Ingeniería

Elon Musk, de la ciencia ficción a la realidad

Musk probando el primer Tesla Roadster
Musk probando el primer Tesla Roadsterlarazon

El fundador de PayPal, Tesla, SpaceX o Solar City ha revolucionado la industria tradicional americana. Su próximo reto: crear la primera ciudad humana en Marte.

La mente de Elon Musk es, sin duda, una de las más privilegiadas de este siglo XXI. Un visionario, cuyo cerebro está en continuo movimiento, que no descansa ni para domir ni comer. Musk ha sido el artífice de Paypal, Tesla Motors, SpaceX, SolarCity, Hyperloop o OpenAI, empresas que están consiguiendo convertir en realidad lo que, hasta hace poco tiempo, no era más que ciencia ficción. Muchos le definen como la perfecta combinación entre Thomas Edison, Henry Ford, Howard Hughes y Steve Jobs. Ídolo de toda una generación de ingenieros y emprendedores, es, sin embargo, un personaje excéntrico –teme que un ejercito de robots se apodere del mundo–, incluso «despiadado» en el profesional, capaz de hacer trabajar a sus empleados hasta el agotamiento. Por no hablar de su faceta personal –su ex mujer se enteró de que le había pedido el divorcio cuando descubrió que Musk le había anulado las tarjetas de crédito–.

Genio para unos, tirano para otros, nació en Suráfrica hace justo 45 años (los cumplió el pasado 28 de junio). A los 10 años, compró su primer ordenador, y aprendió programación de manera autodidacta. Dos años más tarde, ya había vendido su primer programa, un juego del espacio llamado Blastar, por 500 dólares.

Después de trasladarse a Estados Unidos para estudiar Administración de Empresas y Física, fundó su primera compañía, Zip2, junto con su hermano Kimbal y su amigo Greg Curry, para gestionar el desarrollo, alojamiento y mantenimiento de sitios web específicos para empresas de medios de comunicación. Se trataba de un primitiva mezcla entre Google Maps y Yelp. Cuatro años más tarde, vendió la compañía por 300 millones de dólares, nada comparado con los 1.500 que se embolsaría de su segunda «criatura», PayPal, el sistema de pagos en línea más grande del mundo.

A partir de ahí, y con los bolsillos llenos, Musk empezó a soñar a lo grande, incluso a pretender llegar hasta el «infinito y más allá». Así que invirtió el dinero de Paypal en tres proyectos imposibles, incluso temerarios, que suponían la realización de sus sueños de niñez: Space Exploration Technologies (SpaceX), Tesla y SolarCity. Compañías todas ellas que han puesto patas arriba todos los principios de la industria aeroespacial, automovilística y energética.

SpaceX se dedica a desarrollar y producir lanzaderas espaciales. Cohetes reutilizables, capaces de transportar carga al espacio y volver a La Tierra. Falcon 1, Falcon 9, y la nave Dragon son algunas de las creaciones que han salido de la fábrica de Los Ángeles. SpaceX ha pasado de ser el hazmerreír de la industria aeronáutica a uno de sus operadores más fuertes, duplicando prácticamente su tamaño año tras año. La empresa envía un cohete al espacio aproximadamente cada mes, transportando satélites para distintas empresas y países, y suministros para la Estación Espacial Internacional.

Adorado y detestado

Sin embargo, con SpaceX ha ido mucho más allá, ya que ha logrado que el público vuelva a pensar en la posibilidad de explorar el espacio. En 2012, Elon Musk anunció en una conferencia de la Real Sociedad Aeronáutica en Londres, su intención de establecer la primera ciudad humana en Marte. En 2018, se daría el pistoletazo de salida a un proyecto que se inciaría con la construcción de la nave en la que enviar a los primeros grupos, que se encargarían de construir la infraestructura en la que desarrollar la futura ciudad y de llevar a cabo labores como fertilización y conversión de elementos. El objetivo sería crear colonias en el Planeta Rojo de hasta 80.000 personas e introducir vuelos regulares que costarían alrededor de 500.000 dólares. La locura de llevar al hombre a Marte ha dotado a su compañía de un espíritu competitivo excepcional. Unos le adoran, otros le detestan, pero todos sus empleados le son extrañamente leales.

En 2003, comenzó con un nuevo proyecto, que le llevaría a desarrollar el primer automóvil eléctrico viable para la producción en la era moderna: Tesla Roadster. En lugar de vehículos híbridos, Tesla ha apostado por automóviles que seducen al comprador y que expanden los límites de la tecnología. No vende vehículos a través de concesionarios, sino por internet y en tiendas similares a las de Apple. La red de estaciones de recarga de Tesla abarca en la actualidad casi todas las autopistas más importantes de Estados Unidos, Europa y Asia. En apenas 20 minutos, son capaces de suministar al vehículos la energía necesaria para recorrer centenares de kilómetros. Las estaciones de supercarga, como se las denomina, funcionan a base de energía solar. Y es que con SolarCity, Musk ha fundado la mayor compañía de instalación y financiación de paneles solares para clientes individuaes y empresas.

En una época en la que los negocios dedicados a las tecnologías limpias han quebrado, Musk ha creado dos de las compañías más productivas del ramo en el mundo. Por ello, no es de extrañar que su imperio aterrorice a las compañias tradicionales del planeta.

El millonario también es el gran impulsor de Hyperloop, un nuevo sistema de transporte de aire comprimido, que permitiría transportar personas entre San Francisco y Los Ángeles en 35 minutos, frente a las 5,5 horas que se tarda en recorrer en coche los 563 kilómetros que separan ambas ciudades.

Cinco hijos y dos ex esposas

Así, Musk ha revolucionado la industria estadounidense rompiendo todos los límites de la innovación porque, tal y como aseguran aquellos que han trabajado con él, en su vocabulario no existe la palabra «no»: «Con Elon todo es posible». Con cinco hijo (gemelos y trillizos), y dos ex esposas, tiene una fortuna valorada en 12.700 millones de dólares y se encuentra entre los 100 hombres más ricos del planeta y los 50 más poderosos. Sin embargo, Elon Musk no se permite mucho tiempo de ocio, vive a caballo entre San Francisco y Los Ángeles, donde se ubican las sedes de Tesla y SpaceX. Él personalmente supervisa todo el trabajo. Y es que, tal y como ha afirmado su ex mujer Justine, «para ser Elon Musk hay que estar obsesionado, incluso ser un poco masoquista. Hace lo que le da la gana y se mantiene en sus trece. Es el mundo de Elon, y los demás formamo parte de él».

Ángel o demonio, sea como fuere, Musk es uno de los grandes visionarios del siglo XXI, un genio cuyos inventos y creaciones aspiran a salvar a la especie humana de la aniquilación. ¿Lo conseguirá?