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Inflación

Argentina sale del cepo

La disciplina fiscal del Gobierno de Javier Milei, con un ajuste inédito en las cuentas públicas y el saneamiento monetario, ha permitido estabilizar la cifra de pesos en el sistema

Javier Milei, presidente de Argentina Alberto R. RoldánLa Razón

Durante años, el control de cambios en Argentina –el famoso «cepo»– ha funcionado como una camisa de fuerza para el mercado de divisas: distorsionaba los precios relativos, frenaba la inversión, incentivaba el contrabando y erosionaba la competitividad. Levantarlo era una condición necesaria, aunque no suficiente, para normalizar la economía. Sin embargo, los sectores más intervencionistas, especialmente el kirchnerismo y sus satélites, llevaban meses augurando un colapso si el cepo se eliminaba: proyectaban un tipo de cambio a 1.400 pesos por dólar, una inflación galopante inminente y un estallido social incontrolable. Pero, de momento, nada de eso ha ocurrido. La reciente salida del cepo –aunque parcial y con algunas regulaciones transitorias aún en pie– ha demostrado que el mercado no compra el alarmismo populista. El dólar libre se ubicó en torno a los 1.200 pesos, una depreciación inferior al 10% respecto al tipo de cambio oficial previo. ¿Dónde quedó entonces la disparada que los peronistas predecían con tanto entusiasmo? La respuesta es clara: en su imaginario inflacionista, no en la realidad económica del país.

La reacción de los activos financieros refuerza esta lectura. Lejos de un colapso, tanto la bolsa como los bonos argentinos subieron con fuerza, reflejando una renovada confianza en el rumbo económico postcepo. ¿Cómo ha sido posible todo esto? Por una confluencia de circunstancias: la disciplina fiscal que ha venido exhibiendo el Gobierno de Javier Milei, con un ajuste inédito en las cuentas públicas, y el saneamiento monetario que ha permitido estabilizar la cifra de pesos en el sistema. Con menor emisión, menos déficit y más credibilidad, los agentes económicos se sienten menos expuestos a una devaluación abrupta.

Naturalmente, levantar el cepo no es un punto de llegada, sino de partida. Aún queda mucho por hacer: consolidar la desinflación, flexibilizar completamente el mercado cambiario, avanzar en una reforma laboral profunda y establecer un régimen monetario estable, sea vía dolarización o competencia de monedas. Pero el primer paso era demostrar que el relato del miedo era falso. Que no había un abismo necesario detrás del fin del cepo, sino un camino de salida del pantano intervencionista. Los mercados ya lo han entendido. ¿Cuánto tardará la clase política en asumirlo? Esa es la verdadera incógnita. Por ahora, la profecía peronista del caos ha fallado. Y con suerte, esta vez, fallará para siempre.