Opinión

Europa se rehabilita de su adicción a la energía barata rusa

El superávit comercial que había disfrutado la Eurozona se ha esfumado al perder los combustibles rusos. Durante los próximos años, Moscú no podrá negociar de tú a tú

con China, sino de siervo a señor

Ambos países han apuntado a un "compromiso para garantizar que Rusia no hará un mal uso de ningún oleoducto, incluido Nord Stream 2, para lograr fines políticos agresivos". REUTERS
Ambos países han apuntado a un "compromiso para garantizar que Rusia no hará un mal uso de ningún oleoducto, incluido Nord Stream 2, para lograr fines políticos agresivos". REUTERSHannibal HanschkeREUTERS

Hace aproximadamente un año, Rusia decidió invadir Ucrania. Fue un acto de fuerza unilateral para provocar un cambio de régimen en el país y completar su subordinación a la esfera política rusa. De momento, la ofensiva militar se halla en un impasse: es obvio que Rusia no ha logrado ni mucho menos sus objetivos pero el Ejército ucraniano tampoco ha logrado repeler por entero el ataque y, de hecho, durante las últimas semanas hemos asistido a ciertas dificultades para contener el avance ruso.

Pero la guerra no solamente se ha librado en el frente militar, sino también en el económico. Durante el último año ha tenido lugar un cambio radical en la división del trabajo europeo. Hasta 2022, Rusia era uno de los grandes proveedores de energía barata de Europa y, sobre todo, de Alemania. Gracias a semejante energía barata, Europa –sobre todo, de nuevo, Alemania– era una máquina exportadora de manufacturas orientadas al consumo de la clase media-alta global –por ejemplo, la automoción germana–.

Pero a lo largo de 2022, esa relación mutuamente beneficiosa entre Europa y Moscú se ha roto. Los países europeos han dejado de importar combustibles fósiles desde Rusia y, si bien se han evitado los temidos desabastecimientos energéticos, el sacrificio soportado no ha sido menor, a saber, el coste de la energía en Europa se ha disparado. Y una energía más cara supone una menor competitividad frente a los mercados globales, de ahí que el superávit comercial del que tradicionalmente había disfrutado la Eurozona se haya esfumado a lo largo del último ejercicio. Durante los próximos años, pues, el conjunto de Europa deberá replantearse su posición económica global. Es decir, si las relaciones con Moscú no se restablecen

–algo que parece complicado–, buscar una nueva especialización productiva que no dependa del suministro barato de energía desde territorio ruso.

Tampoco Rusia, empero, lo va a tener especialmente fácil. Las sanciones impuestas desde EE UU y la Unión Europea no han logrado tumbar su economía tal como ciertamente se pretendía. Pero que no hayan tumbado su economía no significa que ésta no haya sido golpeada y haya tenido que reubicarse globalmente. Habiendo perdido uno de sus principales mercados, el Kremlin ha virado hacia Asia: su suministro de petróleo hacia India y China se ha intensificado –en parte, para que estos países lo refinen y nos lo vendan de vuelta a los europeos–, pero los precios efectivos que está consiguiendo merced a tales ventas son apreciablemente inferiores a los que, en circunstancias normales, lograría con Europa.

Por ejemplo, el barril de crudo de los Urales se está vendiendo a unos 55 dólares en los mercados internacionales, mientras que el barril de petróleo Brent –que registraba precios análogos hasta antes de la guerra– a cerca de 85 dólares. Es decir, y más allá del enorme gasto público o de las pérdidas humanas que está acarreando la invasión de Ucrania, en términos de ingresos, la guerra tampoco le está saliendo gratis a Putin –sí durante los primeros meses del ataque, porque éste contribuyó a disparar el precio global del petróleo y, por tanto, también infló las arcas de su economía–. Es más, este tipo de subordinación económica desventajosa de Rusia ante China o India puede ser un patrón que se reproduzca amplificadamente a lo largo de las próximas décadas: si Moscú tiene bloqueadas las relaciones comerciales con la Unión Europea y con EE UU, no le quedará otra que interactuar con China e India… Dos potencias políticas y económicas que irán cobrando una relevancia, aun mayor de la que ya tienen, durante los próximos años y que no negociarán de tú a tú con Pekín, sino de siervo a señor.

Por consiguiente, Rusia ha reducido los daños derivados de las sanciones a costa de colocarse en una posición de vasallaje frente a China e India en el muy largo plazo.