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Enrique Solis: «Salirse de la zona de confort siempre implica muchos riesgos»

Tiene 26 años, mide 1’90 y un porte de modelo, pero el pequeño aristócrata atesora otras miras: hoteles y tiendas de moda, ya con éxito

Enrique Solis: «Salirse de la zona de confort siempre implica muchos riesgos»
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Tiene 26 años, mide 1’90 y un porte de modelo, pero el pequeño aristócrata atesora otras miras: hoteles y tiendas de moda, ya con éxito

Enrique Solís es mucho más guapo al natural de lo que parece en las fotos. Esa barba tan divertida, hipster y a la última, y su prodigiosa mata de pelo resultan más favorecedoras en la distancia corta. Claro que ahí es donde él se ríe, se mueve, demuestra su carácter cercano y afable y se comporta con una educación y una elegancia dignas de elogio. A mí, lo reconozco, me dejó cautivada cuando fui a charlar con él para esta entrevista a uno de sus hoteles, perteneciente a la minicadena One Shot, que sigue creciendo desde sus días de universidad. «Ahí fue donde nos unimos mis hermanos y yo con un socio externo, Luis Felipe Mendieta, para desarrollar esta idea. Vimos que había un segmento que cubrir en España en el sector hotelero y aprovechamos la oportunidad. Con el cincuenta por ciento de un edificio que teníamos, logramos financiación para comprar el otro cincuenta y desarrollamos desde cero un nuevo concepto de hoteles, en el que se premiara localización, diseño, cuidado y un servicio muy personal y muy atento, muy de cara al cliente joven y con ganas de comerse el mundo». Todo eso, además, a precios asequibles.

No sé de dónde se puede quitar en un hotel para ofrecer calidad sin que el precio se dispare... «Pues mire, intentamos conservar en las habitaciones lo que se prima de un 5 estrellas y quitar aquello a lo que menos valor se daba para poder mantener equilibrada la balanza. Entonces, nuestros hoteles tienen una cama que es equiparable a la de un 5 estrellas, una ducha y una pantalla gigante de SmartTV para que pueda conectarse a internet un ejecutivo y también para el ocio de parejas jóvenes».

Me cuenta esto tras retirarme mi taza de té y llevarla él mismo a la cocina. He desayunado mientras le esperaba, porque he llegado antes de la hora de la cita, pero aún así me ha pedido disculpas por hacerme esperar y se ha ocupado personalmente de recogerme el servicio. Vamos, que no se le caen los anillos al chico, por mucho que pertenezca a una familia aristocrática. Tal vez por eso le van bien los negocios. De momento, One Shot cuenta ya con dos hoteles en Madrid y dos en Valencia, pero es que, además, acaba de crear una nueva firma española de complementos masculinos que está siendo un auténtico bombazo. Se llama The Seëlk (theseelk.com): «La idea me llegó casi por casualidad a través de un amigo de mi actual socio, Gonzalo Yuste, y mío. Tomamos un café, nos hablo de la idea que tenía en la cabeza y yo, que ya estaba un poco saturado con los hoteles y que siempre había soñado con tener una marca de moda, estudié el proyecto y no tuve más remedio que decirle que me metía para crear un producto desde cero, con mi visión y una serie de cambios».

A partir de ahí investigaron y viajaron a Como (Italia) para conocer proveedores, pero no a cualquier lugar de Como, que junto al lago del mismo nombre es llamado también «el paraíso de las corbatas de seda», sino al mejor. «No tenemos problema en decir quién es nuestro proveedor de tejidos, porque nadie va a ir y va a pagar lo que pagamos nosotros», afirma. En realidad, es el proveedor de las míticas marcas inglesas «Turnbull&Asser», «Drake’s»... «o incluso los que le hacen los trajes al Papa», me apunta Enrique. Vamos, que se decidieron a hacer algo con personalidad y de calidad, con un lema que tiene mucho que ver con la seda, claro, y también con su creador: «No seas una oveja, sé una araña» «Exacto. The Seëlk (que pronunciado suena como seda en inglés) es Enrique Solís y Enrique Solís es The Seëlk. Es mi manera de evadirme, de ver la vida y de aprovechar las circunstancias para salirse del rebaño y romper un poco con los esquemas».

Se refiere Enrique a eso de ser de Sevilla, de una familia conservadora, aristocrática y lanzarse a otro camino: «Yo me salí un poco de lo establecido y decidí irme a vivir fuera dos años por mi cuenta, solo, a buscarme la vida, pegarme palos y conocer gente que no supiera ni de dónde era ni de dónde venía. Siempre cuento que cuando fui por primera vez a Londres yo era Enrique el español y ya está. Daba igual qué hubiera detrás de mí porque nadie lo sabía. Y eso te enriquece porque te quieren por cómo eres no por lo que puedas ser o tener. Quizá hubiera sido más fácil vivir en Sevilla, no moverme de mi círculo, de mi zona de confort, que siempre implica ciertos riesgos, pero...».

Toque de distinción

Lo que está claro es que el hijo de Carmen Tello y Miguel Ángel Solís, marqués de la Motilla, es un hombre emprendedor y dispuesto a arriesgar. Empresarialmente y en la vida. Tanto, como para ser más moderno que los modernos y ponerse corbata para estar a la última. «El otro día me fui a tomar una cerveza con una niña que me decía que llevar corbata es muy clásico y yo le dije que todo era relativo, que quitarse la corbata donde hay que llevarla no es ser el más “cool” del lugar. Además, hay corbatas de muchos tipos y tejidos que caben en un traje clásico o con unos vaqueros. Lo que hay que hacer, dentro de las normas, es que cada uno pueda dar su toque de distinción», opina.

Le digo que ahora en el Congreso hay otro tipo de distinción, que pasa por las mangas de camisa de Pablo Iglesias... «Es verdad que las cosas están cambiando muy rápido. Aunque él también lleva corbatas. Yo le regalaría una de las nuestras, pero no creo que le encajara porque no la tengo ni negra ni demasiado fina, como las que él lleva. Aunque, bueno, si se la pone desanudada, es un poco también su imagen». Y está claro que no coincide con la de Enrique Solís, pero él la respeta. Es muy respetuoso tanto si habla de Pablo Iglesias o de Tamara Falcó, con la que tuvo una relación. «Ahora no tengo novia», me reconoce, como también que no le gusta la exposición pública que vivió por aquel entonces con la hija de Isabel Preysler. «No me gustó, pero mire, aprendí mucho de eso y he conocido a gente interesante. Me quedo con lo positivo y ya está».