Análisis

Estancamiento no es crecimiento

Vender como un gran avance un rebote endeudado es preocupante. Y como récord la mayor tasa de paro de la UE, hilarante

Oficina de empleo en Madrid
Oficina de empleo en MadridEduardo ParraEuropa Press

Es muy preocupante que se nos intente vender el estancamiento como crecimiento.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, proclamaba que España crecerá más de un 5% en 2022. Pero rebotar no es crecer. El que más cae suele rebotar, pero eso no es crecer. Desde Irlanda a Malta, Luxemburgo o Eslovenia hay muchos países de la Unión Europea que, además de crecer de verdad -y más- están significativamente por encima de los niveles pre-covid de PIB.

Vender como alto crecimiento un rebote endeudado es preocupante, pero vender como récord de empleo la mayor tasa de paro de la Unión Europea es ya hilarante. Hasta Grecia tiene ya una tasa de paro más baja que la española, y eso que la tasa oficial de España incluye casi 400.000 desocupados demandantes de empleo fuera de la lista oficial de parados.

Tras las últimas revisiones del Instituto Nacional de Estadística (INE), España se quedaría aún sin recuperar el PIB de 2019 y queda a la cola de Europa, por detrás incluso de países como Grecia o Portugal. De hecho, según las propias estimaciones hechas por el Gobierno, España no recuperará el PIB de 2019 hasta la segunda parte de 2023.

La trampa del paro

La tasa de paro sigue siendo la más alta de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) a pesar del maquillaje de los fijos discontinuos. El Gobierno dice que la polémica es artificial pero casualmente dice que «no tiene los datos de fijos discontinuos desempleados». Curioso. En el paro de diciembre se refleja que los demandantes de empleo «ocupados» (donde se incluyen los fijos discontinuos que han cesado su actividad) han aumentado en 31.227 personas, como indica el sindicato USO. Hay un total de 3.300.341 personas inscritas en el SEPE y que no trabajan, a los que se deben añadir los 20.574 trabajadores que al finalizar diciembre estaban incluidos todavía en un expediente de regulación de empleo.

Pero siempre debemos poner las cifras en contexto. Porque España se queda a la cola de Europa en la recuperación tras aumentar la deuda pública más que ningún socio comunitario desde el cuarto trimestre de 2019 y con el PIB masivamente inflado por un aumento de gasto político.

Resulta también bastante relevante el hecho de que el producto interior bruto queda beneficiado por el fuerte aumento de rentas por impuestos y un deflactor que se queda en el 4,1%. Como explica el INE, «si a la evolución del PIB trimestral a precios corrientes se la añade la del saldo de rentas primarias con el resto del mundo, obtenemos que la renta nacional bruta crece un 1,5% respecto al tercer trimestre de 2022».

La productividad sigue siendo el gran problema de España, aunque ahora mejora por el empobrecimiento generalizado. El coste laboral unitario (CLU), explica el INE, crece un 0,7% respecto al tercer trimestre de 2021. Esta tasa es 3,4 puntos inferior a la variación experimentada por el deflactor implícito de la economía (4,1%). La remuneración media por asalariado varía un 2,2% mientras la inflación subyacente sigue subiendo, al 6,8%.

El Gobierno sabe que no vamos bien cuando legisla para evitar el cierre de empresas

Si atendemos al PIB por rentas publicado por el INE, lo que queda claro es que el gran ganador han sido los impuestos. La partida de impuestos supera con mucho a la de beneficios de las empresas y a los salarios.

El gran problema de cara a 2023 es que el Gobierno ha consumido el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia y ahora se enfrenta a un año en el que los tipos de interés van a seguir subiendo mientras el déficit estimado por el propio Gobierno se situará por encima de los 40.000 millones de euros. El Tesoro deberá refinanciar y emitir más de 250.000 millones de euros en 2023 con los tipos al alza y una prima de riesgo que sigue a 104 puntos básicos incluso con el Banco Central Europeo (BCE) implementando el mecanismo anti fragmentación.

El propio Gobierno es consciente de que la economía no va bien. Si el Ejecutivo creyese que la economía es la que más crece y más empleo genera, no extendería las moratorias a préstamos de difícil pago ni legislaría para frenar el cierre de empresas. Sus propias medidas intentando dificultar los expedientes de regulación de empleo (ERE) o los cierres empresariales demuestran que temen que haya una avalancha de despidos y cierres. En diciembre se han destruido 3.400 empresas y todavía hay 66.000 empresas menos cotizando que antes de la pandemia.

No vamos bien y, por mucho que lo repitan, el estancamiento no es crecimiento.