Análisis
La crisis del techo de deuda de EE UU
El colapso de EE UU vendría cuando el mundo deje de aceptar su moneda porque las cuentas públicas son insostenibles. El problema no es subir el techo de deuda, sino hacerlo manteniendo la confianza global en que el gasto y el déficit no se desbocarán de nuevo
El techo de deuda de Estados Unidos ha aumentado 78 veces, según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria del Congreso de EE UU. Es normal, por lo tanto, que los mercados no reaccionen de manera negativa ante esta crisis. Las negociaciones entre republicanos y demócratas, aunque sean lentas, avanzan.
El techo de deuda nos parece una locura si lo vemos desde ese punto de vista europeo tan estatista, pero es muy importante. Obliga a los gobiernos a reducir gasto y ser más responsables. Estados Unidos tiene crédito y capacidad de endeudarse más porque tiene la moneda y el bono de reserva del mundo. Si Estados Unidos tuviera el exceso gubernamental que tienen muchos países europeos, hoy no tendría la moneda de reserva global. Efectivamente, Estados Unidos puede endeudarse más, pero no le sale gratis ni es eterno.
El presupuesto de Estados Unidos se compone de tres partes: el gasto obligatorio, que no entra en las negociaciones entre partidos y supone aproximadamente un 63% del total; el gasto discrecional, que es el que se está negociando y consume algo más del 30% del presupuesto; y cerca de un 7% el coste de la deuda. El coste de la deuda, a pesar de contar con las recompras de la Reserva Federal y la moneda de reserva mundial, se ha disparado por el elevado nivel de endeudamiento en el que han incurrido las administraciones desde 2008. Aunque el tipo de interés medio es bajo, el volumen de deuda hace que se consuma un porcentaje cada vez mayor del presupuesto.
El techo de deuda de Estados Unidos es la evidencia de que un país con soberanía monetaria no puede endeudarse y gastar todo lo que quiera. Si no se hacen ajustes que limiten el aumento de endeudamiento, la confianza en la moneda y la deuda norteamericana se desplomarían y, con ello, el estatus como moneda de reserva.
Estados Unidos gasta demasiado. El gasto total superará los 5,9 billones anuales de dólares en 2023. Los ingresos probablemente alcanzarán los 4,9 billones. Esto significa que el déficit llegará a superar, de nuevo, el billón de dólares. Un déficit tan abultado es una amenaza al dólar como moneda de reserva y a toda la economía norteamericana.
Eliminar el déficit vía aumentos de impuestos y medidas de ingresos no tiene sentido. El déficit se dispara a pesar de contar con ingresos récord y una economía en casi pleno empleo. El problema de Estados Unidos es que los gobiernos gastan mucho más de lo que ingresan en periodos de crecimiento y muchísimo más de lo que recaudan en épocas de crisis. Esto es insostenible. El mayor aumento de ingresos de la historia de Estados Unidos en circunstancias normales de la economía fue de 300.000 millones de dólares, según el CBO. Ni duplicando ese récord de ingresos se elimina el déficit.
Según la administración Biden, si se mantienen las políticas actuales, el déficit de Estados Unidos no se reducirá a menos del 4% del PIB ningún año hasta 2032. Incluso en 2032, y asumiendo que entre 2023 y 2032 no hay ninguna crisis, el déficit anual sería de 1,7 billones. Es decir, el déficit acumulado 2023-2032 será de 14,4 billones. El agujero fiscal de Estados Unidos es insostenible porque, además, las estimaciones de ingresos son extremadamente optimistas. Entre 2023 y 2032, el CBO estima que los ingresos subirán todos los años, no habrá una crisis y aumentarán de $4,9 billones a 7,1 billones. Es decir, un aumento de 2,2 billones en ingresos y aumenta el déficit de 1 billón a 1,7 billones. Repito, no existe ninguna medida de subida de impuestos y recaudación que elimine semejante agujero fiscal. No olvidemos que todas estas estimaciones incluyen un crecimiento anual del PIB real de 2% y una inflación contenida en el 2%. Ningún año de crisis o recesión. Pues bien, en ese escenario claramente optimista la deuda pública no bajaría del 106% del PIB.
El gasto discrecional aumentó de 1,3 billones a 1,6 billones entre 2019 y 2020 durante la crisis del COVID-19. Desde entonces, y a pesar del aumento de empleo, crecimiento económico y final de los gastos extraordinarios, la administración ha aumentado el gasto discrecional a 1,8 billones. Es decir, se ha consolidado y aumentado todo el gasto “extraordinario” sin el más mínimo ajuste.
El gasto público total en 2023 será de 5,9 billones. Pues bien, en 2032, con la senda presentada por la administración Biden, el gasto subirá a 8,8 billones. Un aumento de 72 billones entre 2023 y 2032 para un aumento de ingresos de 56 billones. No existe ninguna medida de subida de impuestos o aumento de recaudación que pueda añadir casi un 20% más de ingresos anuales, consolidados y además invariables. Los ingresos, por definición, son cíclicos. Los gastos son anuales, consolidados y crecientes. Ningún gobierno puede creerse que va a recaudar más de un billón anual siempre. Adicionalmente, eso solo reduciría el déficit, no la deuda, que ya supera el 100% del PIB.
Estados Unidos puede tener una deuda superior solo si el mercado mundial percibe que su capacidad de crecimiento, empleo, inversión y atracción de capital global sigue intacta. Para ello, debe reducir los gastos innecesarios. Los republicanos piden que el gasto discrecional se reduzca al nivel prepandemia, de 1,7 billones a 1,4 billones, y que no crezca más de un 1% anual cada año. Esta medida es importante porque tanto republicanos como demócratas saben que el gasto obligatorio (mandatory spending) va a crecer con el cambio demográfico del país. Por lo tanto, contener el gasto discrecional (discretionary spending) es clave para mantener la estabilidad del dólar y la credibilidad del bono norteamericano.
Una reducción de 425.000 millones anuales de gasto no es la solución, pero aseguraría que la deuda de EE UU se situara ligeramente por debajo del 95% del PIB si se cumple el escenario de crecimiento anteriormente descrito. Nade duda que el gasto deberá revisarse, en cualquier caso, con nuevos ajustes si se produce una contracción de los ingresos.
Aquellos que dicen que el sector público de Estados Unidos puede gastar lo que desee y solo tiene que imprimir dólares y monetizar la deuda ignoran que la estabilidad del dólar y su demanda mundial se mantienen precisamente porque el gobierno está limitado en su afán dilapidador de presupuestos. Ni la Reserva Federal se puede permitir un déficit anual de más de un billón de dólares ni los inversores y bancos centrales del mundo, que tienen al bono de EE. UU. como reservas en sus balances, lo aceptarían. Es fácil pensar que Estados Unidos puede aumentar sus desequilibrios eternamente sin que pase nada, porque es un análisis miope centrado en un periodo muy corto de su historia, los últimos veinte años. La demanda de una moneda, y con ella la del bono del país, no es infinita y la paciencia de los bancos centrales e inversores mundiales tampoco. El colapso no vendrá por reducir el presupuesto en 425.000 millones al año, como nos intenta vender la narrativa estatista. El colapso de EE UU vendría cuando el mundo deje de aceptar su moneda porque las cuentas públicas son insostenibles. La Reserva Federal es el único banco central que presta atención a la demanda global de dólares, y sabe que, si se excede en aumentar la masa monetaria por encima de la demanda real, no solo se disparará la inflación, como ya ha ocurrido, sino que se hundirá la confianza en el bono estadounidense.
El problema de Estados Unidos no es aumentar el techo de deuda. El problema del país es aumentarlo manteniendo la confianza global en que el gasto y el déficit no se desbocarán de nuevo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar