Casi olvidada por España, Guinea Ecuatorial vive momentos de expansión al amparo de un boom petrolero que está transformando el país. Si hace 35 años la ex colonia luchaba por superar una pobreza que aún pervive en no pocos estratos de la población, ahora se percibe desarrollo en infraestructuras, construcción, vivienda, industria o turismo. Tras la descolonización, Guinea cayó en una situación de caos administrativo. Era una nación por construir: sin hospitales, centros escolares casi cerrados, ciudades sin luz, infraestructuras inexistentes y miseria. Salir de la pobreza parecía imposible, pero el empeño de Obiang por encontrar petróleo allí donde las prospectoras españolas no hallaron ni gota, dio sus frutos gracias a compañías norteamericanas que descubrieron una inmensa bolsa "off-shore" de la que GE apenas se quedaba con un 10 % del beneficio, suficiente para alentar un despegue económico que acaba de comenzar. La "maldición del petróleo" ha hecho que muchos países productores no se beneficien de la riqueza proporcionada por los hidrocarburos, en parte por la corrupción, en parte por luchas tribales que impiden que los ingresos del crudo repercutan en la población. Aventuraron algunos que eso ocurriría con la ex colonia. No parece que haya sido así. La Guinea de hoy nada tiene que ver con la de hace 40 años. Modernos aeropuertos, autopistas de nivel europeo, hoteles de primera amén de hospitales, universidades y energía. Todo sin España. Invierten allí chinos, franceses, italianos y hasta surcoreanos y rusos. No hay casi empresas españolas en Guinea. Ausentes nuestros bancos y multinacionales, pese a ser el único país en el que se habla castellano de África. Pese a que los guineanos en su mayoría se sienten españoles. Algo estamos haciendo mal. Hay vuelo directo a Malabo desde París, no desde Madrid. Y les pedimos visado para entrar a personas que hace 55 años tenían nuestro mismo DNI. Incomprensible