PIB

Alemania, una potencia con debilidades

Con un PIB que crecerá este año en el entorno del 2% y una tasa de paro que se sitúa en el 5,7%, su economía se mantiene fuerte.. Cuenta con importantes desequilibrios que pueden comprometer el crecimiento futuro

Alemania, una potencia con debilidades
Alemania, una potencia con debilidadeslarazon

La baja tasa de paro convive con el incremento de forma significativa de trabajadores en riesgo de pobreza y pluriempleados.

Casi setenta años después de que el diario británico «The Times» utilizara por primera vez la alusión «locomotora europea» para describir el crecimiento económico de la Alemania occidental tras la Segunda Guerra Mundial, el motor de esa coyuntura sigue a pleno funcionamiento. O así por lo menos lo estima el Bundesbank en su último informe. Según el banco central alemán, la fortaleza de la industria germana no sólo impulsará a su economía a crecer alrededor de un 2% este año –lo que supone su séptimo incremento anual consecutivo–, sino que ayudará a cerrar en positivo, y por cuarto ejercicio, las cuentas del Gobierno federal. Asimismo, y en poco más de una década, la tasa de paro ha pasado del 11% al 5,7%» actual. Un descenso que supo esquivar una de las mayores crisis económicas de la historia y que, durante la campaña electoral, animó a la canciller Angela Merkel a prometer el pleno empleo para el 2025. «El objetivo es llegar a una tasa de desempleo por debajo del 3% y creo que se puede conseguir», aseguró.

La propuesta no suena descabellada refiriéndose a un mercado laboral que, desde hace años, muestra una sólida situación, especialmente en el contexto europeo y, que con más de 44 millones de trabajadores, se anota máximos históricos de población empleada. En este contexto, no es de extrañar que, en el tradicional estudio anual sobre los «miedos» de los alemanes, una mayoría haya relegado la economía hasta un cuarto lugar, por detrás del terrorismo, los extremismos y las tensiones que generan la llegada de inmigrantes.

«Boom» exportador

Los trabajadores alemanes están disfrutando del «boom» exportador que vive el país. Los bienes y servicios que Alemania vende al exterior han aumentado en 350.000 millones de euros desde que Merkel llegara al poder y el superávit comercial alcanza los 280.000 millones al año, sólo superado en términos absolutos por China, una economía mucho más grande que la germana. Las exportaciones, joya de la economía federal, representan un 46% del PIB. Una cifra que se magnifica aún más si se tiene en cuenta que en Estados Unidos las ventas al exterior sólo suponen el 13%.

Mucho ha cambiado la situación desde que Merkel llegara al poder. Por aquel entonces, en 2005, el déficit de Alemania rebasaba los límites establecidos en el Tratado de Maastricht. Ese año, el desequilibrio de las cuentas públicas alcanzó el 3,4% del PIB, pero, año tras año, las cuentas fueron alcanzando su equilibro y, desde 2014, el gobierno germano presenta un superávit tras otro. En 2016, este excedente estuvo a punto de alcanzar el 1% del PIB. En su conjunto, y si se atiende a la tendencia de la economía germana respecto a la de la eurozona, se puede concluir que Alemania es uno de los países del euro que mejor ha sorteado la crisis. No sólo ha sabido esquivarla, sino que ha creado empleo neto y los salarios han crecido por encima del resto de países de la eurozona.

Pero no todo brilla de la misma forma. Al lado de la pujanza económica, existe un lado oscuro que se asienta en numerosos desequilibrios económicos y sociales que, por ahora, no gozan de gran visibilidad, pero que pueden convertirse en el mayor adversario para el gobierno que salga de las urnas. Así, parejo al 5,7% de tasa de paro convive el incremento, y de forma significativa, del número de trabajadores en riesgo de pobreza y el repunte de la cifra de pluriempleados. Dos rasgos que muestran el cambio que está sufriendo el mercado laboral de Alemania o que el motor de la «locomotora europea» acusa algunos fallos. Pero, ¿cómo es posible que una potencia con niveles récord de crecimiento enfrente asimismo una creciente desigualdad? En declaraciones a LA RAZÓN, el director del Instituto de Trabajo y Economía de la Universidad de Bremen, Günter Warsewa, asegura que las decisiones que tomó el gobierno alemán a finales de 1990 para fortalecer la economía y el empleo se hicieron a base de promover formas precarias de empleo y, por tanto, con la creación de un importante segmento de «trabajadores pobres». «Los problemas sociales son el precio que, en la actualidad, tiene que pagar Alemania por tener una economía fuerte», añade. Una situación que, en opinión de este profesor, alentó la reducción de impuestos para las empresas o los ciudadanos ricos, pero obligó a forzar los ajustes en beneficios sociales o a ignorar el futuro desarrollo demográfico. ¿El resultado? Un país cuya confianza empresarial se acaba de anotar un nuevo récord pero que ha visto aumentar la brecha entre ricos y pobres o ha incrementado de forma significativa el número de trabajadores en riesgo de pobreza.

Otra señal es el número de personas con un trabajo precario y que, según la Federación de Sindicatos de Alemania (DGB), supone en torno a un 20%. Destacan los conocidos como «minijob»; unos empleos que tienen un límite de remuneración que no está sujeto al pago de cotizaciones y que está fijado en 450 euros al mes. Una modalidad laboral que nació en 2003 bajo el mandato de Gerhard Schröder y que para muchos incentiva la pobreza y la marginalidad laboral. No se equivocan. Según el último «Informe de pobreza», un 15,4% de la población alemana (12,5 millones de personas) vive en esa condición. Una situación que coexiste con la desigualdad de ingresos. Mientras que los que más ganan han visto incrementar sus salarios en los últimos años, de la mitad para abajo, han sufrido justo lo contrario. Una ecuación cuyos coeficientes y variables se sostienen en el cada vez más amplio sector del empleo precario o los contratos temporales. La paradoja se hace todavía más patente entre el este y el oeste del país lo que, para algunos economistas, lleva a hablar de una Alemania a dos velocidades. Mientras el oeste aglutina todo el músculo industrial, el este languidece al mismo tiempo que sus oportunidades laborales.

Pero hay más. El caso de las emisiones de la industria automovilística, la revolución digital, el aumento de la dualidad en el mercado laboral o las repercusiones del fuerte envejecimiento de la sociedad suponen un freno para esa locomotora y han estado presentes en las campañas de los diferentes partidos, del mismo modo que todavía escasean las propuestas que supriman esa doble cara de la moneda. Los expertos advierten de que el actual momento dulce de la economía alemana puede tocar a su fin a medio plazo, pues sobre el país se ciernen elementos cuya combinación podría lastrar su rendimiento. Uno de ellos es el cambio demográfico al que se enfrenta el país. Además, si no se incrementa la llegada de inmigrantes, la fuerza de trabajo empezará a disminuir de forma significativa durante la próxima legislatura debido al aumento de las personas en edad de jubilarse y, por otro lado, la integración de los refugiados en el mercado laboral se está demostrando lenta y compleja.

De hecho, según un estudio del instituto de investigaciones Prognos, citado por el ministerio de Trabajo, se estima que el déficit de trabajadores cualificados llegará a los tres millones en 2030 y que seguirá creciendo en los años siguientes, hasta situarse en los 3,3 millones para 2040. Por otro lado, la falta de inversiones ha hecho que el país haya perdido comba en nuevas tecnologías con respecto a otras economías avanzadas, lo que llevó a la canciller decir el pasado enero que, de no tomarse medidas, el país podía convertirse en una economía «en vías de desarrollo» en el ámbito digital. La coyuntura política también favorece la relegación de los asuntos económicos, pues las dos principales fuerzas –la Unión Cristianodemócrata (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD)– forman parte de la gran coalición que ha gobernado Alemania en los últimos cuatro años. Los socialdemócratas han abrazado la justicia social como uno de sus temas propios de campaña, pero pertenecer al Ejecutivo –y ser responsables de los Ministerios de Economía, Empleo y Asuntos Sociales, y Familia– les obliga a medir sus críticas. Los partidos minoritarios con opciones a acceder al Bundestag, principalmente la Izquierda, Los Verdes y la ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD), sí que están denunciando de forma patente las crecientes desigualdades sociales, el empleo precario y el riesgo de pobreza entre menores y ancianos, pero con una menor repercusión.

Economía y campaña electoral

Enfrentados a las preguntas de los ciudadanos en diversos programas de televisión esta campaña, Merkel y Schulz han comprobado que asuntos como un nuevo retraso de la edad de jubilación o la falta de recursos para la dependencia preocupan a muchos de sus votantes. Con todo, los electores no han podido apreciar apenas diferencias en sus respuestas ya ambos niegan que vayan a ampliar la vida laboral y prometen más inversiones para atender a quien no pueda valerse por sí mismos, mientras los partidos minoritarios les reprochan que no lo hicieran en esta legislatura que acaba. No obstante, la economía no ha sido el tema central en la campaña electoral gracias a los buenos datos de déficit, crecimiento y empleo; sin embargo, este domingo, millones de alemanes votarán qué es más importante: el milagro económico o la sombra que tras el crecimiento o el amplio superávit se esconden las múltiples desigualdades de Alemania.

Brecha entre el este y el oeste

Veintisiete años después de la reunificación, el este alemán sigue sin haber alcanzado el nivel de prosperidad del oeste. Los salarios son un 18% inferiores a los del resto del país y el desempleo se sitúa en el 8,5%, unos tres puntos por encima de la media nacional.

Aunque la brecha se ha reducido –en los años siguientes a la reunificación el desempleo doblaba con creces al del oeste–, muchos de sus ciudadanos se sienten todavía relegados, como constataba el último informe anual sobre

el estado de la

unidad alemana.