Financiación autonómica

¿Equilibrar la balanza con Cataluña? “De eso nada, monada”

Si lo consiguen, nada debería impedir que cada ciudadano que considere que aporta más de lo que recibe reclame también al fisco un reequilibro en su balanza fiscal individual

La vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, durante un pleno en el Congreso de los Diputados, a 13 de junio de 2024, en Madrid (España).
La vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús MonteroGabriel LuengasEuropa Press

Estoy deseando que salga adelante lo de la financiación singular para Cataluña. Por declaraciones anteriores deduzco que consistirá en calcular las balanzas fiscales y en establecer una relación entre lo que aporta esta comunidad autónoma a las arcas comunes y lo que recibe de ellas. Según han repetido hasta la saciedad los independentistas, con aquello del España nos roba, habría que equilibrar esa balanza, bien aportando menos, bien recibiendo más, o bien mediante una combinación de ambas. Llegados a este punto, y si lo consiguen, nada debería impedir que cada ciudadano que considere que aporta más de lo que recibe, reclame también al fisco un reequilibrio en su balanza fiscal individual. Habría que presentarse en Hacienda y poner de manifiesto lo que se paga y lo que recibe un contribuyente en los servicios públicos que utilice. Supongo que la respuesta que darían a cada una de estas peticiones individuales sería algo así como «de eso nada, monada».

Llevando esta tesis a Bruselas, y dado que está a la vuelta de la esquina la negociación del nuevo Marco Financiero de la UE, cada que vez el marido de Begoña, a la vez que presidente del Gobierno, se presente allí a pedir más dinero para España, desde la delegación de los Países Bajos, por ejemplo, que siempre ha pagado a las arcas comunitarias más de lo que ha recibido, podrían decir también que «de eso nada, monada», que ellos no ponen ni un euro más, mientras los países del sur, a los que denominaron despectivamente en el pasado como «pigs», no controlen su gasto. Y, hablando de «pigs», está a punto de estallar «la guerra del cerdo» entre la UE y China. Puede que tarde, pero la amenaza ya está ahí. La Comisión Europea anunció hace casi una semana una subida de los aranceles para la importación de coches eléctricos procedentes de este país. Acto seguido, y en respuesta a Bruselas, los de Pekín dijeron, a su vez, que aplicarían medidas similares a productos agroalimentarios europeos, entre ellos el porcino, con España como principal perjudicada en este caso. Y así están las cosas en estos momentos, con las espadas en alto y con la posibilidad real de que, una vez más, el sector agrario pague las consecuencias de una guerra comercial, que no es la suya.