Economía

Un mal dato de inflación

El IPC general sube al 5,8% y el subyacente al 7,5%. Si eso es lo que le aguarda a EE UU y al resto de la Eurozona, desde luego hay motivos para la preocupación

El dato de inflación de enero ha caído como un jarro de agua fría no solo sobre la economía española sino sobre la economía global. Pese a que el Gobierno lleva meses tratándonos de convencer de que estaban siendo sus magníficas políticas internas las que habían conseguido doblegar la evolución de los precios respecto a nuestro entorno, lo cierto es que la inflación de España y de EEUU se han movido aproximadamente a la par durante los últimos trimestres y, a su vez, la inflación de la Eurozona suele seguir a la española con un mes de retraso.

Las causas profundas del fenómeno no están claras (probablemente tenga mucho que ver el que, hasta el momento, el INE midiera la evolución del precio de la electricidad a través de contratos indexados al mercado mayorista) pero la correlación está ahí. Por eso había cierta expectación respecto al dato de inflación español: porque se pensaba que podía ser un anticipo de lo que está por venir en EEUU y en la Eurozona. Y ese anticipo no ha sido positivo: la tasa general subió del 5,7% al 5,8% (cuando se esperaba que bajara del 5%) y la subyacente se disparó al 7,5%. Si eso es lo que le aguarda a EEUU y al resto de la Eurozona, desde luego hay motivos para la preocupación.

Sucede que hay que tomar este dato adelantado de España con cautela. Por dos razones. Por un lado, porque la inflación subyacente española incluye, a diferencia de lo que sucede en el resto del mundo, el precio de los alimentos elaborados, lo que introduce una mayor volatilidad a la serie: y, en este sentido, hasta mediados de febrero no conoceremos qué parte del aumento de la inflación subyacente se debe a los alimentos elaborados y qué parte, en cambio, a otros componentes más nucleares y rígidos (como los precios de los servicios). Por otro, porque el INE acaba de modificar su metodología para calcular el IPC justamente en este mes de enero: no sólo ha empezado a medir los precios de los contratos eléctricos y de gas del (mal llamado) mercado libre, sino que también ha modificado las ponderaciones de los distintos componentes del IPC. Nuevamente, no conocemos cuál habría sido la evolución de los precios con la metodología anterior, de modo que las comparaciones no son posibles (esperemos que el INE nos ofrezca ese otro cálculo cuando presente los datos definitivos a mediados de febrero). En suma, el titular de dato de inflación que conocimos ayer no fue en absoluto positivo ni para España ni para el resto de la economía occidental, pero el diablo estará en los detalles que se nos comunicarán próximamente.