con el hecho de que la gran mayoría de las mujeres trabaja, aunque sin cotizar.

Otro aspecto muy importante es la titularidad de las explotaciones.Menos del 9% de ellas están gestionadas por mujeres y son generalmente minifundios. En cambio, las que están dirigidas por hombres son extensiones mayores. Y como ya apunta el informe anteriormente, el 59% de las mujeres que trabajan en explotaciones familiares no cotiza por ello. El tipo de actividad principal es la agraria y con un nivel de renta económica que apenas alcanza el 50% de la media europea. También cabe mencionar actividades como: defensa del paisaje, turismo rural, producción y distribución de alimentos frescos y procesados y productos artísticos y artesanales.

Condenadas a asumir los cuidados

Si se observa a qué se dedican las personas que se declaran inactivas en el mundo rural, los resultados son determinantes: la mayor parte de las mujeres inactivas se dedican a realizar tareas del hogar (64,4%) porcentaje que en los hombres es 10 veces menor, registrándose una brecha de género superior a 58 puntos porcentuales. En cuanto a los hombres inactivos entrevistados, la mayoría está fuera del mercado laboral por su condición de pensionistas (54,7%).

El rol de cuidadora de la mujer se acentúa aún más en el mundo rural. Así, del total de personas que conviven con alguien en situación de dependencia, la persona cuidadora principal es una mujer en el 85,6% de los casos. Esta cifra es abrumadoramente superior a la registrada entre los hombres, que se sitúa en un 26,8%.

Huida en masa a la ciudad

En cuanto al nivel de formación, el informe “Mujeres Rurales” también refleja las diferencias en la educación de la población femenina rural y urbana. La población rural tiene, mayoritariamente, estudios de carácter medio (52,3%), lo que se corresponde con niveles de Educación Secundaria Obligatoria y Formación Profesional. En este nivel predominan ligeramente los hombres sobre las mujeres, con algo más de 3 puntos porcentuales de diferencia, lo que podría deberse a la formación profesional continuada ligada a la propia actividad rural. En cambio, las mujeres predominan sobre los hombres en cuanto a estudios básicos (en total, cerca del 27%). Finalmente, algo más de un cuarto de la población rural (20,8%) tiene estudios superiores donde las mujeres llevan la delantera con 3 puntos porcentuales de diferencia.

Este contexto social determina la situación de precariedad de muchas mujeres rurales y las empuja a emigrar a zonas urbanas en cuanto tienen la oportunidad de establecerse y emprender una nueva actividad. Esta tendencia es más pronunciada en España, donde las mujeres abandonan la zona rural de origen con mayor asiduidad que la media europea, en concreto, existe una diferencia de 2,4 puntos entre las españolas y las europeas.

Para Marta González-Peláez y Carina Mellit, “pese al paso de los años y de los siglos, gran parte de su labor en el mundo rural sigue siendo invisible y para contrarrestar esto es importante llevar a cabo acciones, campañas de sensibilización y de formación para conseguir un cambio de mentalidad que transforme los valores y creencias en torno a de los diferentes géneros en el ámbito rural”. Sobre la Ley de la Titularidad compartida, González-Peláez y Mellit opinan que “ha sido uno de los grandes avances realizados en los últimos años. Ha logrado profesionalizar y visibilizar el trabajo que hacen las mujeres en las explotaciones agrarias familiares, pero también mejora la calidad de vida en el medio rural y fomenta el establecimiento en la zona rural”.

El precio de volver al campo

Las autoras del estudio completan su investigación con los testimonios de ocho mujeres relevantes que reflejan la situación de las niñas, jóvenes y que viven en la España rural. El testimonio de Belén es un ejemplo de cómo la “gran renuncia” -un movimiento social que ha empujado a miles de ciudadanos a dejar voluntariamente sus empleos abusivos- la llevó de la ciudad al campo. Esta educadora social dejó su trabajo en Valladolid para hacerse emprendedora rural en un proyecto que comparte al 50% con su pareja. Juntos han montado una empresa de elaboración de cerveza artesana y han restaurado la casa de sus abuelos para explotarla como turismo rural. En el proceso, Belén ha tenido que asumir la carga del cuidado de sus suegros, ya que en las zonas rurales son mayoritariamente las mujeres quienes continúan siendo las cuidadoras de la familia dependiente.

“Todos estos movimientos sociales pueden cambiar la historia de nuestras zonas rurales, pero no acabarán de asentarse si no se sigue trabajando en la mejora de las comunicaciones, transportes y oferta de servicios de los ámbitos rurales”, recalca Carina Mellit.